Un general en el Ministerio de Defensa

Un general en el Ministerio de Defensa

La llegada de Petro a la presidencia cambia relaciones de poder. Carlos Jiménez propone regresar a los tiempos de un uniformado al frente de la política de defensa

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junio 24, 2022
Un general en el Ministerio de Defensa
Fotos: Leonel Cordero/Canva

Las especulaciones sobre la composición del primer gabinete de Petro se han disparado debido a los vertiginosos realineamientos que se han producido en la política nacional en las últimas horas. Enemigos acérrimos de ayer ofrecen hoy su mano tendida al líder político, que de demonio ha pasado a convertirse en poco menos que en el salvador de la patria.

Estas súbitas mudanzas le dificultan todavía más a Petro la tarea de definir su gabinete. Pero aun corriendo el riesgo de complicarle una tarea ya de por sí muy complicada, me atrevo a hacer esta propuesta: el nuevo ministro de defensa debe ser un general.

Porque solo un general en activo —y con mando en plaza como suele decirse— puede representar adecuadamente a las Fuerzas Armadas del país en las deliberaciones y las decisiones que se adopten en el gabinete del nuevo presidente de la república con el fin de dar respuesta a la apretada agenda de temas militares que le espera.

Cierto, la Constitución Nacional establece que las Fuerzas Armadas no deben ser deliberantes, pero el hecho es que ellas han sido el principal beligerante en el interminable conflicto interno que sigue dando coletazos, por lo que se han ganado el derecho a que su voz sea escuchada cuando de lo que se trata es de allanar el camino de la paz dando una solución política satisfactoria para todos a cuestiones muy graves que pertenecen al ámbito de sus competencias.

Cuestiones que evidentemente comprometen seriamente el futuro de Colombia.

En la agenda de las mismas está incluido el Informe de la JEP, los falsos positivos, los vínculos non santos de mandos y unidades uniformadas con bandas de paramilitares, la reapertura del diálogo con el ELN y eventualmente con las disidencias de las Farc y las tensiones en la frontera colombo venezolana.

Y desde luego, la necesaria redefinición del papel de las Fuerzas Armadas de la nación una vez que se logre poner fin al conflicto interno que tanta sangre, sudor y lágrimas nos ha costado. Los ejércitos que han sido de la guerra habrán de convertirse en los ejércitos de la paz.

Queda otro tema igual de importante que casi paso por alto: la guerra de Ucrania. Que no es un problema distinto y distante como podría pensarse. Colombia es actualmente “socio preferente” de la OTAN y en tal condición ya ha enviado militares al teatro de operaciones de un conflicto bélico del cual, según las últimas noticias, se ha apoderado la lógica de “la ascensión a los extremos” analizada por Karl von Clausewitz en su célebre tratado sobre la guerra.

El gobierno de Gustavo Petro tendrá que fijar pronto una posición política ante un conflicto que amenaza convertirse en una nueva guerra mundial. Y es conveniente que lo haga escuchando a nuestros militares.

 

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