Un fantasma recorre los Estados Unidos. El fantasma chino-ruso

Un fantasma recorre los Estados Unidos. El fantasma chino-ruso

Un nuevo fantasma persigue a Estados Unidos, un fantasma que ellos creían muerto pero que resurge con fuerza. ¿Cómo afectará el nuevo eje político para ese país?

Por: ALFREDO ANTONIO DE LEÓN MONSALVO
octubre 04, 2021
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Un fantasma recorre los Estados Unidos. El fantasma chino-ruso
Foto: Wikimedia

Un fantasma recorre los Estados Unidos; es el fantasma conformado por la potencia China y la resurgida Rusia, a la que otrora, a esta última daban por muerta con el cuento del “fin de la historia”. Ya Rusia no porta el Manifiesto de Marx ni China El libro rojo de Mao. Hoy portan dinero, recursos naturales, tecnología y abundante comercio, y por si acaso, armas nucleares sofisticadas. Biden, temeroso y ambivalente, casi tambaleante por su edad, trata de unir a nuevos aliados a fin de acosar al nuevo fantasma, pero ya no cuenta con todas las fuerzas de la vieja Europa que se le podrían haber unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: “el papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes”, quienes ya no están o no son los mismos.

Y en su afán de enrumbar su nueva política imperialista a fin de detener al fantasma chino/ruso, Biden deja un reguero de muertos en su desespero. Incluso, miles de jóvenes americanos han quedado en la vera del camino destrozados en su precipitada carrera al huir de Afganistán, Siria e Irak, y quién sabe de dónde más. Y en esa estampida, Biden se tropieza con los otrora fantasmas que en su momento USA creó en una supuesta “lucha contra el terrorismo”, y donde diablos endemoniados como Al Kaeda, ISIS, los talibanes, y otros se le aparecen para asustarlo en su desesperada huida del Medio Oriente.

Y es que Estados Unidos ya no es el mismo fantasma de antes. Hoy todos los fantasmas que creó (de verdad o de mentira) se le han volteado y lo han encerrado en la jaula donde antes Estados Unidos tenía metido al mundo. Y cuando se creían que “el fin de la historia” había llegado, y que “el reino americano” era la nueva religión, todos los escaparates se han venido vaciando en el cuarto americano.

China, silenciosa y taciturna, después de haber aguantado derrotas, humillaciones y desprecio por parte de Occidente, pero también, después de haberse equivocado con las locuras de Mao con su famosa “revolución cultural” y su fracasado “salto adelante”, confiando acertadamente que el gato debía cazar ratones, así fueran blancos o negros, se industrializó no a la altura de máquinas de hierro del pasado, sino con la tecnología más refinada que el mundo occidental ha creado.

Hoy China ya no es la copiadora que muchos ilusos creen, o la fabricante de desperfectos de productos industriales. Más allá de camisas y zapatos, China cuenta con una infraestructura en vías que sobrepasa a las decaídas carreteras, puentes, aeropuertos, túneles y puertos de los Estados Unidos. No en vano hoy el Cosmos se reviste con los cosmonautas chinos y muy pronto en el espacio se podrá ver una estación espacial china. Más que teléfonos, Huawei es toda una marca de productos de comunicación a gran escala, y el dinero chino, sean en dólares o yuanes, recorre el mundo en inversiones, hasta el punto que este país asiático es el líder comercial en casi el 75 % de los países del planeta. Hoy es el principal socio comercial de casi todas las naciones latinoamericanas. China es hoy toda una potencia industrial y tecnológica.

Y es que China supo aprender de los fracasos, volver a intentar lo que no consiguió con el decadente socialismo, y enriquecida por la experiencia, ha sabido crecer en la adversidad. Es por eso que China no le teme hoy a nada, y cuán equivocado está Estados Unidos con su decrépita política de seguir creyendo que va a continuar dictando la política del mundo, sin verse a sí mismo ni que acaba de fracasar en el mundo árabe sin compasión alguna. China escucha porque sabe hacerlo, y, sobre todo, calla y piensa, al tiempo que por dentro se ríe de un Tío Sam ya sin los dientes de antes.

“Cava el pozo antes de tener sed”. El mensaje aquí es simple: planificar el futuro. ¡Prepárate para cualquier eventualidad antes de que ocurra para evitar escenarios no deseados! China ha planificado; lo aprendió con el socialismo, y con el capitalismo lo practica a todo momento. “Cuanto más larga es la cuerda, más alto volará la cometa”. Juega el juego largo. Hacer un plan a largo plazo; en lugar de apresurarse en las cosas o esperar resultados inmediatos, traerá beneficios por más tiempo. En la era digital, muchos de nosotros esperamos gratificación instantánea, pero recuerda, ¡lo bueno se hace esperar! Y hay que ver cómo China sabe tirar la cuerda de la cometa, para luego recogerla y hacer que esta vuele más alto.

“China es un gigante dormido. Dejadlo dormir porque, cuando despierte, el mundo se sacudirá”, dijo Napoleón Bonaparte en 1816. Y hoy China, más que despierta, es un verdadero dragón activo con gran fuego, y como en su momento dijo Kissinger, “vivimos en un tiempo maravilloso, en el que el fuerte es débil debido a sus escrúpulos y el débil se fortalece debido a su audacia”. Palabras que le deberían llegar a la otrora fuerte e imperialista USA, donde hasta la débil Afganistán se convirtió en uno más de los cementerios de marines gringos. China no pelea. Razona y actúa.

En lo que respecta a Rusia, el oso oriental europeo que Estados Unidos quiso sepultar cuando en momentos duros de la crisis a comienzos de los año noventa del siglo XX, como producto de la implosión del socialismo, sistema que los entonces dirigentes comunistas soviéticos no supieron enderezar a las nuevas realidades, sino que sucumbieron ante la compra en dólares que Estados Unidos hizo de Yeltsin y su banda a fin de liquidar en principio al Estado soviético, y con él a su gran armada, a fin de quitarse un peso de encima, ha resurgido de sus cenizas como un ave fénix, conducido de la mano de un entonces desconocido exagente de segunda categoría de la KGB, hoy engrandecido con el poder.

Rusia en 1991 no era nada. Era una tierra expoliada. Sin dirección alguna, su armada convertida en yerros viejos y lo poco que quedó fue rematado al mejor postor. La criminalidad, aunque existente hoy, era el poder absoluto. La otrora industria pesada soviética había quedado convertida en chatarra. El hambre hizo memoria de los años de la represión de Stalin y de la Segunda Guerra Mundial. Y fue entonces cuando casi de la nada “llegó el comandante y mandó a parar” el desorden y la ruina. Ese comandante es hoy el poderoso Vladímir Putin, quien acosa y asusta a USA no solo con su poderosa armada, sino en la nueva guerra, la de la tecnología. No existe un rincón de América donde los hackers rusos no husmeen e intranquilicen a los Estados Unidos. Por eso Biden quiere una nueva cruzada contra Rusia. Pero Biden olvida que ya no es su tiempo de dominio.

Putin, después de haber puesto en orden a quienes se robaron toda la riqueza de 80 años de duro trabajo socialista en los tiempos del desmadre ocasionado por Yeltsin y su banda, y de regresar a las arcas del Estado especialmente el petróleo y el gas, enderezó la economía hacia la búsqueda de nuevas industrias, especialmente las tecnológicas, y a fe que lo ha logrado. Hoy la economía rusa, producto de los incentivos capitalistas de todo tipo, la inversión extranjera, especialmente del capital chino, y de haber renovado su atrasada infraestructura dispone de nuevos aires de potencia.

En el caso de Rusia, China ha entendido que dispone de un vecino con un vasto territorio, colosales riquezas naturales, una población educada y con estudios de todo nivel, pero sabe de antemano que este país sufre un proceso de despoblación, por lo cual el gigante asiático ha venido acelerando cómo invertir en Rusia a fin de copar con el tiempo a la despoblada nación euroasiática, y que le sirva de puente por medio del Tren Transiberiano para transportar sus mercancía por la “la nueva ruta de la seda” de Oriente a los mercados occidentales. En este sentido, la ruta Pekín, Ulabaatar, Novosibirsk, Kazán, Moscú (estas tres ciudades, amplios territorios rusos) y Minsk, Bielorrusia, y de ahí a Polonia, y por ende a Occidente, y más que ser parte del interés chino estas acciones, representan para Rusia la modernización de sus vías de comunicación e inversión de grandes capitales chinos. Rusia lo sabe, lo entiende, acepta, y aprovecha la expansión china también con beneficio propio.

Pero Rusia también ha vuelto por sus fueros en sus antiguos territorios soviéticos, precisamente la región de Asia Central que comprende Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán resulta un área geoestratégica de interés para grandes potencias, y en el caso ruso, provee cooperación en seguridad con la idea de garantizar la estabilidad regional. China, por su parte, promueve sus relaciones basadas en comercio e inversión. En este contexto, históricamente Rusia se muestra como la potencia dominante en la región al orientar la cooperación política y militar, al tiempo que China hace efectiva la cooperación comercial. Pero Rusia no se queda atrás.

Y quienes no lo saben, Rusia ha demostrado su músculo de potencia no solo al recobrar su antiguo territorio soviético de Crimea, en donde permanece la base de la armada rusa en el Mar Negro, sino que, ante el bloqueo occidental por su proeza de recuperar su historia, fue capaz de construir en menos de un año un inmenso puente entre Rusia y Crimea, con tren incluido, demostrado con esto que es capaz de sobreponerse a cualquier adversidad occidental. Y no contentos con el trato chantajistas que le estaban dando sus exsocios socialistas de Europa Oriental con el paso del gasoducto Siberia-Occidente, construyó en tiempo récord el gasoducto Nord Stream a través del Mar Báltico, comunicando y llevando el gas de Siberia hasta Alemania sin necesidad de pagarle peaje o servidumbre a ningún país. Y no contentos con esto, hoy Rusia le suministra gas a China por medio del gasoducto Siberia Power, llamado "acuerdo del siglo" entre el grupo Gazprom de Rusia y la Corporación Nacional de Petróleo de China, que tuvo una inversión de 55.000 millones de dólares, y que, a lo largo de 3.000 kilómetros, suministra 38.000 millones de metros cúbicos de gas al año a los chinos, en un contrato que durará 30 años desde 2019, y reportará un estimado de 400.000 millones de dólares en ese periodo a Rusia.

Pero cuidado, hoy se teje un eje más amplio, un verdadero fantasma, es el eje Beijing-Moscú-Teherán, gigantesco en términos demográficos, con una población en conjunto que representa casi 1.700 millones de habitantes. Enorme, desde el punto de vista geográfico, con 29 millones de kilómetros cuadrados y una economía que en conjunto representa el 22 % del PIB mundial. Además, con dos de sus integrantes: China y Rusia, que forman parte componente del exclusivo club nuclear y miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el respectivo derecho a veto. El nuevo eje está dotado, igualmente, de un poderío militar, capaz de contrapesar, en las áreas de disputa, en el campo naval, terrestre y aéreo, a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) así reconocido por altos mandos de la Alianza noratlántica y los propios análisis de los Think Tank, vinculados tanto a la OTAN como al Pentágono. Biden por eso teme, por eso ha salido corriendo del Medio Oriente; sabe que necesita recursos, la fuerza ruso china le ha hecho entender que por ahora tiene que detener sus incursiones imperialistas, incluyendo a Latinoamérica, porque el oso y el dragón tienen hambre de supremacía. Y lo están logrando.

Es hora que Colombia mire con otros ojos el nueve eje político, porque también es económico.

 

 

 

 

 

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