Umberto Eco contra los medios de comunicación

Umberto Eco contra los medios de comunicación

En 'Número Cero', su último libro, el italiano trata sobre este tema

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junio 19, 2015
Umberto Eco contra los medios de comunicación
Portada libro 'Número Cero'

Si usted abrió este link sólo por su titular, es usted el ejemplo perfecto de lector hambriento que retrata Umberto Eco en su último libro Número Cero. Y es que a veces no somos capaces de dimensionar la capacidad de los medios de comunicación para cautivarnos, entretenernos y persuadirnos. No se trata únicamente de los intereses de los grupos económicos detrás de ellos, se trata de cómo un titular, una sola palabra o si acaso un entrecomillado, es capaz de evocar juicios de valor en el lector, de sembrar sospechas con intenciones ocultas, o de mandar mensajes encriptados para mantener o cambiar el status quo.

La creación de “Domani”, un medio que solo tendría doce ejemplares, es el contexto con el que Eco retrata los medios de comunicación italianos. Una parodia que no se aleja mucho de la realidad: la dictadura de los titulares, el orden predilecto de la información para que opiniones parezcan hechos y los hechos opiniones. El desequilibrio informativo de elegir una sola fuente, como una verdad construida, edificada e intachable. La censura de la verdad, en la que basta con omitir algunas cifra, algún dato o algún nombre para parcializar del todo la noticia. La divulgación de los avances un proceso legal, que desconocen el principio de presunción de inocencia, y que comprometen cualquier reputación con severas condenas impuestas por el gran juez: la opinión pública.

En la novela, Colonna, el protagonista, es designado como redactor jefe de Domani, el nuevo medio de comunicación que promete revolucionar Italia en 1992. De acuerdo con Simei, director de Domani, el proyecto no tiene intenciones de recopilar noticias y opinión ordinarias, sino que se trata de un diario que si está dispuesto a decir la verdad. Mientras un equipo de 6 periodistas se lanzan incrédulamente en este nuevo proyecto, el director y el redactor jefe se saborean de la farsa que tienen preparada para sacarle provecho al poder de la información. Y es que el proyecto en realidad es la coartada para deleitar a su principal benefactor, un extravagante magnate llamado Commendatore, cuyo interés es  orquestar la farsa para abrirse paso entre los círculos financieros, políticos y medios tradicionales.

La iniciativa radica en crear un medio para desarrollar doce números cero, que en la jerga periodística de los viejos medios, son números que se editan para no ser publicados. Las ediciones son desarrolladas con la notoriedad de que las fechas están invertidas: es decir, que no narrarán hechos que ya sucedieron, sino aquellos que están por suceder. La trampa consiste en hacer creer a los futuros lectores que las ediciones fueron sacadas antes de que se conociera la noticia, y que este medio fue el único capaz de predecirlo. Al lector basta manipularlo con ligar algunas suposiciones, hechos y probabilidades, una invitación entre las líneas para incentivar los juicios de valor, y violà. ¿Extremista? No tanto, nos han engañado con menos. Noticias con suficiente carga para aterrar y hacer temblar a cualquiera que tenga algo que perder. Sin embargo, entre conspiraciones acerca de la muerte de Mussolini y una historia de amor, la iniciativa se complica para desencadenar una reflexión extraordinaria sobre la comunicación de esta época.

El texto, más allá de la trillada temática de la parcialidad de los medios, esboza una crítica al lector. Ese lector que calla por desconocimiento o por conformismo ante una noticia con una sola fuente, del que se deja engatusar con la atracción fatal de un titular banal, del lector con la moral fácil de escandalizar, o del que tiene muchos ideales y más bien pocas ideas. Lectores que suelen satisfacer su hambre informativa con una miscelánea de noticias, entre los escándalos de moda, la última dieta de Hollywood, las promesas rotas de los políticos, la nota amarillista y claro, las discusiones democráticas (porque no se puede perder toda la credibilidad).  Y es que decir que no, sería negar la razón que a usted lo llevó a abrir este link.

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