Sobre Uber y otros demonios

Sobre Uber y otros demonios

"Este nuevo jugador se está quedando con una tajada de la torta sin haber pagado por ella (el cupo), y eso tiene furiosos a los jugadores antiguos que pagaron un dineral"

Por: Alberto Mario Cortés
mayo 10, 2017
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Sobre Uber y otros demonios
Foto: Radio La Primerísima

Dejé mi carro en un lavadero de Montería, ciudad donde resido, y como de costumbre, abrí la app de Uber para solicitar un vehículo. Nada disponible. Me tocó esperar más de 10 minutos hasta que el primero apareció. Entonces recordé con indignación que desde el Ministerio de Transporte se sigue intensificando la persecución a esta empresa y su servicio “ilegal” de transporte y me pregunté: ¿será que están logrando su absurdo cometido?

Perseguir a Uber es un sinsentido y aquí explico por qué. En 1993, se emitió en Bogotá el decreto 613 mediante el cual se cerraba el incremento de taxis nuevos en la ciudad para que salieran los de más de cinco años de servicio y entraran vehículos nuevos a ofrecer el servicio. Fue entonces cuando se creó el "derecho de reposición", conocido popularmente como el "cupo". Esta norma pretendía renovar la flota y evitar el exceso de taxis al limitar los cupos. La medida se generalizó en todo el país. Pero de buenas ideas está lleno el infierno. Las ciudades y la demanda por el servicio siguieron creciendo y los cupos siguieron restringidos, generando una distorsión que creó un mercado paralelo de compra y venta de estos entre quienes querían entrar al negocio y los que ya estaban adentro.

Todo funcionaba así hasta que llegó Uber con su "app" que permite a cualquier persona que tenga un vehículo ofrecerlo para transportar a otros. Uber calcula el costo de cada transporte con la información del GPS del celular del conductor, sin un taxímetro que se pueda adulterar. Me envían el mapa del recorrido y si me parece que no me llevaron por una ruta ideal hago el reclamo. El reembolso no tarda más de un par de horas. Si el conductor no maneja bien, no respeta señales de tránsito o no me gusta su atención, lo califico mal. Si varios usuarios lo califican mal, es expulsado de la plataforma. Por primera vez siento que como usuario tengo la sartén por el mango.

Por el lado de la movilidad, los vehículos de Uber (UberX) no generan más trancón porque ya hacían parte del parque automotor de la ciudad. Los conductores son personas que se conectan a la aplicación para generar ingresos extras. Tampoco es necesario que la administración de turno realice estudios de ‘demanda insatisfecha’ del servicio para determinar la oferta de cupos en la ciudad. Uber también solucionó eso. En las horas pico la tarifa empieza a subir para incentivar a los que tienen el vehículo guardado a que ofrezcan el servicio y poder satisfacer la mayor demanda. Al mismo tiempo, si la tarifa sube demasiado en esos momentos, muchos usuarios prefieren optar por el taxi tradicional, disminuyendo automáticamente la demanda por el servicio de Uber. Gracias a esta tecnología se regula en tiempo real la oferta con la demanda.

¿Entonces cuál es el problema? Este nuevo jugador se está quedando con una tajada de la torta sin haber pagado por ella (el cupo), y eso tiene furiosos a los jugadores antiguos que pagaron un dineral por estar ahí. ¿Y la solución? Mercado hay para todos. El gobierno podría fácilmente recaudar impuestos de una empresa cuyas ventas son pagadas casi en su totalidad con tarjeta de crédito, aplicando una retención en la fuente al servicio. También podría exigirle a Uber una póliza de seguros similar a la de los taxis. Y por último, la medida más importante que deberían tomar es la de eliminar por completo el sistema de ‘cupos’. Este tenía sentido cuando había que restringir la oferta para no inundar las calles de taxis, pero esta empresa ya solucionó el problema con tecnología que regula en tiempo real la oferta y la demanda, como ya lo indiqué.

Travis Kalanick, fundador de Uber, es hoy el coco de los taxistas del mundo, al igual que Thomas Edison con su bombilla eléctrica fue el coco de las refinerías de kerosene, que eran las proveedores del insumo principal con el que se iluminaba el mundo en su época. El avance de la tecnología en beneficio de la sociedad no se puede detener y el Ministerio de Transporte con sus absurdas medidas está tratando de espantar al demonio equivocado. Ojalá se imponga la posición del Ministerio de las TIC en este importante asunto.

(En octubre del año pasado me publicaron esta columna de opinión en el diario regional El Meridiano de Córdoba, la cual edité para publicarla ahora por este medio. A continuación transcribo una versión editada y actualizada).

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