Trump contra Adam Smith

Trump contra Adam Smith

En los manuales de economía se lee que el libre comercio hace ricas a las naciones, el problema ahora es que el presidente no se está tragando el cuento

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
noviembre 16, 2018
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Trump contra Adam Smith
Foto: Government Press Office of Israel - CC BY-SA 4.0 / Harvard University's Visual Information Access

En algunas películas de ciencia ficción se ve cómo el héroe atraviesa una especie de puerta líquida y se lo traga el otro lado del tiempo. Trump atraviesa esa membrana y se va contra Smith que ignora de qué siglo viene.

Claro, fue Adam Smith, un genio donde lo pongan, quien en La riqueza de las naciones estableció las leyes gravitacionales estrictamente newtonianas para que todas las naciones giraran en la órbita del sistema planetario de entonces; Inglaterra, cual sol central dispensador de energía radiante, merced al liberalismo económico. Pero no era física teórica. La teoría económica devenía no en un proceso científico de dilucidación de las realidades sociales y políticas derivadas, dispuesta para hacer feliz a la humanidad; si no en un dechado ideológico da captura de la mente de las burguesías rodillonas del mundo. Inglaterra entonces fue el imperio, la que mejor pensaba el orbe tras sus naves; las mejores universidades de gestión del pensamiento, la que los engañó a todos. ¡Una pequeña islita de gentes muy pero muy sagaces! Habían inventado el liberalismo como burla. Y el neoliberalismo actual es copia al calco con algunas crueldades agregadas cual coágulo.

Hasta hoy se lee en manuales de economía, fundados en la matemática neoclásica, que el libre comercio hace ricas a todas las naciones tal y como lo sostuvo vehementemente Smith. El problema es que ahora Trump, que pudiera ser el líder, no se está tragando el cuento. Y no lo está deglutiendo porque, tras la caída del campo socialista, el libre cambio chino de 1200 millones de habitantes podría tragárselo a él cual triste tigre de papel. Conclusión: ¡Fin del librecambio! ¡Hay que cambiar de ideología y convencer a las nuevas burguesías rodillonas que por cuatro siglos estuvieron convencidas! ¡Nuevas revoluciones se avecinan en el terreno de las ideologías! ¡Nuevas ideologías histriónicas!

Ahora las que se impondrán son las guerras comerciales pues son más fáciles de ganar ha dicho el gran histrión. Sin embargo, en esto hay un pequeño problemilla bastante insidioso que resolver. Karl Polanyi, el teórico de La gran transformación, sostiene irrefutable que el comercio mundial realiza en realidad la socialización global de lo que antes hacían las guerras de rapiña entre clanes y luego entre estados. Por lo tanto guerra comercial traduciría algo así como guerra a la guerra y no hay forma de suavizar, y menos con lingüistas torpes como Trump, tal espíritu contradictorio. Lo que estoy diciendo es que Trump quiere obligar al mundo de las naciones ricas a decir que guerra a la guerra no es la paz sino guerra y, como es apenas natural, el mundo de esas potencias del mundo, acostumbradas a pelechar en el viejo paradigma, no lo está entendiendo. ¡Y es que hacer revoluciones en esta época sí que es difícil!

Mientras tanto, Inglaterra ha dejado de ser sensata y se embarca en su Brexit. Ya no puede ser el faro de las ideologías triunfantes.

Pero hay problemas adicionales peores en este cuento que hacen crispar los nervios. Las guerras mundiales de alguna forma se armaron para impedir que Alemania se convirtiera en potencia mundial tras apoderarse de Europa formando un imperio que hubiera achicado prematuramente a Inglaterra. En ese sentido, Hitler fue tan ambicioso como estúpido: unió a todos contra él. Quien se encargó de desnudarlo en público fue un terrible monstruo de la política: Winston Churchill. Churchill se dio cuenta, fumándose uno de sus interminables puros, o al final de su último trago de beodo, que los días de gloria de Inglaterra habían llegado a su fin, pero otro imperio asomaba y de su misma sangre allende los mares y rápidamente se coludió con aquella emergente potencia que ya se relamía.

Y, ahora, Alemania no es el enemigo, aunque algo de la ideología de un alemán subsiste tras los entretelones chinos: Karl Marx, redivivo.

Y entonces llegamos a dónde queríamos llegar. La consigna América First Again puede hacer que China, forzada por una aguda guerra comercial, pueda subvertirse nuevamente y en vez de una nueva potencia capitalista tengamos la primera potencia marxista triunfante del planeta de camino al comunismo a pasos de gigante. ¿Arrastrará ese poder a Europa por la nueva ruta de la seda?

He leído que: “China «se puso de pie» bajo Mao Zedong, «se enriqueció» bajo Deng Xiaoping y se está «volviendo poderosa» bajo Xi Jinping”.

Hay que hacer un esfuerzo en el discurso para dejarlo lo más claro posible hasta que no parezca risible. Trump es tan estúpido que puede estar repitiendo el mismo error que su sangre alemana hitleriana le manda: unir al mundo contra él. Para nadie sería preocupación si se hundieran él con todos sus filisteos pero igual muchos, filisteos e inocentes, se irán de este mundo con la caída de ese tabernáculo con pies de barro.

Claro, el asunto no es tan fácil. Ya se supo que fuerzas clandestinas al interior de su mandato impiden que Trump haga lo que puede desear. Las llaves de las bombas nucleares están lejos de sus garfios de arlequín. La reciente gira en Europa para gestiones de la cuasi extinta OTAN mostraron los estragos existenciales de la mitaca: los ricos también lloran, descansa el mundo. Mientras Europa lo zafa de taquito, Trump descargará su ira, ya hace lo mismo que Melania, no contra el senado republicano que todavía necesita sino sobre sus pobres subalternos. Pero esto es muy circunstancial y anecdótico, aunque da señas del daño. Vayamos más al fondo.

¿Será que la histeria de Trump contra China conflagrará nuestra América utilizando a Venezuela como trompo de poner? A América no le conviene geopolítica ni geostratégicamente que caiga Estados Unidos como imperio pero por muy poco americanos que hayan querido ser eso no nos obliga a enterrarnos con ellos.

Al oído sordo y voluntad mezquina de nuestras oligarquías esto debe sonarles a exabrupto, pero no por eso dejará de ser cierto. Así como Europa, y lo ha dicho Macron y la Merkel, ya no Inglaterra segregada por su Brexit, América debe separarse de EUA y, si es del caso tener su ejército y geopolíticas propias pues ellos no solo no nos han defendido jamás, ahora menos lo harán. Estamos en plena fase de guerras intercapitalistas, en la nueva repartición del mundo con las armas más letales, quizás sin ejércitos. Si nos meten en una guerra llevaremos del bulto y ellos se lavarán las manos si no es que ayudan a desmembrarnos. Cualquiera guerra es un lodazal interminable. No existe en nuestras élites inteligencia suficiente para hacer la guerra. No de esa talla.

Necesitamos armar una OTAPS, Organización del Atlántico y Pacífico del Sur. En el propio patio trasero de un imperio que se desmorona.

Quizás haciéndola aprendamos algo que hemos debido hacer desde ha mucho, pero las rodillas sangrantes no nos dejaron emprender.

* Notas. Sobre las fases de la China moderna aparece en “Hacer que China vuelva a ser marxista”; algo así como China Marxist Again. Alguna referencia a Adam Smith la refresqué en Le Monde Diplomatique.

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