Poco importa a qué tolda política se pertenezca en Macondo. Les importamos poco o nada a los ocupantes actuales de la Casa Blanca. Maduro, el sátrapa, con mejor relación con Trump. Quien lo creyera.
Algunos acá se comen el cuento de que tienen ascendencia con el gobierno de los EE. UU. Que el Secretario de Estado, Marco Rubio, casado con colombiana, “nos servirá de palanca”. Que Bernie Moreno, hermano del Luis Alberto, le habla al oído al hombre naranja del peluquín. Que los senadores republicanos de Florida… ¡Bah!
Lo de Petro, aquella madrugada del 26 de enero, pasa a quinto plano. Hoy es intrasecendente la ausencia de diplomacia de aquel domingo, así como sus contradicciones de trino a trino. O si estaba o no de rumba. Tampoco importan su encarnación en Aureliano, ni su insensibilidad frente al daño que podría habérsele infligido a la producción y el empleo nacionales, grave peligro superado gracias a Murillo y García-Peña. Por ahora.
Trump, presidente convicto y negociante, se está encargando de trapear con sus aliados más cercanos.
Sin necesidad de que Claudia Scheinbaum y Justin Trudeau devolvieran aviones con deportados, le ha clavado La Casa Blanca a México y Canadá los aranceles con los que Trump nos había amenazado: 25 %. Los lleva, rápidamente, a una guerra comercial que arrastrará a los consumidores y hogares gringos, que pagarán los platos rotos con más inflación y escaseces varias.
Se nos olvida que Trump trapea con propios y ajenos. El irrespeto con que, en las primarias de 2016, trató a su actual secretario de Estado, “Little Marco”. Con lo cual aludía no solo a la estatura, sino a la supuesta falta de seriedad.
A Ted Cruz, un lagarto senador, lo apodó “Lyin’Ted”, el mentiroso. Y al pobre hermano de Bush, “Low energy Jeb”, el hombre sin pilas. Sin que hablemos de sus burlas a personas en situación de discapacidad, a miembros de las fuerzas armadas, hijos de migrantes. Y ni qué decir de los epítetos a Hillary Clinton (alentaba el coro de “encarcélenla” con su audiencia de enardecidos cuellos rojos).
Destructor de la democracia, indultando criminales que asaltaron el Capitolio el 6 de enero de 2025, asesinando policías.
Lo de Petro, entonces, se queda, por ahora, en la retórica local. Ojalá tenga la inteligencia de saber lidiar con el matón sin arriesgar nuestro fragil aparato productivo, como lo hizo el domingo aquel.
Trump nos lleva a un escenario que uno pensaba era muy tercermundista: el del escándalo de cada día, que tapa el de ayer.
Le atribuyó a Obama y Biden, por ser defensores de las políticas DEI (diversidad, equidad, inclusión), la responsabilidad en el accidente del miércoles pasado entre un avión con 60 pasajeros y un Black Hawk militar.
Pateó tratados internaciones como el Acuerdo de París y el acuerdo tributario de la OCDE.
Perla sorprendente fue la legitimación de Maduro
Perla sorprendente fue la legitimación de Maduro. Un enviado de Trump , Grenell, se entrevistó con el dictador. Pequeña victoria de Trump (la entrega de seis prisioneros norteamericanos) y gran triunfo de Maduro, que se siente legitimado. Se habla de un nuevo comienzo de las relaciones bilaterales. Pobre María Corina y lo que representa.
Y terrible: 600 mil venezolanos, legalmente llegados a Estados Unidos, pierden el estatuto de protección temporal (TPS). Ahora son deportables. Competentes venezolanos que no caben en las categorías de Trump: narcotráficantes, asesinos, violadores. Qué estupidez la del actual gobierno de los Estados Unidos.
Maduro con mejor estatus frente a Trump que Petro. Quien lo creyera. El cuento criollo de la dignidad queda en entredicho. Petro, suave, legitima a Maduro; Trump, como seda, a Maduro.
En pocos días sabremos la magnitud del tiro en el pie que Trump le propina a la sociedad norteamericana. Las retaliaciones de Canadá y México no son menores, Energía, petróleo crudo, bienes de consumo y de capital, vehículos… Veremos los precios en las tiendas.
Lo anterior sin hablar de Musk, el cavernícola magnate de la tecnología que alienta a la extrema derecha europea y se refiere a la USAID, el formidable brazo del estado norteamericano para la cooperación para el desarrollo, como un nido de delincuentes.
Como dice Borges: Todo proyecta su sombra. Pronto seremos testigos del rebote de las cretinadas que están emprendiendo estos miopes voraces.
Del mismo autor: Un delincuente convicto (y adulado) en la Casa Blanca