Tres buenos restaurantes campestres cerca a Bogotá para ir a almorzar los domingos, según la IA

Tres buenos restaurantes campestres cerca a Bogotá para ir a almorzar los domingos, según la IA

A menos de una hora y media de Bogotá hay restaurantes donde la comida, el ambiente y los precios se combinan para un plan perfecto. Aquí hay 3 buenas opciones

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abril 27, 2025
Tres buenos restaurantes campestres cerca a Bogotá para ir a almorzar los domingos, según la IA

A veces, Bogotá pesa. Sus trancones, su cielo encapotado, su ritmo que no sabe de pausas. Y entonces, un domingo cualquiera, uno siente el impulso: salir, escapar, respirar un poco de campo y sentarse a almorzar donde el plato llegue humeante y la vista no esté hecha de concreto.

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Muy cerca, en las montañas de La Calera, está El Tambor. Es un lugar sin pretensiones, donde el lujo es el aroma de las carnes asándose al carbón y la libertad de comer sin apuros. No hay meseros ni formalidades: uno mismo pide, recoge su bandeja y busca un rincón entre las carpas y los árboles. Ahí, entre costillas jugosas, arepas recién hechas y papas doradas, la ciudad empieza a borrarse. De fondo suena música en vivo, los niños corren entre caminos de piedra, y el almuerzo se convierte en un pequeño picnic, como los de antes.

Más al norte, en Chía, Andrés Carne de Res es otro tipo de escape. No es un restaurante, es un universo propio: colorido, bullicioso, magnético. Entrar a Andrés un domingo es aceptar que el almuerzo no será solo una comida, sino una celebración. Hay platos para todos los gustos —sobrebarrigas tiernas, costillas que se deshacen al primer toque, tamales envueltos en hojas que todavía huelen a leña— y una energía que empuja a quedarse horas y horas. Aquí, los brindis no tienen hora y las carcajadas se mezclan con los acordes de una guitarra o el pregón de un mesero disfrazado de poeta.

Un poco más allá, también en Chía, El Pórtico ofrece otra clase de respiro. Con su arquitectura colonial, sus jardines enormes y su ambiente familiar, este restaurante lleva décadas siendo uno de los favoritos para almorzar fuera de Bogotá. Aquí todo es generoso: los platos de lechona, los ajiacos humeantes, los cortes de carne jugosos servidos en platos de barro. Es fácil quedarse después del almuerzo, paseando entre los árboles, viendo a los niños correr en el césped, mientras la tarde se estira y la ciudad parece un recuerdo lejano.

A menos de una hora de Bogotá, cualquiera de estos tres destinos ofrece algo que en la ciudad se vuelve cada vez más raro: almorzar sin mirar el reloj, respirar sin prisa, recordar que el domingo no tiene que ser un día para correr.

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