En este país pasan cosas tan curiosas que a uno solo le queda reír para no llorar. Colombia es tierra de contradicciones: tenemos más celulares que habitantes, alrededor de 100 millones de líneas móviles activas, pero el internet sigue siendo lento y desigual. En velocidad de banda ancha móvil, ocupamos el puesto 16 en América Latina, apenas por encima de Venezuela y Bolivia. En otras palabras, estamos más conectados por cantidad que por calidad. Y ahora, para completar el panorama, la Corte Constitucional decidió regularnos ¡la ñapa!
La ñapa digital, pa’ que me entiendan, era ese regalito o cortesía que traen los planes de datos, otorgando acceso gratis a WhatsApp, Facebook e Instagram. Esa ñapita, para mucha gente, era la única ventana al mundo, porque el saldo no alcanza pa’ navegar en Google, ni pa’ TikTok, ni pa’ nada que no venga con cero consumo.
Con la sentencia C-206 de 2025, impulsada por la abogada Ana Bejarano y su organización El Veinte, ahora los operadores móviles ya no podrán decidir cuáles apps se dan gratis: el usuario tendrá que escoger. Y aunque suena bonito en teoría que el usuario elija qué usar, en la práctica esto se convierte en una barrera más para millones de colombianos que no tienen cómo pagar planes completos y, pa’ colmo, ahora están ad portas de que los grandes operadores eliminen ese “bonus track” o ese encime como gancho diferenciador frente a otros.
Con esto recuerdo al señor Juan Lafuente (q. e. p. d.). Un día, en su tienda Los Arbolitos —diagonal a la esquina del Albercón del Pie de la Popa—, cuando le pedía la ñapa, me daba con cariño un confite llamado Morita. Pero ¡ay de quien osara pedirle otra cosa! Porque nos mandaba para el carajo.
Desde el discurso jurídico se dice que esto protege la neutralidad de la red. Que Meta no debería definir lo que usamos. Pero me pregunto: ¿qué neutralidad puede haber si la mayoría de la gente solo alcanza para conectarse por cuenta de la ñapa?
La Corte dio un año para que las empresas se adapten. Y ya se escuchan advertencias de subidas de precios. Ana Bejarano dice que eso es presión de los operadores, pero quienes caminamos en barrios populares sabemos que, en este país, cualquier excusa es buena pa’ meterle 5.000 pesos más a la factura. Porque aquí, todo lo que huele a regulación termina oliendo a más pobreza.
Esto no es una defensa de las grandes plataformas de telefonía móvil. Es un llamado a mirar con lupa, lo que se legisla desde las alturas sin pisar tierra. Porque, en este país, muchas veces la ley suena bien en Bogotá, pero huele mal en Cartagena, Sincelejo o, como le llamamos, a todo lo que no es la capital, la provincia.
Regular la ñapa, sin garantizar acceso universal, puede terminar siendo una cachetada elegante al que sobrevive con lo mínimo. Y yo me pregunto: ¿será que la Corte está conectada a internet, pero se desconectó del pueblo?
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