¡Todos llevamos un Teófilo Gutiérrez en el corazón!

¡Todos llevamos un Teófilo Gutiérrez en el corazón!

"Los chicos imitan a los futbolistas, aprenden desde las jugadas hasta cómo fingir las faltas"

Por: Jorge Asmar
agosto 03, 2017
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¡Todos llevamos un Teófilo Gutiérrez en el corazón!
Foto: Hansel Vásquez

Teófilo Gutiérrez, excepcional futbolista, gambeteador y lujoso con el balón, deslumbra las canchas de fútbol con sus pases y sus goles. Actualmente, es la estrella que brilla en el Junior de Barranquilla y que le está dando alegría a la hinchada tiburona.

Pero, no todo es alegría y carnaval, desde pistolas de balines en los vestuarios hasta puños con los compañeros en los entrenamientos, Teo es ese jugador que como dirían en la cancha: “se le zafa la cadena”, y sí, a ratos él hace una que otra “equivocación”, y cuando lo hace diría un barranquillero —y acá cito un dicho costeño, o sea lea esta parte con acento costeño— "¡Mandas huevo, no joda!"

La cuestión gira en torno al partido del domingo 30 de julio del Junior vs Atlético Nacional, Teo fingió un golpe que le dio Aldo Leao, amonestaron al jugador del equipo paisa y bueno, 2 goles del Junior. Se fueron de jeta unos hinchas porque rompieron el soporte de una tribuna, se acabó el partido, ganó el Junior, todos felices, gritaron: Junior tu papá, lo demás vale una…  y ya saben el resto del cántico, en fin, un partido redondo para el querido Teo.

Pero…  (Segunda vez que uso un párrafo que inicia con pero, la dicha nunca es completa) vaya sorpresa, la DIMAYOR, al fin, decidió usar la tecnología para aplicar castigos que los árbitros no pueden ver (al menos dicen no verlo) y revisando la falta de Aldo a Teo descubrieron una pequeña actuación del jugador del Junior digna de salir en la Rosa de Guadalupe, y también de un castigo de 2 semanas sin poder participar en cualquier actividad que tenga relación con el fútbol y la bobadita de $44.263.020 de pesos. El chiste le salió caro a Teo.

En las discusiones futboleras, muchos opinan que no importa, lo que vale es el resultado, no importa el cómo, ganamos y listo. Otros más justos dirían que la nobleza del fútbol se ensucia con este tipo de actos. Sin embargo, y aunque no lo crea, ambos tienen razón. Los dos pensamientos tienen cabida en la discusión porque el fútbol representa el contexto popular de una sociedad, es la manifestación en escena de un acto de ventaja y de búsqueda del triunfo. Entonces no vengamos de puristas o fatalistas a criticar a un jugador cuando todos hemos hecho una “Teófilo” en la vida.

Domingo en la mañana, su esposa le dice que deben visitar a su suegra, usted con ganas de ver televisión y no querer salir finge estar enfermo o agotado por el trabajo. Esquiva la visita y de paso le pone tarjeta amarilla a su esposa por interrumpir su descanso. Lunes 8 de la mañana, usted no quiere ir a trabajar, definitivamente el guayabo no lo deja moverse. Finge una enfermedad en la EPS, y gracias a los exhaustivos y exigentes exámenes médicos que hacen le dan un acetaminofén y un día de incapacidad, y de paso, tarjeta amarilla a su jefe por no creerle en su enfermedad. Salida con sus amigas, su novio de marcaje intenso, (aprovechando el glosario de términos futboleros) no la deja salir sola, qué hace ella, finge una salida con algún familiar. Digamos que la mamá se presta para hablar con el novio, lo bloquea, y le deja la banda libre a la novia para centrar y hacer un golazo con sus amigas. De paso, tarjeta amarilla al novio por intenso y premio a la mamá como la jugadora de la cancha por hacerle una asistencia a su hija.

Lo ven, puede que a usted no le aplique alguno de estos ejemplos, pero todos en algún momento hacen una maniobra que le permita una vía libre para lograr lo que quiere, sacar una ventaja fingiendo algo sin importar la moral.

Martín Caparrós el día 2 de agosto escribió para el New York Times acerca de la vorágine multimillonaria de Neymar del Barcelona F.C. al PSG, y él mencionaba algo muy importante: Pero, más allá o más acá de esos negocios, hay algo que vale más que nada: el fútbol establece un modelo. Gracias a la televisión globalizada, el mundo rebosa de chicos que quieren ser como sus ídolos.

Los chicos imitan a los futbolistas, aprenden desde las jugadas hasta cómo fingir las faltas. Luego estos pequeños crecen, algunos jugarán otros no, pero queda inserto en su comportamiento el buscar formas para sacar ventajas a partir de una actuación. Entonces hablamos de una cadena de manifiestos de actuaciones que se basan en comportamientos sociales mal adaptados que muchos  aplauden y varios promueven.

El “Teófilo” que debemos mantener es aquel que golea y conmueve, no aquel que genera polémica y discusiones y que nada tiene que ver con lo deportivo.

Acá aprovecho para decirle al señor Aldemar Martínez quién en su publicación señalaba que: a Teo le tienen bronca por ser costeño, que los cachacos somos despectivos con el jugador del Junior, y no, no tengo nada en contra de los costeños, de hecho creo, valoro y promuevo todo lo que la cultura costeña brinda a los colombianos, son baluarte de nuestras raíces, lo que no comparto sin importar de qué ciudad sea o qué profesión tenga es: que alguien saque ventaja a través de la trampa y fingir es hacer trampa, entiendo su defensa, pero hay que ser objetivos con estos temas, no subjetivos y nublarse en manifiestos que solo generan discordia.

Me queda como dijo Totono Grisales: ese sin sabor amargo, por la tendencia a juzgar y apuntar, a sentirse ofendido cuando se es descubierto,  y no a recapacitar en que los deportistas son el reflejo de lo que somos. Es fácil criticar y señalar a todo el mundo, pero está siendo complicado reflexionar y reconocer el error.

A Teo como hincha de River Plate le debo ese partido maravilloso en Belo Horizonte contra Cruzeiro en la vuelta de la Libertadores de 2015, ese día jugó maravilloso, demostró lo mejor de un profesional manifestado a través de un balón, nostalgia futbolera.

Es momento de sentarnos en la banca un tiempo para que cambiemos esos ademanes y dejar de ser ventajistas, pensar, analizar y actuar como debe ser, apartar ese pensamiento de victima y así entrenar nuestros valores para poder ser el próximo Balón de Oro en ética y comportamiento.

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