Todo bien... y la educación en crisis

Todo bien... y la educación en crisis

"Lo que tenemos hoy, en estos tiempos de pandemia, es un paliativo a la soledad o la desesperanza, pero no educación"

Por: cesar arturo castillo parra
abril 06, 2021
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Todo bien... y la educación en crisis

Es nota característica de la burocracia estatal negar los problemas y decir que todo va bien, aunque sea directo al despeñadero, como lo evidenciamos en la actitud que han asumido desde el Ministerio de Educación en Colombia. Mientras la educación en su conjunto va dando muestras de aproximarse a una catástrofe, la ministra puede estar contenta porque ha conseguido sostenerse en el cargo. Ella trata de sacar pecho con el cuento de la alternancia y ha logrado mover con destreza los hilos de la politiquería en las universidades públicas, como sucedió hace poco en la Nacional. Por supuesto que el uribismo en el futuro dirá que todo lo malo fue culpa de la pandemia y de Fecode, mientras que lo bueno fue el fruto de una savia política de Estado.

La crisis de la educación no es de ahora por muchas razones entre ellas, el proceso de privatización, porque los gobiernos siempre han preferido invertir en la guerra para defender los intereses económicos y políticos de las elites y también porque se ha producido un cambio en las aspiraciones de los ciudadanos, que guiados por el espíritu modernista de los mafiosos, ya no quieren saber de cosas que impliquen esfuerzos mentales como las que demandan las artes poéticas. Lo que importa hoy son: “el goce de la vida”, el mundo del circo farandulero, y la consecución del dinero rápido y fácil. Por eso no faltan los miopes que dicen que para “salir adelante en la vida no hay necesidad de ir a la universidad, solo hay que tener el valor para crear empresa”. Muchos no lo saben, pero a la universidad no se va por dinero, sino a formarse como seres humanos, capacitándose en unas especialidades, haciendo deporte, compartiendo con sus futuros colegas e incluso se va a conocer los primeros placeres de la carne o el amor. Para mí son los mejores años de la vida.

El ministerio y los grandes medios de comunicación en manos de esas elites de multimillonarios, en lugar de ayudarnos a comprender el origen de los problemas, lo que están haciendo es tratando de vendernos unas soluciones fantasiosas para poder seguir explotando a la gente. Aunque desafortunadamente muchos se están tragando el cuento ya por esnobismo, por intereses individualistas o simplemente por ignorancia, nuestra tarea será construir un nuevo modelo de educación para que todos tengan la oportunidad de escoger entre ser líderes o peones.

Si el lector presta atención a lo que dicen los modernistas del Estado y los medios de comunicación verá cómo nos argumentan que el futuro de la educación está en la competitividad y las mejoras tecnológicas. Nos dicen que hay que preparar a los jóvenes para que sean competitivos, antes que seres solidarios, que estudien carreras que les permitan ser superiores frente a sus contemporáneos y para que ayuden al país a enfrentar el reto de participar de las mieles del mercado global. A los empresarios los invitan a fundar negocios educativos o a traer franquicias universitarias porque con la competitividad, por arte de magia se producirá la calidad educativa que todos anhelamos.

Pero donde están haciendo sus mayores esfuerzos los vendedores de sueños es en hacernos creer que el futuro de la educación está en los juguetes electrónicos: computadores, teléfonos “inteligentes”, tabletas, internet de última generación, sistemas wifi, etc. Así, por ejemplo, La República titulaba Conozca las herramientas tecnológicas para impulsar la educación en casa, y El Espectador, El reto de mitigar la brecha digital para mejorar la educación. Entonces uno se pregunta: ¿acaso vamos a creer que mientras las grandes corporaciones hacen negocio, al mismo tiempo propiciaran el pensamiento crítico, la formación humanística y la educación de calidad? Difícil creerlo porque lo que necesitan son tecnócratas potenciadores del capital.

Hay que reconocer que los aparatos electrónicos están prestando un gran servicio en la distribución de la información, pero la acumulación de datos, el bochincherio de las redes sociales o de la información enciclopédica, por si solos, no sirven para formar a las nuevas generaciones pues la base real de la educación es la interacción real entre las personas. Por eso lo que tenemos hoy, en estos tiempos de pandemia, es un paliativo a la soledad o la desesperanza, pero no educación y por dicho motivo las consecuencias, si bien no las vemos hoy en toda su gravedad, mañana tendremos que remediarlos. Digo mañana, como un día X, porque lamentablemente con este gobierno que no escucha ya todo es tiempo perdido. Solo resta esperar a que termine.

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