El tipo que abusó de mí en la U. Nacional está libre

El tipo que abusó de mí en la U. Nacional está libre

Estudiante de la Universidad Nacional denuncia acto de violencia sexual dentro del campus, y la inoperancia de la Policía y la Fiscalía

Por: Ana María Rodríguez
abril 25, 2017
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El tipo que abusó de mí en la U. Nacional está libre

Todo comenzó un viernes del lluvioso mes de marzo del año pasado, el día que fui abusada en la Universidad Nacional de Colombia - sede Bogotá. Había salido de clase en el edificio de Cine y Televisión para ir a almorzar al edificio de Matemáticas en el breve break de las 2:45 p.m. Cuando volvía a mi clase caminando bajo una densa lluvia, un hombre joven de tez morena y ropa ancha se me acercó en el camino saludando para luego preguntar hacia donde me dirigía.

Considerando que fuese un visitante perdido en el campus, abundan las personas que preguntan la ubicación de diferentes edificios, "Al edificio de cine", le respondí. Luego me pidió llevarlo bajo la sombrilla para no mojarse, pues se dirigía en la misma dirección, según él. Una vez estuvo bajo la sombrilla lo único que recuerdo es su asquerosa mano apretando fuerte contra mi entrepierna. No solo me había agarrado la cola, sino que no contento apretó lo que más pudo mis partes íntimas causando un dolor espantoso. Asombrada y desencajada no sabía si era real lo que me estaba pasando ahí mismo. Lo único que atiné fue a gritar: —¡Qué le pasa enfermo!—. Miré a todos lados pero no había nadie porque en ese pasaje de la universidad no hay donde refugiarse de la lluvia. Asustada, de pronto vi como por los lados de detrás del observatorio astronómico aparecían dos compañeros, dudé un momento mientras el tipo me repetía —¡Venga que no le voy a hacer nada malo! Deje de gritar—. Corrí gritando a mis compañeros como una loca: —¡Ayuda, ayuda ese tipo me quería hacer algo!—, pero el tipo no se alejó, lo único que hizo fue reírse y quedarse ahí de pie bajo el agua. Después de entender lo que estaba pasando los dos compañeros comenzaron a perseguirlo, el tipo echó a correr hacia la 53 y en ese trayecto se fueron uniendo más personas, porque si de algo estamos orgullosos en la Universidad es de dar apoyo en cuanto persecuciones de ladrones, enfermos y de más inadaptados en el campus. Yo los seguí hasta la portería corriendo con dificultad por el dolor de la entrepierna.

Cuando llegué las cosas ya se había salido un poco de control, el tipo aguardaba dentro de la portería con la nariz rota pues al parecer uno de los compañeros le había dado con un tambo. Una horda enfurecida de estudiantes y jugadores de fútbol pedían al personal de seguridad que lo sacara de la caseta para seguir dandole puños, patadas y quién sabe qué más. El tipo comenzó a negar todo y a decir que yo era una loca: —Yo tengo una familia, tengo esposa y una hija, qué voy a estar detrás de una vieja tan fea!—. Finalmente, llamaron a una unidad de policía para que se pudiera proceder, pero todo se demoró bastante pues la policía no tiene permitido su ingreso al campus. Además, la entrega de los delincuentes que logra coger el personal de seguridad se torna un poco complicada, pues hay que técnicamente "sacarlos de la universidad". Muy amablemente la ambulancia de la universidad me llevó a recoger mis cosas al salón de clases y luego a la caseta de seguridad de la capilla. Allí comenzó el segundo abuso.

Mientras JORGE LUIS VELÁSQUEZ FRANCO se encontraba en un cuarto pequeño, sentado, esperando que llegara la policía, yo me encontraba en un cuarto contiguo con la gente de seguridad. Ellos me estaban recibiendo la declaración del incidente, pues deben dejar constancia en la universidad, y brindando orientación sobre el proceso a seguir con la policía. Una vez llegaron los policías hablaron conmigo, era la tercera vez que tenía que contar la historia en medio de mucha rabia y asco. Luego hablaron con él, y seguía negando todo. En ese momento llegó mi novio, a quién hubo que contener pues también estaba muy molesto. Tras volver a la habitación el policía que estaba hablando con Velásquez, lo que me sugirió fue peor que el abuso: —Mire, hacer una denuncia no lleva a nada, eso es demorado y es mejor que se vaya a su casa y descanse. Si quiere yo tengo al señor encerrado en la URI 24 horas y usted se evita todo el papeleo—. ¿Por quién me toma este policía?, ¿por qué me iba a cansar por ir a hacer una denuncia?, ¿en qué universidad de gente caída del zarzo cree que está? El policía estaba convencido de que un hombre que toca a una mujer de manera lasciva sin su consentimiento solo merece 24 horas en una URI, pero no contaba con que yo caminaba con dificultad por la horrorosa manera en que ese hombre me había atacado. Yo me negué, no era justo, y además me había tratado de loca, una de las cosas que mas molestan después del abuso es que se recurra a descalificar el testimonio de la víctima, y que no se reconozca el abuso. La Universidad me facilitó una camioneta de movilidad para ir a la URI de Puente Aranda. Allí me tomaron declaración de nuevo, para ese entonces ya eran las 8 de la noche.

La camioneta de la universidad me dejó en mi casa. Estaba preparando café cuando llegó mi tía y me preguntó como me había ido ese día, yo solo pude mirarla a los ojos y ponerme a a llorar. Generalmente ante un abuso, una falta de respeto o una injusticia yo me paro firme, no retrocedo y enfrento a las personas, soy lo que alguna vez alguien describió como berraquita. Pero me sentí tan vulnerable, tan frágil, tan nadie. Además hay algo que la sociedad no ha entendido en toda magnitud, y es que estos episodios de abuso, sumados a otros o a una baja autoestima (como en mi caso) suponen una serie de conflictos internos que son difíciles de explicar y mucho más difíciles de entender y enfrentar. El sábado estuve preguntándome si me habría vuelto loca, si me había imaginado esa atrocidad y el tipo estaba negándolo todo porque eso no había pasado. Repasé cada uno de mis pasos del viernes, me preguntaba si mi comportamiento había sido mal entendido, pero lo negaba. Yo estaba segura de no haber enviado ningún mensaje sugerente, le había respondido como a cualquier otra persona en el campus, no lo había visto nunca antes, mi ropa no era nada sugestiva, al contrario ese día llevaba unos leggins y sobre ellos una camisa de mi papá que al ser XXL sobre mí parece más una sábana que ropa. ¿En qué me equivoqué?

Al medio día recibí una llamada. Era la fiscal encargada que me citaba para conciliar el domingo a la 9:00 a.m. Allí llegué 15 minutos antes, Velásquez llegó 15 minutos tarde, había salido de los calabozos de la URI el sábado en la tarde. Llegó con su mamá, quién me preguntó qué quería yo, me preguntaba si quería plata. Yo de otros hombres medio lo entiendo por la cultura, pero que una mujer me ofreciera plata y me insinuara que yo me dejaría abusar por dinero era un absurdo. No justifico el abuso con la forma de vestir de nadie, pero sé que el código de vestimenta en nuestra sociedad visual si dice mucho de nosotros, no sé que le hizo pensar a esa mujer que yo aceptaría dinero como si fuera una meretriz. Finalmente entramos a la oficina, estaba asustada pero decidida. Fue horrible tener que mirarlo a los ojos y que la fiscal me hiciera afirmar cada vez que leía cierta parte de mi declaración frente a él. Después de unos minutos sentí gran alivio cuando el tipo reconoció los hechos, ahí estaba el tipo de casi treinta años, con mujer y una hija, acompañado de su mamá, reconociendo una injuria por vía de hecho, un abuso a la dignidad de una mujer. Y sentí alivio porque me di cuenta de que no estaba loca, era real lo que había sucedido. La fiscal le dijo que tendría que indemnizarme, yo no había pensado en una disculpa pública o en algo de mayor grado pedagógico, así que me tocó aceptar un acuerdo por $200.000 para terapia psicológica. Velásquez salió de la oficina a buscar a su madre y volvió con $20.000 pesos y dijo que el resto lo consignaría en una cuenta a más tardar a final de mes. Nunca consignó. La otra opción era dejarlo en la cárcel y seguir con el proceso. ¡Cómo me arrepiento de no haberlo dejado podrir tras las rejas!

Desde entonces me han llegado dos citaciones de la Fiscalía. A la primera, el 25 de Enero no pude asistir por motivos de trabajo de tesis, Velásquez no se molestó en ir a ninguna. Cuando llegué a la segunda citación a las 9:00 de la mañana en el despacho Fiscal de la Carrera 13 No. 18 - 51 Piso 6º Fiscalía 10 Local, el 6 de Febrero de este año, después de esperar hasta medio día, pues preciso ese día tembló y evacuaron el edificio, un hombre se desplomó y la brigadier era la secretaria de la fiscal. La respuesta de la secretaria CLAUDIA CRISTINA CHICA TORO fue que desistiera porque el tipo no aparecía. Lo único que se me ocurrió fue decir que era de la Nacional y que había esperado mucho tiempo a que el tipo respondiera, que con el apoyo de la Universidad haría una denuncia pública. Ante el anuncio de una denuncia la fiscal dijo que darían orden de arraigo. Salí un poco más tranquila pero con la misma zozobra, hacia meses que no pensaba en aquello.

Hoy, 24 de Abril de 2017, la fiscal me llama y me deja un mensaje en le buzón de voz diciendo que el tipo no aparece y que de malas. Yo no desistí, llamé y pregunté por la asistente de fiscal, me respondieron que estaba en su hora del almuerzo, al preguntar a qué hora la podría conseguir me tiraron el teléfono. Señores fiscalía, no es mi responsabilidad buscar al enfermo ese. Ese señores, es trabajo de ustedes y la policía.

Me imagino que como mi caso son muchos los que se dan en diferentes universidades. Los policías condescendientes con los abusadores, jamás piensan en las víctimas; la Fiscalía abrumada en trabajo no le importa la justicia sino depurar trabajo. De los únicos que realmente he recibido apoyo es de la universidad. Esto muestra que no solo hay que denunciar esta problemática que se viene presentando no solo en la Universidad Nacional, sino en varias universidades del país. Hay que levantar nuestras voces, no solo por la mujeres, sino por hombres que también sufren abuso sexual. El 8 de Marzo de este año, la revista Semana publicó un artículo citando varios casos de abuso en las instituciones de educación superior.

Es lamentable que un lugar donde uno se siente supuestamente seguro y puede expresar con libertad su esencia como individuo, es donde precisamente vienen a presentarse las injurias por vía de hecho que lesionan la honra, honor y dignidad, como dicta el derecho penal procesal. Y es aún peor que después de haberme negado a dejarlo solo 24 horas en la URI, o dejarlo más tiempo en la cárcel, la Fiscalía no haga el esfuerzo de seguir con el proceso. Pierdo mi fe en la aplicación de justicia de este país. Quién sabe cuantos casos más se quedan por el camino como el mío...

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