Teófilo Gutiérrez, entre amores y odios

Teófilo Gutiérrez, entre amores y odios

"Es un crack, no lo dude lector, pero es el crack cuya habilidad de autosabotearse supera a todos sus demás talentos"

Por: Mauricio Crespo
mayo 17, 2018
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Teófilo Gutiérrez, entre amores y odios
Foto: Rafael Arboleda / AFP

Teo es un misterio. Entender las complejidades internas de su comportamiento debe reservarse para los especialistas de la psicología, quien escribe hoy se conforma con cuestionarse sobre el mismo. Cuando se despeje el polvo y Teo ponga fin a su carrera, será uno de los tres colombianos en ser galardonados con el Rey de América, que premia al mejor futbolista del continente y que ha sido reservado para fenómenos absolutos del balompié latinoamericano. Cuando todo acabe, Teo habrá metido más de doscientos goles, mirará sus vitrinas y encontrará la Copa Libertadores, la Copa Sudamericana, el Torneo de Primera División Argentino, títulos en Colombia, Portugal y Turquía. Visto así, se torna imposible negar que tuvo una carrera absolutamente exitosa, pero para los que la hemos seguido de cerca es claro que pudo dar mucho más.

Lo primero, como buen abogado, es exonerarme de responsabilidad, este texto es un intento de objetividad, pero no aseguro haberla alcanzado, pues debo reconocer que, a pesar de sus fallas, siento una debilidad futbolística por Teo Gutiérrez. Esa debilidad que solo se siente por los héroes de la infancia y es que aún con todo lo malo, Teo me ha dado grandes tardes de disfrute futbolístico. Fue el primer jugador que me maravilló en vivo. Su cabeza siempre levantada, el brazo siempre extendido sobre el pecho del rival que quería arrebatarle su herramienta y esa elegancia para administrar el útil, que siempre envidiaremos los que no nacimos con ese talento y nos tuvimos que conformar con las letras.  Con escasos once años, por Teo empecé a aprender, en esas faenas en el Metropolitano, que el fútbol era un deporte de habilidad e inteligencia, que con calidad y malicia se le podía ganar al más atlético y al más fuerte.

Pero, esa malicia que exhibe en la cancha, ese entendimiento del juego, por el que basta observarlo cinco minutos para saber que es diferente, parece perderlo por completo en su vida. Teo pelea con quien no debe pelear, chatea con quien no debe chatear e intenta hacerle goles a quien debe respetar. Teófilo no es el típico jugador enamorado de la noche, su problema es mucho más grave. Gutiérrez es un enajenado, que hace lo que le parece, que vive en su mundo y ciertamente le es indiferente lo que pasa fuera de este.

Una vez más, como en Argentina y Portugal, Teo extendió sus vacaciones, pues él merece más que el resto y luego de haber jugado uno de los mejores semestres de su carrera con Junior en el 2017-II, se saltó la pretemporada y ha estado arrastrándose lo que va del año 2018. Gabriel Batistuta confesó hace poco que fue el gran Marcelo Bielsa, el que le enseñó lo que significa ser un profesional, el esfuerzo que implica; lamentablemente Teo nunca se encontró con un Bielsa o en todo caso lo soslayó. Teófilo Gutiérrez jamás entendió lo que significa ser un profesional, que es más que jugar bien al fútbol, es darlo absolutamente todo, es sacrificio, es responsabilidad. Teo nunca fue capaz de sostener eso en el tiempo y lo más triste, es que él parece no darse cuenta de cuanto lo ha perjudicado.

Si se le cuestiona sobre el tema (como lo cuestionaron en argentina), él no ve problemas en no hacer pretemporada, en jugar partidos a media máquina, en no competir cada día y en todo caso, cuando algo sale mal, puede culpar a su administrador de redes sociales de alguna indiscreción o pegar el portazo e irse cuando se aburre de un club.

Lo más doloroso es que aquellos que saben de fútbol tienen claro de lo que es capaz Teo Gutiérrez. Por eso Pékerman no dejó de convocarlo aún cuando peleaba más de lo que jugaba en Argentina. Por eso el Napoleón de River Plate condicionó en 2014 su llegada a la continuidad de Teo y por eso Jorge Jesús lo pidió para el Sporting de Lisboa. A todos les cumplió y a todos los defraudó. A Pékerman le respondió en las Eliminatorias para Brasil y en El Mundial, con goles y asistencias, para luego pelearse con James Rodríguez y ponerlo en la difícil situación de tener que elegir. Con Marcelo Gallardo fue figura indiscutible de la Copa Suramericana 2014, clasificó él solo a River Plate contra Cruzeiro en Brasil, en la Copa Libertadores, para luego pedir “verdolagas” e irse por la puerta de atrás del Millo. En Portugal metió el gol del título de la Recopa, y clavó 10 goles en los últimos 11 partidos de la Primeira Liga para liderar al Sporting en su lucha con el Porto por el título, para luego irse a Rosario sin dar las gracias y habiéndose entrenado todo el año a media máquina. Para caracterizar a Teo, basta decir que es el jugador que te da para que lo ames y te quita para que lo odies.

Aunque la prensa nacional diga otra cosa, Teo es un crack. Solo hay que ver lo que jugó el semestre pasado con Junior para darse cuenta. Bailó a Atlético Nacional en Barranquilla, hizo gol en Brasil contra Flamengo y luego dio una exhibición contra el Fla en el Metropolitano, de la forma en que debe jugar un enganche entre líneas. Esa noche puso no menos de cuatro pelotas de gol, filtrando el alfiler entre las dos líneas de cuatro que planteó Reinaldo Rueda.

Pero a los hinchas de Junior nos hizo lo que hace siempre, luego de darnos para que lo amemos, nos quitó para que lo odiemos. El primer semestre del 2018 se ha visto al peor Teófilo imaginable, con una displicencia para jugar al fútbol imperdonable y con incapacidad total de marcar diferencias que hace cuatro meses marcaba con una facilidad pasmosa. Claro, la falta de pretemporada tiene un precio.

Con todo y eso, Teo apareció en la lista de 35 jugadores preseleccionados para el mundial que entregó José Néstor Pékerman. Seguramente no irá a Rusia, este semestre no ha estado ni para ser titular en Junior. Pero esa lista le envía un mensaje de uno de sus grandes admiradores, José Néstor es un fanático del fútbol bien jugado y Teófilo Gutiérrez, cuando está bien, juega al fútbol como pocos.

Nuevamente lector, no se deje engañar, no hay otro delantero colombiano que pueda hacer lo que hace Teófilo Gutiérrez. Si no me cree revise las eliminatorias pasadas y compárelas con el fútbol lamentable de la selección en estas. Constate los goles que hace Radamel con y sin Teo y verá cómo está más cómodo. Teo tiene una facilidad para jugar de espalda, para utilizar los misteriosos ojos en la nunca de los antiguos enganches brasileños, para manejar los tiempos, las pausas y las revoluciones de un partido, que ningún otro jugador de la selección domina.

Que bien le hubiera hecho a Teo conocer a don José con quince años, para que lo formara, como formó a tantos grandes jugadores en Argentina, para que le enseñara, como Bielsa a Bati, lo que significa ser un profesional. Con treinta y dos, parecen poco útiles los mensajes de Pékerman, Teófilo es quien es y no va a cambiar. Regalará tardes de fútbol de primer nivel mundial y otras en las que parece un jugador de equipo de barrio. Sin embargo, la vida le da una nueva oportunidad, pues hasta el cuatro de junio, fecha límite para la entrega de la lista definitiva de 23 jugadores, todo puede pasar.

Porque si Teo es mi debilidad futbolística, es también la de don José y si alguien sabe lo que le puede dar, es él. Quizá en estos pocos días Teófilo lo convenza de que la moneda al aire que implica apostar por él, caerá favorable en Rusia. Pero, lo cierto es que no hay razones para confiar en que lo haga, para confiar en que asuma la responsabilidad que implica ganarse un lugar. Teo seguirá en su mundo, jugando a veces, errando mucho, preocupándose poco.

Teófilo Gutiérrez es un crack, no lo dude lector, pero es el crack cuya habilidad de autosabotearse supera a todos sus demás talentos, que nunca entendió que aún con todo su talento, algún día llega la última oportunidad y luego de esa no queda nada.

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