Tan lindo tú
Opinión

Tan lindo tú

El lunes se sentarán a manteles, y luego volverá cada cual a su país para seguir en la misma guerra fría que solo perjudica a gente que a nadie importa

Por:
septiembre 19, 2015
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“Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no los conozco muy bien”, dicen que dijo Groucho Marx en una de sus frases explosivas, y recordando esta máxima se me viene a la cabeza que el próximo lunes se reúnen en Quito los presidentes de Colombia y Venezuela, aupados pos sus homólogos uruguayo  y ecuatoriano. Y tal vez, sentadito en cualquier esquina de la gran mesa, se siente aquel presidente ocho mil veces de tan poca grata recordación como es quien hoy ocupa la dirección o presidencia de ese invento que llaman Unasur.

Y se sentarán a manteles y se estrecharán las manos y se mirarán a los ojos y tan lindo tú y otra vez se chocarán las manos con palmaditas en la cintura para cada cual reclamar en su propio discurso cosas como la soberanía de los pueblos y otro poco de pendejadas y lugares comunes.

Y volverá cada cual a su país al día siguiente para seguir en las mismas, una guerra fría que solo perjudica a gente que a nadie importa. Importan para la foto, en la foto si hay saludo y la promesa firmada ante notario de trabajo estable y casa de tres pisos.

Y mientras eso ocurre, parece que ningún mandatario toma nota de la historia.

En octubre de 1940, finalizada la guerra civil española y comenzando la avanzada alemana y la consecuente Segunda Guerra Mundial, se reúnen en la frontera franco española, en Hendaya, Hitler y Franco, buscando el primero el apoyo del segundo en la guerra que se avecina o tal vez que sólo le entregue aquel territorio inglés que es Gibraltar con lo cual se les cierra a los aliados su acceso al Mediterráneo.

Sea como sea, Franco, como buen sabueso o como buen español llegó tarde a la cita y los videos registran a un canciller alemán paseando por el andén como novia engañada. Dicen que la cosa no fue planeada, pero le salió bien.

(Y por ello pienso que bueno sería que nuestro querido blablablá llegue cuando estén comenzando los postres, a ver qué cara se le queda al Maduro. Pero no será así, lo cánones y la etiqueta no lo recomiendan).

Y Franco fue más allá. Con su país en la miseria tras la guerra de tres duros años y con el mercado exterior regulado por ingleses y americanos, pues no le quedó de otra que decirle en español al alemán que no le jalaba al tema.

Y no le jaló. Hitler le había hecho el favor de bombardear en la guerra civil Guernica y Franco no le quiso corresponder con un gesto recíproco de amistad como podría ser bombardear cualquier pueblito irlandés.

Sean como sean las cosas, lo único claro de momento es que la historia aquí relatada en estas cortas líneas puede estar maquiavélicamente manipulada tal como lo están las fotos que existen, pero de todo ello se saca una conclusión: en política siempre cabe decir no, así sea un no silencioso, ya que como bien dice el mencionado Groucho Marx, es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente. Como la tajante negativa de aquel soldado bolivariano de no saludar al presidente Santos. Y por mucha insistidera, el soldado no da el apretón. No y punto.

Sé mejor que nadie que estas líneas no llegan ni de suspiro a cualquier rincón escondido del Palacio de Nariño, qué más quisiera yo cuando apenas somos leídos por cuatro desocupados, pero qué rico sería decirle al presidente de la mermelada que le diga al presidente que dice que Cristo multiplicaba los penes que la próxima vez que lo vea, que le recuerde de no saludarlo. Con el guiño de Groucho Marx.

Pero, la próxima vez, lo saludará con abrazos efusivos. Tan lindo tú, le dirá. La etiqueta del club de los lagartos obliga.

Y hablando de…

Y  hablando de lagartos, intriga sobremanera la forma como la Fiscalía maneja el erario público, sin freno y a lo loco y, lo más alarmante, sin ningún vigilante.  Parece que al ratón nadie le cuenta los quesos que come.

Es demagogo comparar los niños que mueren en La Guajira con los contratos de cuatro mil millones y, así las cosas, pues qué viva la demagogia.

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