Suso y sus insólitos trabajos en una funeraria, como árbitro y Stripper

Suso y sus insólitos trabajos en una funeraria, como árbitro y Stripper

Su nombre de pila es Danny Hoyos, un paisa a quien no lo acobarda ningún oficio igual que su padre que lo sacó adelante siendo portero de un edificio

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mayo 06, 2018
Suso y sus insólitos trabajos en una funeraria, como árbitro y Stripper
Fotos: Caracoltv

Antes de que su papá, Gilalberto Hoyos, se fuera en los atardeceres a cumplir el rudo horario de vigilante nocturno en un edificio, dejaba listo el arroz con huevo con el que cenaba Danny Hoyos y sus dos hermanos. Mientras lo hacía escuchaba Entreamigos, el mítico programa de Múnera Eastman. La cortina musical era La vida es bonita, el himno de Héctor Lavoe. Desde esa época, principios de los años noventa, Danny se volvió en un fan absoluto del salsero puertorriqueño. No fue la única influencia que absorbió de su papá. De ese hombre trabajador que lo llevó al Atanasio Girardot cuando era un niño de brazos y que lo hizo hincha del Deportivo Independiente Medellín, Danny sacó los elementos principales para construir a Suso, el personaje con el que enamoró a Colombia.

Danny nació el 8 de mayo de 1982 en el hospital de Belén en Medellín. Aprendió a hablar muy rápido. Cuando tenía dos años fue capaz de narrar un gol del DIM para una emisora local. Se ganó un L.P. de vallenatos que su papá todavía conserva. Era un niño tímido que nunca tuvo novia en el colegio. Eso sí, para ocultar su timidez usaba varios disfraces con los que se hizo, muy a su pesar, uno de los estudiantes más conocidos. Se pintaba con betún todo el cuerpo e imitaba a Celia Cruz. Luego se ponía una peluca rubia y se transformaba en Cristina Saralegui. Imitador profesional desternillaba de risa a sus compañeros cuando encarnaba al Tino Asprilla. Su primer fan fue Leonida Fernández González, su abuela. En las reuniones familiares mandaba a callar a sus hijos para escuchar al pequeño Danny “Aprovechen y lo escuchan gratis, cuando crezca van a tener que pagar”. Leonida le dio la confianza necesaria para seguir adelante cuando las dudas sobre su talento lo atormentaban. Cuando ya se consagró su nieto, poco antes de morir, le dijo una frase que aún hace sonreir a Danny “Ve, todos en la familia hemos hablado mierda, pero a vos has sido el único al que le han pagado por hacerlo”

Nada fue fácil para Danny. A los 12 años, cuando su papá trabajaba en una funeraria, lo ayudaba en los cortejos fúnebres. Lo vestían de blanco, corbatín y caminaba al lado de la carroza con la cabeza gacha. Hacía que lloraba. A los veintitantos, por hacerle una broma a su mejor amiga, se hizo pasar, en su cumpleaños, por stripper. Mientras se empelotaba escuchaba a los muchachas referirse a su barriga.

A los 16 vería la muerte a los ojos. En 1997, siendo gobernador Álvaro Uribe Vélez, los grupos de limpieza social se activaron en Medellín. Hacían hasta toques de queda y asesinaron a cientos de personas. Así cayó abaleado Nestor Augusto Villegas, Bernie, su mejor amigo. Tenía 15 años y su único pecado fue haber estado en el lugar y en el momento equivocado.

Danny es un lector consumado. Le encanta Saramago y cada vez que puede relee a Nietzsche, su filósofo preferido. Estudió comunicación social y lengua castellana en la Universidad de Antioquia. Era buen actor y por eso es que, a finales de la década pasada, empezó a trabajar en Tutucán, la imitación de pueblo antiqueño que está en el parque temático de Confama en Rionegro. Allí desde las 10 de la mañana a las 6 de la tarde encarnaba a Jesús María Zapata, mejor conocido como Suso, un embolador al que le pudo construir todo un universo: había nacido en el pueblo de Chupamestepengo. Sus papás iban a verlo a hacer de Suso todo el día. Cuando su papá lo saludaba el  nunca abandonaba el personaje. Por Mónica Londoño, una amiga suya que trabajaba en Telemedellín, Suso llego a la televisión. Al principio eran cinco minutos pero fue tal el éxito que le ampliaron el contrato, y el horario y lo llevaron a presentarse en el teatro Pablo Tobón Uribe que se llenaba siempre para verlo. En Telemedellín le disputaba el rating a RCN y Caracol. El fenómeno regional no tardó en convertirse en una fiebre nacional: desde Heriberto de la Calle un personaje no despertaba tanta admiración.

Danny Hoyos se protege de la fama. Casi nunca sale con su verdadera identidad. Se escuda en su personaje para proteger su identidad. El sigue siendo el mismo muchacho inquieto y crítico de todo. Un hombre que siempre despreció la fama.

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