Suicidas del poder (I)

Suicidas del poder (I)

La pregunta sobre cómo puede alguien llegar a suprimirse es de siempre y de todas las culturas, es una interrogación que jamás dejará a nadie indiferente. Una mirada

Por: Orlando Solano Bárcenas
junio 21, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Suicidas del poder (I)
Le Suicidé - Édouard Manet

El asunto es tan importante que ante el hecho de que cada año se quita la vida casi un millón de personas en el mundo (16 por cada 100.000 personas o una muerte cada dos minutos), ha llevado a consagrar el 10 de septiembre como el Día Internacional de la Prevención contra el Suicidio. Sin embargo, el suicidio no es un escándalo, ni una aberración, es simplemente la solución a un problema existencial.

El reciente suicidio de Alan García ha dado lugar a numerosas conjeturas y “explicaciones” de parte y parte, de sus seguidores y sus críticos. También de los que lo conocimos en algún momento de nuestras vidas.

Los suicidios de hombres con poder son los que tal vez más llaman la atención del gran público. Se destacan los de Sócrates, Cleopatra, Hitler, Allende, Balmaceda, Dorticós, Chibás, Prío Socarrás, Getulio Vargas y Alan García, entre otros. Vamos a estudiar algunos de estos casos.

Desde siempre la humanidad ha vivido conflictos, aumentados por la vida gregaria, según observaciones hechas sobre grupos de humanos, chimpancés y mangostas. El precio del combate es alto, tanto para los individuos aislados como para el grupo. Quien dice poder, dice combate. Y, como al poder se llega por medio de combates estos se convierten en “política” o conjunto de acciones que procuran dirimir conflictos, diferendos y apetito de mandar sobre los gobernados. La política construye poder. Es facultad de mando lograda mediante el combate, reglado o no. Para ser hombre “político” hay que saber guerrear, algo que exige ambición, deseo, libido de poder y estrategia para ganarlo, aumentarlo y no perderlo, como recomienda la vieja fórmula de Maquiavelo.

Perder el poder es el gran sino del hombre del poder, es la gran causa de suicidios del poder, o de gente con poder (¿el que se ha perdido?). El suicidio de un hombre con poder casi nunca deja a nadie indiferente. Para entender las victorias y las derrotas en las disputas por el poder siempre es bueno acudir a Sun Tzu, el gran estratega chino, una de cuyas máximas reza: “Los guerreros victoriosos primero ganan y después van a la guerra, mientras que los guerreros vencidos primero van a la guerra y después buscan ganar”. Vencidos, derrotados, derrocados… colgados.

La suiciodiología

La llamada suicidiología se ocupa en estudiar de manera disciplinar el fenómeno del suicidio logrado y el intento de suicidio, la autodestrucción parcial, la ideación suicida, el parasuicidio y las conductas autodestructivas, dándole especial participación a la psicología y a la sociología. También le da especial importancia a las llamadas “notas de suicidio”, sobre todo a aquellas que permitan dilucidar elementos claves de la motivación, planeación y realización del acto, tales como la necesidad de controlar y dirigir, las peticiones de perdón o absolución a los familiares, las situaciones o posiciones de ambivalencia e incertidumbre, los gestos de desesperación conmovedora, remordimiento y arrepentimiento, el llamado a ser salvador o salvado, el altruismo, la falta de placer ante la vida y la autocrítica, entre otras muchas motivaciones.

Del suicidio abundan las definiciones, las aproximaciones teóricas, las escuelas y los autores. Se observa que casi todas giran sobre elementos más o menos comunes, radicando las diferencias casi siempre en detalles o apreciaciones subjetivas de cada investigador, donde cada uno desea en lo más profundo de su ser que se le cumpla la autoprofecía.

Son elementos comunes al suicidio: acto consciente positivo o negativo; aniquilación autoinducida; malestar por dolor psicológico intolerable (psychache); agenciamiento del suicidio activo o pasivo; necesidad de resolver un problema; percepción del suicidio como la mejor solución para ponerle fin a una psicopatología individual, por medio de una muerte efectiva. Pero, sobre todo, el factor “intencionalidad”, que puede estar guiado por el odio o el deseo de matar a otro o a sí mismo (asesinato por sí mismo, deseo de ser asesinado); en todo caso deseo de morir luego de la lucha entre eros y thánatos para, finalmente, reducir la tensión de los instintos.

En todo suicidio aparece como elemento recurrente un acto fatal, autoinfligido, como resultado de un deseo de no-vivir. Es por esto por lo que en materia de suicidio, letalidad e intención van de la mano; también va la reflexión, seria y angustiante, sobre vivir o no-vivir, porque la verdadera libertad humana radica en aceptar la muerte (Camus), la natural o la auto infligida.

Shneidman propuso a estudiosos y practicantes las llamadas por él diez características comunes a todo suicidio. A saber:

1. El propósito común del suicidio es buscar una solución.

2. El objetivo común es el cese de la conciencia.

3. El estímulo común es el dolor psicológico insoportable.

4. El estresor común son las necesidades psicológicas insatisfechas.

5. La emoción común es la desesperanza, la desesperación.

6. El estado cognoscitivo común es la ambivalencia.

7. El estado perceptual común es la constricción (visión de túnel).

8. La acción común es escapar.

9. El acto interpersonal común es la comunicación de la intención suicida.

10. La consistencia permanente de los estilos de vida.

El suicidio nos interpela a todos, nos exige reflexionar sobre el porqué de su realización efectiva o tentada. Se constata que el suicidio nos introduce en ese mundo del hombre contra sí mismo. La autoinmolación nos lleva a interrogarnos sobre el porqué un hombre, en un instante dado, prefiere la muerte escogida en lugar de la vida sufrida.

Las preguntas sobre el acto de suicidio

Aseverándose el suicidio como un acto positivo mediante el cual un individuo trata de resolver un problema existencial, se impone al estudioso del problema hacerse muchas preguntas. Veamos las más frecuentes.

¿Por qué? ¿Por qué la acción de suicidarse es ideada, proyectada y realizada o solo tentada? A este interrogante se podría responder: porque todo suicidio es la solución a un problema y porque en cierto sentido un acto suicida es siempre realizado con miras a resolver una situación personal. ¿En los casos de los hombres del o con poder la situación de derrotado o de insatisfecho ante lo no logrado, lo perdido, o a causa de los yerros?

¿Con miras a qué se comete o se tienta un suicidio? Es decir, ¿cuál es el fin que le da el sentido a la acción suicida? Se podría responder que, como quiera que el hombre es un ser que persigue fines, se fija metas y debe resolver los problemas que se le plantean en la consecución de sus propósitos, la acción humana de auto privarse de la vida es pura actividad libre del alma al ser el resultado de un proyecto que el sujeto se ha formulado libremente así mismo. De lo anterior surge de manera simultánea que el proyecto del suicida de quitarse la vida no se forma al azar, sino que puede ir unido a una serie de causas que lo explican. Unas veces lo explica la libertad y en otras la necesidad. En el caso de Alan García, por ejemplo, más la segunda, ante la posibilidad muy real e inmediata de perder la primera. O, por ejemplo, en el caso de Salvador Allende, el deseo de no perder el honor un hombre de principios y convicciones fuertes frente al deshonor de ser capturado por enemigos despiadados, como lo demuestra la ferocidad con que se bombardeó el palacio de La Moneda.

Las interpretaciones del suicidio

Acto supremo de libertad, el suicidio puede ser interpretado como la acción mediante la cual el hombre decide por sí mismo escoger la modalidad de su propia muerte para escapar a contingencia tan radical como es la condición humana. El suicida se convierte por sí y ante sí en dueño y señor tanto de su vida como de su muerte. En efecto, cada suicida escoge su solución y es por libre decisión que pasa al acto sin que nadie pueda explicar realmente el tránsito de la ideación a la ejecución. El suicida es dueño de su acto, como lo demuestra el suicidio “sincero” del expresidente cubano Prío Socarrás; no ocurriendo tal vez lo mismo con el considerado suicidio “insincero” del casi presidente de Cuba, Eduardo Chibás.

El intento de comprender el suicidio de una persona siempre exige hacer la “retrospección” del acto, porque es esa mirada hacia el pasado la que primordialmente nos permitiría conocer las circunstancias bajo las cuales se realizó. Sin embargo, queda claro que esa mirada retrospectiva no nos va a permitir conocer lo que realmente ocurrió al interior de la mente del sujeto al momento en que pasó de la ideación al acto, porque a veces ni el mismo suicida fue capaz de hacerlo en vida. De esto se puede colegir, más o menos razonablemente, que al observador siempre le tocará permanecer en el “exterior”, y sin poder ponerse en el lugar del suicida o entrar en su mente. Por ejemplo, ¿es posible conocer las motivaciones de Periandro, Sócrates, Getulio Vargas, Balmaceda o Allende ya suicidados?

El proyecto del suicida

¿Cuál es el proyecto del suicida? Mejor, ¿qué es lo que hace que tal individuo idee y emprenda x o y acción con miras al propósito de alcanzar el fin de eliminar su propia existencia? ¿Qué es lo que hace que tal sujeto haya buscado determinada solución a un problema dándose o tentando darse la muerte? En el caso de Oswaldo Dorticós, hombre con poder, ¿se trató de un caso de debilidad en la personalidad, de insoportable enfermedad, o de miedo a las retaliaciones de una cerrada “Nomenclatura” típica del partido único?

Estas preguntas siempre exigirán hacer una casi que arqueológica “prospección” del suicidio concreto, a fin de tratar de mirar un poco más allá de lo inmediato. Sin embargo, se establece una constatación -que no debe conducir al investigador a desaliento o a culparse- y es que la duda solo puede ser despejada una vez que el proyecto ha sido trazado por el suicida.

De la arqueología se impone pasar a la “autopsia psicológica” del suicidado para ver si con ella sale a flote la crisis psicológica del ahora mudo cadáver, que no corresponde necesariamente al cuerpo de un psicótico porque no todo suicida es psicótico, así como no todo psicótico es suicida. ¿Cómo no decir, para no faltar al análisis histórico, que el de Sócrates no es el suicidio de un sicótico sino el de un hombre lúcido y de acendrados principios ciudadanos?

Quedan algunos elementos que tal vez podrían aportar algo a la comprensión del acto; por ejemplo, el estudio del “momento” de la planeación y de los “rastros” materiales y textuales que haya podido dejar el suicida en el que fue el penúltimo acto de su existencia. El suicidio, más que decisión, es “reacción” a una crisis psicológica. ¿Cuál crisis?, sería la gran pregunta y gran reto lanzados a aquellos que sobrevivan al autoinmolado, seres siempre angustiados por un ¿por qué lo hizo?, ¿en qué fallamos?, ¿qué no comprendimos?, ¿qué mensaje no le captamos?

El fuerte dolor psicológico de un individuo, como malestar que le sobreviene por múltiples causas y dimensiones, es tal vez el elemento más frecuente en el comportamiento suicida que le conduce al autoaniquilamiento, y verlo como la mejor solución, su mejor solución. No obstante, en materia de suicidios la primera causa a descartar es la supuesta causa “única” porque resulta que ellas son múltiples. Es el caso, por ejemplo, de la ira del suicida contra un ser querido, que termina devolviéndosela contra sí mismo. También pueden ser causa de suicidio, un desequilibrio bioquímico del cuerpo, la guerra, el desempleo y hasta un largo etcétera que invita a emplear en el análisis no solo las técnicas cualitativas sino también las cuantitativas, unas y otras acompañadas de la investigación histórica, clínica y antropológica del suicida.

La autopsia psicológica del suicida

La suma de análisis y métodos de investigación sobre el suicidio son propias de la llamada “autopsia psicológica”, método que permite en algunos casos constatar o medir la letalidad del posible suicida, o aquella del que ya ha pasado a la otra vida, o a la nada.

Con frecuencia se dan suicidios en los que quienes los practican tienden a “borrarse” o confundirse con la nada, porque el impulso hacia la muerte se les hace irresistible frente a la imposibilidad de llevar la carga tan demasiado pesada que es la vida. Alan García, ser orgulloso y vanidoso, ya sin embajada donde refugiarse, ¿podía soportar verse encerrado en una prisión al lado de Alberto Fujimori, Oyanta Humala o PPK?

La construcción de tipos ideales

El suicidio no comporta una forma única. Su característica es la diversidad de suicidios. Sin embargo, aparece como algo recurrente cierta incapacidad para resolver un problema existencial de forma diferente a la de darse la muerte. De todas maneras, las diferentes modalidades de suicidio exigen que sean ordenados por categorías, formas y características, tarea que se logra mejor creando tipos que desarrollen tipologías.

Un “tipo”, es un modelo de caracteres, como lo expresa Henri Bergson: “pintar caracteres, es remitir a tipos generales”. El tipo es un símbolo, una impronta que está destinada a reproducir improntas semejantes. Es una figura representada por series de lo que es lo mismo. El tipo es un conjunto de caracteres que puede lograr representar un concepto abstracto que sea expresión de la esencia de un conjunto de objetos reales o de personas. El tipo es un conjunto de imágenes que corresponden más o menos exactamente a un determinado concepto. Es un conjunto de caracteres organizados en un todo que se constituye en instrumento de conocimiento por abstracción racional, para así poder distinguir categorías de objetos y de hechos.

Cuando se habla de “tipo ideal” se hace referencia a un modelo mental determinante de la forma que toma una serie de objetos. Igualmente se refiere a un concepto abstracto y genérico considerado como un determinado modelo a imitar. El tipo es un arquetipo, un patrón, un prototipo, un ideal, un canon, un concepto abstracto que es visto como expresión de la esencia de un conjunto de objetos reales o de personas, que engloba conceptos de clase, especie, familia, género, esquema o modelo de estructura. Los tipos son los que permiten establecer clasificaciones, divisiones, tipologías, sistematizaciones.

El desarrollo de tipologías

La tipología general es la ciencia de la elaboración de tipos que faciliten el análisis y clasificación de una realidad compleja. La tipología humana es la ciencia de los tipos humanos considerados desde el punto de vista de las relaciones entre caracteres orgánicos y caracteres mentales. A su turno, la suicidiología es la ciencia de la creación de tipos de suicidas o de suicidios; sin embargo, en esta materia de la autoaniquilación, un “tipo ideal” no es un tipo concreto o puro si se tiene en cuenta que un mismo caso concreto de suicidio puede realizar simultáneamente dos, tres o más tipos abstractos. Es decir, que un mismo acto suicida puede ser a la vez de duelo y de castigo, o de venganza y crimen, de juego y de ordalía.

Se dan casos en los que un mismo individuo puede realizar varias tentativas de suicidio en intervalos más o menos largos, donde cada una puede tener un “sentido” diferente; por ejemplo, puede tomar un significado de chantaje, otro de llamado, de fuga o de duelo, etc. De esta manera, el porqué, el sentido de un suicidio se conocerá o percibirá muy difícilmente cuando se trate de determinar cómo fue que se llegó a su realización. Frente a esta dificultad, solo le queda al observador tratar de entender las posibles variables explicativas. Queda claro, entonces, que un suicidio concreto puede perseguir simultáneamente tres o más objetivos, siendo difícil tarea para el observador encontrarlos, si se tiene en cuenta que jamás hay un suicidio simple, porque todos son complejos.

En la difícil tarea de crear tipologías de suicidios, y tal vez tratando de tomar el relevo de las tesis de Durkheim, algunos estudiosos del tema han propuesto diferentes tipologías. Una de las que más se destaca es la construida por el profesor Jean Baechler, de cuya obra nos valdremos en gran parte para la presentación de próximas notas ciudadanas sobre materia tan apasionante y siempre de actualidad, el suicidio de los poderosos.

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