Soñando periodismo sin miedo

Soñando periodismo sin miedo

“El mayor defecto de mi hijo es que no se quedaba callado… a él no le daba miedo, el miedo me daba a mí”: María del Pilar Baltán

Por: Gloria Natalya Daza Fernández
mayo 25, 2016
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Soñando periodismo sin miedo

Juan Camilo Mosquera Baltán nació el 19 de noviembre de 1991 y creció en el Barrio San Luis, al norte de Cali. Era el hijo menor de María del Pilar, quien recuerda sus primeros quince años por su interés hacia la medicina, especialmente la neurología, atraído por la reconocida función social de esta profesión.

Mientras cursaba el grado octavo en el Colegio Arquidiocesano Santa Isabel de Hungría, se despertó su interés por el periodismo. A partir de un trabajo académico, Camilo decidió investigar sobre los nacientes “parches” o pandillas en los barrios de Cali.

Logró entrevistar a varios jóvenes integrantes de estos grupos, realizando exitosamente su primera propuesta de reportaje y en su familia lo empezaron a llamar ‘el Pirry negrito’ por su manera tan directa y su afán apasionado por mostrar realidades.

El sueño toma forma de cámara.

En grado once, Juan Camilo decidió seguir alimentando sus ganas de ser periodista, concibiéndolo como un mundo de posibilidades para mostrarle a la sociedad desde adentro los problemas que tanto la afectan.

Uno le preocupaba especialmente: ¿Por qué los jóvenes consumen drogas?

Aunque la respuesta fuera fácilmente deducible para muchos, entre ellos, para María del Pilar, su madre, quién intentaba explicarle que era por moda, amistades e influencias, para Camilo siempre había un más allá.

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María del Pilar Baltán, su nieto Juan José y su hijo, Juan Camilo Mosquera. (Archivo familiar).

 

Interesado por las razones cruciales, comenzó su investigación buscando fuentes, incluidos psicólogos pero sobre todo, a quienes le permitirían ingresar a los lugares peligrosos a donde debería ir.

A sus 17 años, lucía sus gafas, compañeras fieles debido al astigmatismo y la miopía, problemas que no se puede decir que sufría porque lo llevaba con carácter, enredando hilos verdes, amarillos y rojos, para evocar la cultura rastafari que tanto amaba.

Teniendo a Bob Marley como modelo de pensamiento, teniendo como fin de la humanidad seguir un único camino correcto, basado en verdad y hermandad, decidió aplicar esos pensamientos en su futura profesión y en el naciente proyecto, empecinado en encontrar la razón por la cual muchachos entraban al ya no tan oculto mundo de las drogas.

“Antes se escondían para fumar marihuana”, dice asombrada María del Pilar, quien en varias ocasiones logró hablar con su hijo para llegar a una conclusión, más de él que de cualquiera: algo había que hacer.

Karen, amiga de Camilo, recuerda jocosamente sus coqueteos y en medio de la conversación vislumbra la razón del interés por el tema de las drogas.

Muchos de sus mejores amigos cayeron en la adicción a la marihuana y él vio en sus manos una de las posibles soluciones: mostrarles los peligros que representaba ese mundo. Camilo quería salvar a sus amigos abriéndoles los ojos.

Un domingo, el 27 de septiembre de 2009

Cinco de la tarde, Camilo salió de la casa de su padre, Tomás Mosquera, en el Barrio Popular, después de unas cortas vacaciones que para él eran tiempo dedicado a la labor periodística.

En busca del transporte público que lo llevara a su casa en San Luis, vio la oportunidad de pasar por un parque del Olaya Herrera y encontrar personas que lo pudieran ayudar en su documental.

Juan Camilo perteneció al Club ‘Blue Storm’, un equipo de básquetbol reconocido en Cali, con el que tuvo la oportunidad de asistir a un campeonato en Medellín. 2007. (Archivo familiar).

Juan Camilo perteneció al Club ‘Blue Storm’, un equipo de básquetbol reconocido en Cali, con el que tuvo la oportunidad de asistir a un campeonato en Medellín. 2007. (Archivo familiar).

Se acercó al ‘Rincón de los abuelos’, donde le habían dicho que podría encontrar a un personaje que llevaba más de sesenta años fumando marihuana. Eran las seis de la tarde cuando algunos transeúntes lo llamaron de una esquina oscura del lugar. Después de ese momento, nadie lo volvió a ver.

Al día siguiente, a las ocho de la mañana, fue encontrado muerto en el Barrio La Isla a las orillas del Río Cali, con lesiones en el cráneo y otras partes de su cuerpo, sin presentar mecanismos de defensa. La noticia llegó a casa, era imposible creerla, mucho más aceptarla.

Pasados varios años, el hecho no deja de doler, más porque el caso nunca se resolvió; tratándose de menores de edad implicados, en este país no podía pasar mucho.

Camilo se convierte en una de esas figuras de la profesión a quienes tristemente les ha costado la vida salir de los cómodos límites del escritorio para buscar historias, tocando realidades con el lente.

Un joven ejemplo que desde antes de pasar por la academia empezó a hacer historia como sólo él y su pasión podrían lograrlo.

 

 

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