Sobre Pastrana y otros

Sobre Pastrana y otros

"¡Cómo se parecen a veces los discursos de antaño con los de hoy! Pero no. Son sencillamente fuerzas tradicionales que aún esperan seguir lucrándose del poder"

Por: Guillermo Pérez La Rotta
abril 11, 2018
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Sobre Pastrana y otros

El curso de la política colombiana siempre da lugar a que reflexionemos sobre los exabruptos que se imponen por fuerza de las puras relaciones de poder tradicionales, engastadas con ambicioso ahínco en la vida social. Y un personaje como Andrés Pastrana es un ejemplo de lo que quiero poner en escena. Hombre mediocre, que sobre todo debía su capital político a su padre, como tantos otros delfines, a un padre que en todo caso subió al poder a través de un fraude; su hijo pudo ser presidente gracias a la Farc, pues por mediación de Álvaro Leyva Durán ofreció en plena campaña por la presidencia negociaciones electoreras de paz a los subversivos, lo cual se confirmó con creces después bajo su gobierno. El periodista Mauricio Vargas cuenta las minucias de un momento de entusiasmo pueril de Pastrana, quien antes se había entrevistado con Tirofijo en vísperas de la segunda vuelta de elecciones presidenciales, pues Horacio Serpa había ganado en la primera vuelta, pero finalmente Pastrana había sido electo como presidente de Colombia, por ofrecer diálogos con la guerrilla de las Farc:

—Y qué piden— le pregunté al presidente.

Cosas muy sencillas (¡sic!), reformas que en todo caso este país debería hacer en lo político y lo económico. Mi conclusión es que estos tipos andan con los doce puntos escritos desde hace años y que ningún gobierno les ha puesto bolas. Por eso al despedirme de Marulanda le dije que si eso era lo que había que hacer para firmar la paz, yo no veía mayor problema”. (Mauricio Vargas. Tres tristes tigres. Planeta. Pg 144).

Entonces, como ganador de las elecciones Pastrana puso a un hombre que no le hiciera sombra, inexperto y bisoño frente a un conflicto de decenios, a conversar alegremente con ese grupo guerrillero, despejándole un gran territorio y motivando desde la improvisación, que ese proceso fracasara. De paso, la coyuntura de la época permitió que se fortalecieran los paramilitares en conexión con los discursos y acciones radicales del hoy senador Uribe Vélez. Aunque hay que reconocer al señor Pastrana que por lo menos logró fortalecer al ejército nacional, para luego combatir de forma más eficiente a la guerrilla, bajo el mando del político antioqueño.

Y hoy, desgranando nuevamente ciertos acontecimientos, resulta todo un exabrupto oportunista la oposición que Pastrana hizo al proceso de paz de Santos, cuando él fracasó rotundamente en la negociación anterior, mientras con Santos encontramos sendas reales para realizar un acuerdo con esa guerrilla. Ahí está en escena, pues, el patriotismo de un hombre que combina su incapacidad intelectual con la astucia para intrigar y hace zancadillas, y para rebuscarse la forma de estar otra vez en las cercanías del poder, al lado del senador Uribe. Quizás en estos años la envidia le asaltó varias veces, mientras Santos y de La Calle avanzaban en un proceso largo y complejo, resultado de aprendizajes sobre los errores pasados, para hacer reformas que en todo caso “se deberían hacer en lo político y lo económico” (pero, quien sabe a qué refería Pastrana con ello). Y ahora, igual que a su “amigo” Uribe (¿será verdad?), le parece que esos acuerdos deberían irse casi que a la basura, bajo el pretexto de la impunidad para las Farc; como si los gobernantes y élites no tuvieran grandes responsabilidades en un conflicto de más de cincuenta años. ¡Pura hipocresía marrullera! Que de paso soslaya los más importante: que los cuatro primeros puntos del acuerdo de Santos refieren a reformas sobre el agro, que no son sin embargo revolucionarias, ni castrochavistas, ni atacan la propiedad privada, pero que sí pueden afectar los intereses de grandes terratenientes que mantienen la tierra ociosa como forma de poder y renta.

Y el señor Pastrana ha logrado poner a su amiga Marta Lucía como fórmula vicepresidencial del candidato uribista, para que supuestamente emprenda una renovación moral de la patria, pues según ella, pasamos por una crisis moral bajo el gobierno Santos, naturalmente. Otra vez en escena la vieja moralina conservadora exclamando que la patria está en peligro y además dice obrar bajo voluntad de Dios, como en los viejos tiempos de la violencia de los años cincuenta. ¡Cómo se parecen a veces los discursos de antaño con los de hoy! Pero no. Son sencillamente fuerzas tradicionales que aún esperan seguir lucrándose del poder.

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