Sinfonía de motor a dos ruedas: relato de un motero golpeado

Sinfonía de motor a dos ruedas: relato de un motero golpeado

Sentí que mi cabeza golpeó contra el asfalto. Al chocar cerré los ojos y al abrirlos nuevamente, alcancé a ver la bota que se agrandaba dirigirse directo a mis ojos

Por: Iván David Bejarano Celis
enero 31, 2018
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Sinfonía de motor a dos ruedas: relato de un motero golpeado
Imagen de referencia

No sé cómo hice, por el mero instinto alcancé a agachar la cabeza y el visor amortiguó el puntazo, cual si fuera balón de micro. Alcanzó a quebrarse y se zafó de un lado del casco.

Al ver que me habían golpeado en el piso, los demás moteros empujaron al tombo. Mientras se amontonaban moteros y tombos, me coloqué de pie. Arranqué lo que quedaba del visor. Luz Adriana llegó con algunas lágrimas que brotaron por la angustia y la trifulca.

—Estás sangrando ¿Estás bien? —me preguntó Luz.

—Sí. Todo bien —la miré, mientras me frotaba la ceja, en el nacimiento de la nariz.

Miré entonces mis manos que temblaban por la euforia. La lona sintética en el índice y el dedo corazón era más oscura y un poco rojiza, pues la sangre ennegrecía los guantes.

—Vámonos, Iván —me dijo Luz, con miedo.

Sabía que no podía hacer nada contra más cien policías que cerraban la salida de la oreja de la 30. Al  bajar la curva que se conectaba con la calle 26, nos esperaban, tal vez otros cincuenta policías más, pero con Esmad. Empezaron a bajar a todos a empujones y bolillazos. La redada en plena Bogotá.

Las motos quedaban acostadas mientras las llantas traseras seguían girando. Empezaron agolpear a varios y un tombo de chaqueta fosforescente, pasamontañas negro dentro de su casco verde, se dirigió hacia mí. Me arrancó las llaves de la moto. Intenté quitárselas, pero cerró la mano y se alejó un poco.

Le grité a Luz que se bajara, y al bajarme yo de la Suzuki, me dirigí hacia él. Empecé a gritarle que me las devolviera. Todos los moteros que acompañaban la marcha, gritaban. Al empujar al policía, vi un Esmad que se acercó por mi derecha. La vista dentro del caso no era la mejor, así que sólo alcancé a sentir el bolillazo que se estrelló contra el casco y parte de mi nuca.

De una caí al piso. Y así fue que comencé este relato.

Se armó la trifulca, como ya había narrado. Mientras golpe iba y golpe venía, fue que se acercó Luz. Me tomó por debajo del hombro y me dijo que nos fuéramos.

Recordé que siempre llevo un duplicado en la billetera, pues un par de veces la he botado y me ha tocado ir donde don José, el cerrajero del Santa Fe, casi llegando a la 26, arribita del Cementerio Central.

Saqué la llave y la coloqué. Nos subimos como un rayo, sin hablar. Fue complicidad telepática. Sentí alivio al sentir los brazos de Luz Adriana rodeándome la cintura. Hice rugir la Suzuki, y ante un descuido de los del ESMAD, me colé como alma que lleva al diablo. Un Esmad intentó cerrarme el paso, y al maniobrar, se voló un retrovisor, pues rocé muy de cerca el muro de contención.

Algunos policías corrieron tras nosotros, pero solo sentí una bola de pintura en mi codo. La que más recibió disparos de pintura fue Luz.

No subí hacia el Oriente por la 26, hacia el centro, sino que cogí la 30 en contravía. Me metí por la Texaco y recorrí varias calles mientras la adrenalina se evaporaba de mi cuerpo. Miré el único retrovisor que quedaba y ni rastros verde chillón.

Nos fuimos al apartamento de Luz (más Luz), y apenas llegamos, comenzamos a ver videos en Facebook y mensajes de WhatsApp que se comunicaban por los grupos.

Luz se puso de pie y fue al baño. Levanté mi vista y miré su trasero. Agradecí al mundo, estar en ese momento con esa belleza de mujer, después de haberme salvado de lo peor. Volví al celular y supe que decenas de motos fueron para Patios. Lo peor y absurdo es que subían de a 5 por grúa. Qué impotencia. Decenas fueron golpeados.

No se me hace raro que una política arbitraria sea disfrazada con la insulsa pantalla democrática. Sé que no es solo por lo del parrillero, también es Soat por las nubes e injustificado, es Tecno, es impuesto, y es la intención de poner peajes para motos. Sin hablar de que por cualquier cosa hay multa e inmovilización. Mejor dicho: el negocio, socio.

Qué vergüenza sentir que una vez más los dirigentes se salen con la suya. La ley es para los de ruana, para los de azadón, para los de libros, para los que madrugan y retornan a sus casas en la noche, estripados y atrapados por articulados rojos. Ahora, la ley es para los de dos ruedas.

Luz se acerca con algodón e Isodine, se sienta en el sofá y comienza a curarme la ceja.

—Te dejaron vuelta caca la ceja —me dijo, mientras volvía a empapar la bola de algodón tapando la boca del frasco.

—Y a ti, te volvieron caca el cabello —le cogí un mechón y le mostré mientras ambos sonreíamos.

Solo pude respirar profundo, sintiendo ese vacío en mi pecho cuando siento ese olor que solo Luz tiene. Me acerco a su boca, mientras dejó el celular sobre la mesa.

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