Sin Semana no es nadie: Daniel Samper Ospina, la decadencia de un payaso triste

Sin Semana no es nadie: Daniel Samper Ospina, la decadencia de un payaso triste

Especialista en meterse con mujeres y niños, el aspirante a escritor es noticia por sus descaches. Sus columnas, publicadas en su blog, no le importan a nadie

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julio 22, 2022
Sin Semana no es nadie: Daniel Samper Ospina, la decadencia de un payaso triste

A Daniel Samper Ospina le faltan cuatro millones de neuronas para ser gracioso. Hacer humor político es difícil en cualquier parte del mundo. Hacer humor político en Colombia, en donde los paramilitares acribillaron a su principal exponente, Jaime Garzón, es una labor heroica. Por eso es harto inmoral decir que personajillos como Samper Ospina o el Juanpis Gonzalez ese pueden ser sucesores del presentador de Zoociedad. Del primero me quiero ocupar.

Si Daniel Samper Ospina no fuera hijo de Daniel Samper Pizano sería un payasito de barrio cualquiera. Desde hace años lleva amenazando con que es escritor. Semana se lo permitió. Una de las cosas más aberrantes de la antigua Semana era el poder que tenía este sobrino de presidente. Incluso en las paredes de la Semana de Felipe López, del mediocre del Alejandro Santos, había una pared dedicada a este humorista, una frase escrita en hilos de oro que decía algo así como “Un error de ortografía en un texto es tan aberrante como una mancha de huevo en un smoking” una frase que rebela una renuncia crónica a la belleza, a lo bonito. Las puertas de la imaginación están cerradas por dentro para el hijo de Samper Pizano.

Los Gilinski habrán mandado a tapar esa pared, todas las paredes con las que los antiguos dueños intentaban hacerle un homenaje al periodismo. Usar de modelo de periodista satírico a Samper Ospina lo que mostraba era la mediocridad que dominaba la revista más prestigiosa del país antes de la venta a los Gilinski. Y sin embargo Daniel Samper Ospina necesitaba a Semana como un adicto a la cocaína. Sin ella no era nadie. ¿Dónde más podrían tomar en serio a esta triste imitación de su padre, de Klim, de los grandes satíricos de este país? Su escatología, su vulgaridad, lo tarde que llega a todo –esta semana descubrió, por ejemplo, que era rentable burlarse de las canciones de Ricardo Aroja, ¡medio siglo después!- quedaba patente en esas columnas, tan parecidas unas de otras, tan desabridas. ¿Cuántos árboles se habrán talado para imprimir sus cuatro libros? ¿Era necesaria esta tragedia ambiental? Que muera un bonsái por darle vida a un libro de Samper es un crimen que debería dar cárcel.

Su legado son unos cuantos malos chistes y Soho, la revista más misógina que ha pasado por este país. Misógino es Playboy y su creador, Hugh Hefner pero al menos se podría hacer una antología de 10 tomos sobre los reportajes, crónicas, columnas que ha dejado para el periodismo esta publicación. Soho era sólo la apuesta barata de darle a los colombianos el gusto de mostrar desnudas a sus divas. A casi ninguna les pagó, sólo a Amparo Grisales, 200 millones en el 2007, pero al resto las convencía de que era lo mejor para sus carreras. Y los rumores que están circulando por Twitter, de que le compartía el backstage de las fotos de las actrices desnudas a sus amigos, describiéndola con toda su asquerosa cachequería como “arrechantes” o “gurrecitos” a las modelos, da para vomitar, da para vomitar sobre todo porque este humorista que tampoco es escritor ha querido pasar como un faro moral, adalid de las buenas costumbres, de lo políticamente correcto y tiene tan poca garra que ha sido incapaz de desnudar sus verdaderas posturas políticas. Una ambigüedad que lo ha llevado a militar en la mediocre facilidad de la tibieza. Ahora, cuando está de moda Francia Márquez, va a querer parecer progresista pero no se preocupen, el sobrino no es nada de eso. Él no es nada.

Sin Semana ya no es nada, no existe. El blog ese que comparte con Daniel Coronell y su papá cada vez atrae a menos gente. Como fue incapaz de escribir un libro decente pues se dedicó, ya sin éxito, a ser youtuber y hasta en eso naufragó y si aún hay gente que paga la boleta para ver sus shows trasnochados en lugares tan lejanos del mundo civilizado como Cúcuta es porque la educación en este país es un fracaso rotundo.

Es triste la decadencia pero la de los payasos es patética. Descansa en paz Daniel Samper Ospina.

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