El silencio cómplice de las facultades y los medios de comunicación

El silencio cómplice de las facultades y los medios de comunicación

Los medios se olvidaron de que comunicar no es lo mismo que hacer rating y las facultades se quedaron en su pedestal"

Por: Jadín Samit Vergara
agosto 11, 2017
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El silencio cómplice de las facultades y los medios de comunicación

¿Qué pasa con las facultades de comunicación social que permanecen calladas ante las barbaridades de los periodistas y los medios? Su silencio cómplice frente a lo que pasa en el país es vergonzoso, muy en línea con el sensacionalismo mediático de los políticos que alimentan a los medios con titulares amarillistas e irresponsables.

Cuando Nicolás Morales criticó a Vicky Dávila por escribir un prólogo aburrido, lambón y lleno de mentiras innecesarias, los medios centraron la noticia en la pelea con Sandra Borda, atizando un escándalo de redes sociales que parecía digno de una plaza de mercado. Aquí las facultades olvidaron el debate sobre la responsabilidad de escribir y hacerlo siguiendo parámetros periodísticos o editoriales que ellas mismas deberían enseñar.

¿Qué hicieron los medios y los líderes de opinión cuando despidieron a Carolina Sanín de la Universidad de los Andes? Se olvidaron de la libertad de expresión y la violencia de género y se centraron en los ataques a la profesora (y los de ella hacia mucha gente). ¿Y las facultades? Dejaron ir un debate que además de ser fantástico era también su responsabilidad como custodias de la enseñanza ética en el periodismo.

Otro caso todavía más reciente y aterrador fue cuando Uribe calumnió a Daniel Samper. Los medios, más amarillistas que nunca, pusieron el foco sobre el intercambio de Tweets y aprovecharon la oportunidad para armar un circo con dos personajes públicos que tienen sectas de seguidores radicales ¿Y el debate sobre los alcances de la libertad de expresión en redes sociales y la comunicación digital en estos tiempos en que todo el mundo se cree periodista? ¿Y la discusión sobre la responsabilidad penal, política o disciplinaria de quienes maltratan, acusan, matonean y señalan en Twitter? Olvidado, nuevamente las facultades ignoraron que comunicación y derecho están en la obligación de sentar posiciones críticas.

Justo cuando el país más los necesitaba ambos decidieron mirar para otro lado: los medios se olvidaron de que comunicar no es lo mismo que hacer rating y las facultades se quedaron en su pedestal, pensando que construir país no es su responsabilidad, cuando en realidad esa debería ser la esencia de la investigación académica. Ya lo decía el experto Jesús Martín-Barbero hace poco en El Espectador, hoy “hay escuelitas de periodismo”, que no facultades, a las que “les falta país”.

Esa expresión debería avergonzarnos más al revisar las siguientes cifras. En Colombia, según el Ministerio de Educación, hay 82 programas de comunicación social a nivel profesional, distribuidos en 35 municipios de 20 departamentos. De hecho, algunos de ellos están justo donde suceden las noticias: en Villa del Rosario (Norte de Santander), en la frontera por donde pasan miles de venezolanos llenos de tristeza hay uno. ¿Y qué vemos en los medios? Solo la foto del puente abarrotado de gente cruzando de un país a otro. ¿Dónde quedaron las historias que narran y exigen soluciones a los gobernantes de esa frontera?

No vayamos más lejos: Cartagena, la ciudad más desigual, pobre y con los mayores problemas de gobernabilidad del país tiene tres facultades de comunicación y ninguna dice nada, en medios solo vemos turismo, reinas, fiestas y congresos. Otros tantos municipios donde suceden el conflicto y la paz, a veces al mismo tiempo, también tienen programas de comunicación: Montería tiene dos, Villavicencio tres, Ocaña, Apartadó, Sincelejo (tan cercano a los Montes de María) y Caucasia tienen uno cada uno. Y lo más ridículo de todo: Popayán, que no llega a 300 mil habitantes, tiene cuatro programas de comunicación social abiertos.

Las facultades confundieron la comunicación con la publicidad y el rating. Esto es un negocio sin responsabilidad alguna: ¿sabrá el MEN de la sobrepoblación de comunicadores y periodistas desempleados o insatisfechos laboralmente que tiene este país?

Antonio Pasquali, uno de los académicos más respetados de la comunicación, dijo hace algún tiempo que “hay que cerrar las escuelas de comunicación y refundarlas” a ver si los medios y periodistas por fin olvidan la importancia de personajes como Rafael Uribe Noguera y se centran en el debate sobre la violencia de género estructural y cultural que tanto enferma a este país.

La invitación es para que organizaciones como Afacom, que reúne a más de 50 de las facultades de comunicación social, deje de hacer eventos de poco alcance y ayude a profesores, estudiantes y profesionales a aterrizar en la realidad de Colombia: esa misma que está pidiendo posiciones críticas, y debates y propuestas frente a la responsabilidad que tiene la academia de la comunicación en la construcción de un país más ético y de medios de comunicación más responsables con la información que emiten.

A Colombia le hacen falta ética periodística y facultades capaces de hacerse oír y de conectar la teoría con la realidad. Le hacen falta más periodistas críticos y le sobran azuzadores en Twitter. Lo dijo el crítico Ómar Rincón en El Tiempo: “el periodismo se debe reinventar para ir más allá de la indignación, la solidaridad, el cinismo y el matoneo de la semana”, y en eso las facultades tienen toda la responsabilidad.

Nota: también es hora de repensar los currículos de periodismo y de comunicación, basta con eso de aprender de todo un poco, con eso de que aprendemos un mar de conocimiento con un centímetro de profundidad: esta es una invitación a la mediocridad que debe ser corregida si queremos ser respetados y tener salarios dignos.

 

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