Siempre habrá mucho amor en el Odio (a Botero)

Siempre habrá mucho amor en el Odio (a Botero)

Por: José Alejandro Catama castaño
junio 27, 2015
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Siempre habrá mucho amor en el Odio (a Botero)

Mientras Odio a Botero celebraba su funeral, yo lo conocía. La banda de punk que lleva más de 10 años rondando por la capital terminaba su vida musical con un pequeño toque en el bar Latino Power.

Una que otra cosa había escuchado de ellos, como que tocaron en la primera versión de Rock al Parque que yo fui, en el 2009, que me daba miedo ir a verlos por los pogos. Tenía 15 años nada más y no me gustaban los golpes. Sabía también el amor que les tenía un amigo, un botón de Kill the Cuentero en su maleta lo demostraba. Nada más, no conocía nada más de ellos pero pasaron 6 años y yo me acerqué más al punk, me dejaron de dar miedo los pogos y tenía otra amiga que se moría por ir al último, según anunciaba el evento, concierto de Odio a Botero.

Las ganas de hacer algo, la emoción que demostraba mi amiga y la curiosidad que me había nacido por escuchar un par de canciones de ellos fue lo que me llevó a estar en esa noche tan especial para ellos y sus seguidores.

Entramos por una puerta de esas cuadras sucias y rayadas que uno intenta evitar en Chapinero, detrás de esa puerta no había nada más que gente feliz, tomando cerveza y conversando como si no se vieran hace rato. Había de mi edad y habían un poco más viejos, tal vez lo suficientemente viejos para haber visto crecer a la banda que ese día decidía morir.
Una sola porción, canción que tenía su propio vídeo y que había salido en la TV, era la única herramienta que yo tenía para reconocer a los miembros de Odio, atravesando la pequeña tarima pasó René con su chivera y su camisa estampada con la portada de su segundo álbum homónimo. La gente los exigía en tarima ya, eran pasadas las 10 de la noche y era justo y necesario. René se apropió del micrófono y se sentó a charlar con nosotros, charlar porque nos expresó su felicidad, charlar porque me contó a mí, alguien que no tenía una clara idea de la banda, de lo que me había perdido, de toda la mamadera de gallo que habían vivido estos años y la peliadera con varios personajes de la música y política. Le contó a su banda lo incrédulo que estaba con la acogida que había tenido el concierto “Esto es un programa nuevo de bromas de ¿RCN?”

Si bien todos lo oían con placer, se reían de su sátira y de sus putazos, habían algunos que tenía el pogo en la punta de los nudillos “HAGALE RENÉEEE” gritaban atrás mío “ESTO NO SE ACABA” le reclamaba otro fan más cerca.

No sé en qué segundo pasé de estar charlando con René a estar recibiendo golpes, empujones y sudor de los asistentes. En un momento René estaba reflexionando pero la guitarra de Jaime Angarita empezó con un riff, mi mirada no alcanzó a llegar hasta él sin que la gente por fin estallara, de pronto ese era el miedo que tenía de pequeño. Pero ahora no era miedo, una sonrisa nerviosa se me incrustó en el rostro, Gabriela, la vocalista empezó a cantar mientras se jalaba la cola en su pelo y se la soltaba, René le gritaba la letra al público, se acercaba al borde y los desafiaba, yo estaba asombrado por todo lo que sucedía tan rápido frente a mis ojos. Lastimosamente no sé cuál canción fue con la que empezaron, ojalá un verdadero seguidor de la banda que lea esto me lo pueda decir, pero fue la indicada, empezó sin aviso y terminó de la misma forma, cuando menso me di cuenta otra vez René estaba reflexionando.

El ambiente general en el concierto fue extraño, Odio a Botero es punk, por lo tanto las canciones no duran más de tres minutos, mientras que las intervenciones de René duraban casi los diez. Él se extendía, hablaba de quién odiaba y de quién amaba, Cesar Lopez, SAYCO, Radionica, Álvaro Uribe y hasta Mick Jagger fueron mencionados por el vocalista, que no disimulaba todo el sentimiento que lo embargaba esa noche.

Mientras tanto Gabriela y Jaime lo miraban riéndose, atentos. Cada improperio que soltaba, cada referencia a su historia les iluminaba la cara, les daba en ese lugar donde se guardan todos los recuerdos. Al mismo tiempo, mientras reflejaban estas cosas, se veían deseosos de seguir tocando, y cuando por fin lo hacían, ese gesto nostálgico se revolvía en la furia que tienen todas sus canciones.

René se despidió, bueno lo venía haciendo a lo largo de la noche, pero ahora si parecía que era en serio. Arrojaron tarjetitas y las baquetas de Juan David Rojas. La banda se abrazaba entre sí, entre sus amigos y a sus espaldas el público empezó a gritar “una más y no jodemos más” René, al igual que yo, estaba impresionado por la creatividad del cantico, charló con su banda, al parecer no tenían otra más, tenían sólo todas las que ya habían tocado, lo digo porque René llego hablando al micrófono “Si se repite que hijueputas, no pasa nada”.

Las baquetas había que devolverlas, esa fue la condición para volver a tocar, se devolvieron de forma juiciosa. Lechonería Mason fue la canción con la que se despidieron y repitieron. Jaime, Gabriela, Juan, Alejandro y el mismo René se abrazaban, hicieron una venia al público, cerraban los ojos, para retener las lágrimas o para realmente sentir el momento, el adiós, las gracias, el final.

Los seguidores de toda la vida habrán sentido este concierto con el alma, con esa pertenencia de haber visto crecer el Odio y verlo morir en su funeral.

Sin embargo, llegar como un desconocido, por casualidad, o por curiosidad fue una linda forma de haber vivido este toque. En sólo dos horas entendí el peso, el respeto que Odio a Botero se merece como banda. Entendí la lucha que significa ser músico en Colombia, no estar de acuerdo con ni mierda, andar en esa delicada línea de ser un vendido y vender. Muchas frases de René daban la sensación de derrota, como si ya no valía la pena seguir cantando en un país que está tan mal que ya nos acostumbramos. Ya nos acostumbramos a reírnos de los chistes de Uribistas y de Uribe pero seguimos sin darnos cuenta todo el daño que él hace. Acostumbrarnos a saber que un músico local come mucha mierda para vender un disco, pero igual seguimos criticándolos cada vez que un festival les da un espacio.

El funeral de Odio a Botero, irónicamente sirvió para germinar desconfianzas y odios en mí, para mirar raro a Cesar Lopez y Radiónica. Pero también sentir algo de cariño por esos bares sucios y rayados de Chapi, y ver qué más hay detrás de las bandas nuevas, de las bandas nacionales, quién quita y sean una de esas leyendas voz a voz como lo es Odio a Botero.

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