Santrich, manejo carcelario e Iglesia
Opinión

Santrich, manejo carcelario e Iglesia

Mientras el exguerrillero era huésped especial del Episcopado, Colombia no aceptaba las 17 recomendaciones de la ONU sobre manejo penitenciario y se negaba a suscribir el protocolo contra la tortura

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mayo 24, 2018
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Un problema central que afronta la izquierda populista es el de su creciente falta de credibilidad. El asunto se origina en la probada incoherencia, la fractura entre lo que sus representantes predican y practican.

Olvidándose de los ideales que dicen encarnar, Venezuela está en manos de un sátrapa asesino y de los boliburgueses traficantes; en Nicaragua mangonea un presunto violador que se apuntala disparando a los inconformes mientras se apropia de la economía; en España se trata de un Pablo Iglesias, líder del partido Podemos, quien con descarado nepotismo designa  a Irene Montero, su pareja, como segunda de a bordo en la organización y ahora adquiere una fastuosa quinta en el exclusivo barrio madrileño de Galapagar. Tal individuo transgrede las indicaciones rotundas que en materia de austeridad él impusiera a sus camaradas.

En Colombia la cuestión pasa por cierto candidato de verbo incendiario, zapatos Ferragamo y alegre chequera electoral. A este se suma Jesús Santrich, un ex jefe subversivo que quiere estar por encima del ordenamiento jurídico. Según parece lo único cierto en los líderes populistas de izquierda es su descarada incoherencia.

El caso de Santrich merece ser analizado con detenimiento. Para comenzar él no es Jesús Santrich, este es apenas un remoquete escogido por quien en realidad fue bautizado como Zeusis Pausis Hernández Solarte. Y su cambio de nombre no obedeció al romántico deseo de honrar la memoria de un compañero muerto, sino al propósito de confundir a las fuerzas de seguridad por aquellos días de la confrontación armada.

En segundo lugar Zeusis quien tiene ademanes y actitudes de persona que ha perdido  la visión, despertando a su paso expresiones de solidaridad, no pareciera ser  verdadero discapacitado visual. Sus cartas escritas de puño y letra e ilustradas con dibujos de buen trazo, sugieren que otra es su condición. Más aún, uno de los negociadores oficiales en La Habana contó que tras concluir las conversaciones, el exguerrillero le había regalado una atractiva obra pictórica de su autoría.

Para concluir hay pruebas según la DEA, de que el supuesto invidente miembro de la Comisión de Verificación y futuro congresista, habría estado envuelto en actividades de narcotráfico con posterioridad a la firma del Acuerdo Final. Un instrumento del cual él es coautor.

Las manifestaciones quiméricas  de Zeusis Hernández o Jesús Santrich, están en línea con sus antecedentes: por años tuvo mando sobre el aparato de comunicaciones de las Farc y sus emisoras clandestinas. Su oficio era convencer a los campesinos de que los secuestros, las extorciones y los delitos de lesa humanidad, eran apenas un costo intrascendente en el propósito de imponer el paraíso comunista.

Pero a pesar de las deficiencias del Acuerdo Final, del irrespeto a la institucionalidad contenido en algunos de sus apartes y de las falencias en su implementación,  la paz con las Farc se ha sostenido. Nadie puede negar que en materia de seguridad rural el país es mejor hoy que antes.  Y en contraste con Santrich debe decirse que la gran mayoría de los comandantes insurgentes y de los combatientes rasos han acatado la legalidad y vienen cumpliendo lo pactado.

 

La pregunta es:
¿por qué el individuo escogió este camino en vez de dedicarse a probar
una inocencia de la que dice estar seguro?

 

Culpable o no, Zeusis se embarcó en una huelga de hambre al saber que los graves indicios sobre su conducta habían desembocado en una solicitud de extradición. Su propósito no era otro que hacer prevalecer el interés personal, reventar el proceso de paz si no se le reconocía la indemnidad absoluta. La pregunta que queda es: ¿por qué el individuo escogió este camino en vez de dedicarse a probar una inocencia de la que dice estar seguro?

El gobierno temeroso necesitaba ganar tiempo para evitar el deterioro del la salud del huelguista.  Resultaba indispensable crear las condiciones para que la JEP pudiera llegar a salvar la situación. Por eso se solicitó al episcopado que Santrich fuera acogido en una de sus sedes con los cuidados propios de huésped especial.   Zeusis se convirtió así en parte de la aristocracia carcelaria que los altos poderes y el Inpec gestionan a dedo.

El manejo discriminatorio del asunto y que Santrich por coherencia ha debido rechazar, quedó expuesto en la fecha de su transferencia al episcopado. Ese mismo día mientras al jefe guerrillero se le dispensaban múltiples miramientos y consideraciones el gobierno tomaba en Ginebra, Suiza, una actitud de inaceptable indiferencia frente a los derechos humanos de la población carcelaria nacional. Y es que de manera coincidente durante aquella jornada, Colombia compareció ante la ONU rindiendo el examen periódico en derechos humanos. En ese contexto nuestros representantes no tuvieron  inconveniente en abstenerse de aceptar las diecisiete recomendaciones que se les formularon sobre el manejo penitenciario. Además, desconociendo que nuestras prisiones comunes son chiqueros inhumanos y brutales,  el país una vez más se negó  a suscribir el protocolo adicional a la convención de las Naciones Unidas contra la tortura y otros tratos o penas degradantes.

Pueda ser que la Iglesia colombiana al aliento de sus jerarcas principales el cardenal Salazar y monseñor Urbina, haga valer su autoridad moral para presionar soluciones verdaderas en la materia. Es hora de exigirle al Estado la adhesión a los instrumentos internacionales que garantizan el tratamiento humano y digno, sin discriminaciones ni preferencias, de  todos los prisioneros.

 

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