El santo padre y la plaga de la corrupción

El santo padre y la plaga de la corrupción

Explica que corrupción significa, en su acepción etimológica, “una laceración, una rotura, una descomposición y desintegración” que tiene el hombre en su naturaleza más profunda

Por: Martin Eduardo Botero
septiembre 09, 2017
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El santo padre y la plaga de la corrupción

Estamos seguros de que, en su visita en Colombia, en el corazón del santo padre no solo estará presente la paz, sino también los altos índices de corrupción que está viviendo el país, la impunidad arraigada y las relaciones de poder, la falta de voluntad política y la ausencia de un sistema judicial y una administración pública independientes y por ende las deficiencias en el Estado de Derecho.

Que la Santa Madre Iglesia en cabeza del santo padre no está ni estará con las manos cruzadas ante el peligro del fenómeno de la corrupción generalizada, se puede ver claramente en los dos eventos extraordinarios que tuvieron lugar en Ciudad de Vaticano el pasado mes de junio. El primero en Casina Pio IV en donde se tuvo la interesante conferencia internacional entre juristas, políticos, sociólogos y teólogos sobre la corrupción y planificar la agenda. Se trata de la primera reunión de un grupo internacional ideal para reflexionar y concienciar sobre tal problemática global, aunque su conexión con el crimen organizado y las mafias. El segundo concierne el inédito y singular preámbulo de Papa Francisco al libro Corrosión escrito por el cardenal Peter K.A. Turkson con el filósofo Vittorio V. Alberti.

Muy elegante y sensible la interpretación del Cardenal Turkson que no usa el sustantivo femenino Corrupción, pero su pariente más estrecho, titulado Corrosión 2017 (COMBATTERE LA CORRUZIONE NELLA CHIESA E NELLA SOCIETÀ,2017, RIZZOLI LIBRI).

El pontífice en el prefacio hace un urgente llamado a la acción internacional: "Tenemos que unirnos para combatir esta blasfemia, este cáncer que está desgastando nuestras vidas. La Iglesia no debe tener miedo de purificarse a así misma". Según el jefe anticorrupción italiano R. Cantone la posición del Pontífice "es una gran novedad” de nuestros tiempos, porque la corrupción se ha presentado siempre como un problema político, un problema de la sociedad civil que interesa sólo un trozo de mundo. El papa, sin embargo, “ha puesto en campo con su experiencia una idea nueva, consciente de que la corrupción hace mal a todos, hace daño a los ciudadanos y sobre todo hace mucho daño a los pobres." La corrupción que es una de las principales causas de violaciones de los derechos humanos repercute y afecta de forma desproporcionada a los grupos de la sociedad más desfavorecidos, marginados y vulnerables.

El santo padre explica que corrupción significa, en su acepción etimológica, “una laceración, una rotura, una descomposición y desintegración” que tiene el hombre en su naturaleza más profunda. Pero es precisamente en esa triple relación que tiene en su vida interior (consigo mismo), social (en sus relaciones con el prójimo) y con la naturaleza (con dios y con el creado):

“Cuando el hombre respeta las exigencias de estas relaciones es honesto, asume responsabilidad con rectitud de corazón y trabaja para el bien común. Cuando él padece en cambio una caída, es decir se corrompe, estas relaciones se destrozan. Así, la corrupción expresa la forma general de la vida desordenada del hombre decaído. Al mismo tiempo, como resultado de la caída, la corrupción revela una conducta antisocial tan fuerte que deshace la validez de las relaciones y, por lo tanto, los pilares sobre los que se basa una sociedad: la coexistencia entre personas y la vocación a desarrollarla. La corrupción desecha todo esto, reemplazando el bien común con un interés particular que contamina cada prospectiva general. Ella nace de un corazón corrompido y es la peor llaga social, porque engendra graves problemas y crímenes que nos implican a todos. La palabra "corrupto" recuerda el corazón roto, el corazón destrozado, manchado por algo, derruido como un cuerpo que en la naturaleza ingresa en un proceso de descomposición y emite un mal olor”. Estas palabras pueden sonar duras o incluso simplistas, pero dicen la verdad.

Después de estas fuertes palabras pronunciadas, el pontífice nos advierte "Tenemos que hablar de corrupción, denunciarle los males, entenderla, enseñar a la voluntad, afirmar la misericordia sobre la mezquindad, la curiosidad y la creatividad sobre el cansancio resignado, la belleza sobre la ficción".

El papa Francisco se interroga en profundidad sobre este complejo fenómeno global con nuevos enfoques a los nuevos problemas planteados en nuestra sociedad abierta moderna, que con frecuencia conduce a violaciones generalizadas de los derechos humanos. De las enseñanzas del Santo Padre se traduce que hay que poner fin al acaparamiento de poder y a la perpetuación de los cleptócratas en el poder, al favoritismo jerárquico, los sistemas de recompensa y al clientelismo en las estructuras de poder.

La lucha contra la corrupción implica una vía larga y difícil, hecha de educación y cultura, se necesita dice el Santo Padre, buena voluntad, mayores esfuerzos y una “cooperación por parte de todos, según las propias posibilidades, los propios talentos, la propia creatividad." El pontífice hace una llamado a todos los hombres, grupos y pueblos, “a los creyentes y a los no creyentes, para una nueva "reflexión cultural" entre los distintos grupos y comunidades en un momento en que los jóvenes ni siquiera “logran imaginar el futuro". Creo que ha tocado este tema de un modo muy realista, pues es sabido que reducir la corrupción es vital para el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la creación de riqueza, la educación, el bienestar, la salud pública, el desarrollo de infraestructuras y la resolución de conflictos, así como para generar confianza en las instituciones, las empresas y la política.

El papa prosigue diciendo que “La corrupción es el arma y el lenguaje más común de las mafias y de las organizaciones criminales en el mundo”. Este proceso de muerte da origen a la cultura de muerte de las mafias y las organizaciones criminales. Lo que dice el papa es absolutamente cierto porque la lucha contra la corrupción también debe englobar medidas para erradicar la delincuencia organizada, el acoso, las amenazas, la intimidación y las represalias de que son objeto los miembros de organizaciones de la sociedad civil, incluidas las asociaciones de lucha contra la corrupción y los movimientos en defensa de los derechos humanos, y los periodistas, blogueros y denunciantes de irregularidades que revelan y denuncian casos de corrupción.

Además, el papa en el preámbulo dice claramente que la corrupción se concentra en el origen íntimo del ser humano, brota en el corazón del hombre y puede brotar en el corazón de todos los hombres. En efecto, estamos todos muy expuestos a la tentación de la corrupción: también cuando creemos haberla derrota, ella se puede presentar de nuevo”. Como dice el Cardenal Turkson “He aquí el porqué la lucha a la corrupción no puede limitarse a las leyes, pero debe centrarse en el desarrollo de una cultura que contenga en si los anticuerpos contra una enfermedad a la cual todos estamos expuestos, sobre todo cuando nos encontramos en condición de ejercer cualquier forma de poder. Porque la corrupción se introduce en todo sitio, y nadie es inmune de ello, tampoco la Iglesia”.

El pontífice luego dice que el hombre debe ser visto en cada aspecto, no debe ser dividido según sus actividades, así debe ser leída la corrupción, toda junta, para todo el hombre, sea en sus expresiones de crimen sea en aquellas políticas, económicas, culturales, espirituales”. Estas son las recomendaciones señaladas por el Santo Padre y son un importante paso en la dirección correcta, un paso que nosotros hemos propiciado constantemente (ECTJ).

El papa Francisco termina diciendo que “Se corrompe, y corrompiéndose se asume la actitud triunfalista de quien se siente mejor y más listo que los otros. La persona corrompida, en cambio, no se da cuenta que se está construyendo, él mismo, su misma cadena. Un pecador puede pedir perdón, un corrompido se olvida de pedirlo. ¿Por qué? Porque no tiene necesidad de ir más más allá, de buscar pistas más allá de él mismo: está cansado, pero harto, se siento lleno de si mismo. La corrupción tiene, en efecto, al origen un cansancio de la transcendencia como la indiferencia.

A mi modesto entender creo que estas reflexiones pueden aportar algo para dilucidar las razones de la corrupción y enriquecer el debate público y político en los países. La corrupción (korup'θjon) ha puesto en jaque la inteligencia colectiva y a países de todo el mundo, significa que este fenómeno constituye un problema global, más allá de áreas geográficas determinadas. Nadie podrá negar que los esfuerzos hechos hasta ahora para luchar contra la corrupción han fracasado por impotencia para establecer compromisos suficientes. Estamos por lo tanto en una encrucijada.  El libre juego de las fuerzas económicas, así como el desenfrenado afán de riqueza y poder, que cunde por doquier no ofrecen salidas al problema. La corrupción no es un juego de sociedad en donde los participantes se ciñan buenamente a leyes. Es una mala noticia, porque cada uno busca su beneficio del momento, sin subordinarlo a la prosperidad y al bienestar de la comunidad.  Muchas gracias. Hasta pronto

* Informo a los lectores que las traducciones del preámbulo en español no son oficiales.

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