Salir de Colombia ¿un país sin oportunidades?

Salir de Colombia ¿un país sin oportunidades?

Varios son los motivos por los que están afuera. Los más jóvenes no piensan regresar, los más viejos ya no lo harán. Todos envían dinero a sus familias

Por: Mary Luz Herrán C.
abril 07, 2022
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Salir de Colombia ¿un país sin oportunidades?
Foto: Pixabay

Nunca será fácil dejar nuestro terruño. Nuestras raíces jamás dejaran de hacernos mella en el recuerdo que poco a poco se va volviendo difuso, borroso con el pasar de los años, inclusive se va olvidando la conjugación de esos verbos que pasan a ser extraños. De un momento a otro es el “frañol” el que toma conciencia en nuestro cerebro.

El recorrido mental que hacen por esas calles del barrio, de la vereda, de la entrada al pueblo se vuelve difusa, ya las voces de los vecinos se han perdido, los amigos no son los amigos, ahora se camina a paso largo, se es más “civilizado” a la fuerza por la cultura que se impone y que se debe adoptar. La patria ha dejado de ser la patria para ser acogidos o perseguidos por otra.

Hace tres días en París me reuní con compañeros de la Colombia Humana, su férreo amor permanece intacto, sus convicciones me hicieron sentir más cercana, más a gusto, segura con sus palabras, en su compromiso.

Unos llevan más de 30 años otros pocos años. Su plan seguir adelante con la propuesta de cambio, de país, con la política de la vida y contra la política de la muerte que los despojó del derecho a algunos de ellos a respirar en nuestro país, de echar raíces, de morir allí.

Se niegan a perder los recuerdos, acá se potencia la fraternidad y la solidaridad, los encuentros culinarios acompañados de la vieja música que poco se escucha en Colombia y que mi hija me obliga a oír siempre que va manejando, se celebran con alegría. 12 son los años que mi “petrica” lleva acá, son mis hijos obligados a vivir fuera, como muchos colombianos condenados a morir o a vivir en medio de las amenazas en nuestro país o a huir del hambre y la pobreza.

En el quatier Saint Antoine del 12 arrondissement de Paris, fui invitada a una reunión en un “Squat” que antes era un basurero allí hay casi 100 connacionales. No creen en los políticos, razón que también los tiene acá, todos son ilegales, las falsas promesas y los malos gobiernos les robaron la esperanza.

Varios son los motivos por los que están en lejanas tierras, cada una de sus historias me transportó a sus vivencias; una señora se negó a dejar pasar cocaína en el puerto de Buenaventura y fue condenada a muerte, una pareja con un niño fue amenazada por actores armados y tuvieron que huir, un señor me dice que salió para darle un estudio a su hijo de 9 años, él regresaría si hay un cambio, otro señor es un exmilitar huyendo, me han hablado de una exparamilitar amante de un reconocido mando.

Los más jóvenes no piensan regresar, los más viejos ya no lo harán. Todos envían dinero a sus familias, viven entre 6 y 20m2, familias completas, se acomodan como pueden, son desconocidos al llegar y una gran familia al encontrar cada uno de ellos la solidaridad.

Hablar frente a colombianos migrantes que lo han dejado todo por un mejor futuro no es fácil, menos en época electoral. Unos me miran con desconfianza, les cuento sobre mi vida, mis alegrías, mis tristezas.

Los invito a que se presenten, que si desean cuenten su historia, así vamos conociéndonos, al final y luego de casi 3 horas, ya recorro el lugar, sus habitaciones que a la vez son la sala, la cocina, el comedor y el baño.

Con gran orgullo me dicen lo bonito que esta y la manera como han ido consiguiendo muebles y demás. Esto es duro para mí, el corazón se me arruga frente a cada puerta que se abre, cada mirada inquieta que me sigue; vienen las fotos, los abrazos, parece que depositaran en mi un mensaje de urgencia, pareciera que fuéramos su única esperanza.

El único uribista está más organizado, vive solo, lleva acá más de dos años. En 8 días llega la esposa de otro señor que con orgullo me muestra su rinconcito, su nido de amor para ella.

Ahora no viven con tanto miedo, mañana como hoy tienen con qué comer dignamente, trabajan ilegalmente, se les explota de eso estoy segura, no tienen seguridad social, pero si estudio para sus hijos, son solicitantes de asilo la mayoría, a otros se los negaron, esto no es fácil.

Hay varios profesionales, ahora trabajan en lo que salga, en la rusa, lavando platos, así como lo hizo mi hijo Andrés Gustavo cuando lavaba platos en un restaurante o mi hija Andrea que trabajó en McDonalds y luego de Barmaid mientras estudiaban y eran legales.

No entiendo con claridad cómo estos colombianos lo dejan todo para vivir así, ocultos de la policía, con temor a ser deportados, no pagan arriendo, la mairie les cortó la luz, se conectan de alguna manera, tienen agua, pero en cualquier momento los lanzan a la calle, como hace 3 años que les tocó vivir en carpas, por eso no hacen mayor cosa en acondicionar sus viviendas que son divisiones en madera con un techo improvisado, una cocina comunitaria, un salón de reuniones.

Allí en 6m2 hay un anciano africano que lloraba en la calle porque no tenía que comer, pues los más jóvenes lo adoptaron e hicieron su cuartico. Es el único “extranjero”, hasta viviendo como viven tienen lugar para la fraternidad, para dar amor, ese sentido de humanidad que a veces nos falta.

Todo duele, la mujer que lidera esto está en la lista de víctimas, su esposo fue asesinado, ella huyó con su hijo de 11 años, aun lo llora. El dolor cala los huesos y sus lágrimas aún se asoman.

¿Qué hacer por ellos, por tantos millones de colombianos que han tenido que huir por razones económicas, para salvar sus vidas y pocos, muy pocos por un amor?

Esa es la pregunta en sus ojos, sus miradas profundan que atraviesan mi ser, me dan fuerzas para proponer por ejemplo la verdadera labor de los consulados, la necesidad de un censo internacional, la manera en que deberían agilizar el proceso de papeles, cómo garantizar su derecho al voto, la asistencia a esos casi 15mil detenidos. Acá hay mucho por hacer, y en Colombia todo un sistema por cambiar.

Por ahora es un adiós, espero que esto cambie para poder regresar y ver en ellos la esperanza de volver a Colombia o estar acá ya no de ilegales, sino como cualquier otro ciudadano del mundo con plenos derechos y en las mejores condiciones de vida digna.

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