Rusia 2018 y la revolución afroeuropea

Rusia 2018 y la revolución afroeuropea

"La experiencia de Bélgica y Francia de acoger a los migrantes se ha revertido en la consolidación de una nacionalidad diversa e incluyente"

Por: Jorge Eric Palacino Zamora
julio 13, 2018
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Rusia 2018 y la revolución afroeuropea
Foto: Twitter @equipedefrance

El campeonato que se despide será recordado como escenario de una renovación en el balompié. El exitoso modelo de Francia y Bélgica de acoger a los migrantes africanos como ciudadanos que los representan ha fortalecido a estas naciones en el contexto deportivo.

Junto con las icónicas imágenes de aficionados posando en la plaza Roja de Moscú, el Mundial, celebrado en Rusia que ya apaga sus luces para dar paso a la sensación de nostalgia, será recordado por el protagonismo de nuevos países, pero especialmente de los equipos que se han integrado en torno a intereses deportivos nacionales, obviando las diferencias de raza. Este es un asunto que no podemos pasar desapercibido, pues demuestra que la inclusión es un esquema propicio, un camino expedito para alcanzar el éxito como sociedad.

La presencia de numerosos jugadores de origen africano como integrantes de los equipos que llegaron a las semifinales evidencia que la apuesta de países como Francia y Bélgica de adoptarlos como miembros de sus selecciones fue una decisión afortunada en el propósito de potenciarse como sociedad, y presentar unas credenciales de naciones capaces de derrotar la xenofobia y derribar las barreras religiosas o culturales que por años condicionaron nacionalismos anacrónicos y retardatarios.

Revisemos la presencia de jugadores de origen afro en las delegaciones finalistas de la cita orbital del fútbol:

Por un lado, en Francia están: Presnel Kimpembe (ascendencia del Congo), Samuel Umtiti (nació en Camerún), Paul Pogba (ascendencia y nacionalidad de Guinea), Kylian Mbappe  (ascendencia y nacionalidad de Camerún), Ousmane Dembélé (hijo de maliense), Corentin Tolisso (ascendencia y nacionalidad de Togo), N'golo Kanté (ascendencia de Malí), Blaise Matuidi (sus padres huyeron de Angola), Steven N'zonzi (ascendencia congoleña), Steve Mandanda (nació en el Congo), Adil Rami (ascendencia marroquí), Nabil Fekir (ascendencia de Argelia), Djibril Sidibé (ascendencia maliense), Benjamin Mendy (ascendencia de Senegal).

Por parte de la selección de Bélgica contamos a Vincent Kompany (ascendencia y nacionalidad del Congo), Dryck Boyata (origen congolés), Marouane Fellaini (ascendencia y nacionalidad marroquí), Youri Tielemans (ascendencia y nacionalidad congoleña), Moussa Dembélé (nacionalidad maliense), Nacer Chadli (nació en Bélgica, pero es de ascendencia marroquí), Romelu Lukaku (nacionalidad congoleña), Michy Batshuayi (nació en Bélgica y su origen es congoleño).

Estos nombres incorporados en los referidos equipos europeos se han traducido en una expresión futbolística renovada, un estilo en el cual concurren los esquemas tácticos europeos con la fortaleza propia de la raza africana.

Sin embargo, más allá de las características derivadas de la condición atlética y de biotipo de europeos y africanos lo que hemos evidenciado es que las maneras de interpretar la vida, la alegría, la emotividad de unos y otros se han permeado, sin perjuicio del reconocimiento a la diferencia, en una enriquecida forma de representar las expectativas y anhelos de las naciones que representan.

Por la cantidad de integrantes de origen africano, que es casi del 50 por ciento frente a los jugadores “locales” para el caso belga y francés, no podría ser viable un fenómeno distinto al de la integración. Se trata entonces de una fórmula de convivencia donde se comparten las visiones de dos mundos que por años parecían irreconciliables, bajo esquemas distintos al de la dominación de lo europeo sobre lo africano.

No obstante, el clima de optimismo que se desprende de la adopción de estos países de los padres africanos de deportistas extraordinarios, la masiva presencia de las naciones de origen citadas con anterioridad y que tienen como denominador común la ausencia de oportunidades, nos habla de la necesidad creciente de migración, asociada a fenómenos de atraso y violencia, y recientemente por las denominadas crisis del hambre.

En resumen, el Mundial de Rusia será recordado como el escenario de nuevas ciudadanías, el esbozo de lo que puede venir con el fenómeno de las migraciones desde África y en los últimos años desde Oriente Medio y Asia Occidental. La experiencia de Bélgica y Francia de acoger a los migrantes se ha revertido en la consolidación de una nacionalidad diversa e incluyente, y por lo menos en el contexto deportivo, demuestra las bondades de una filosofía de puertas abiertas, en contraste con las políticas reduccionistas de cierre de fronteras.

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