Rostros de la paz
Opinión

Rostros de la paz

Allá en Briceño están esos rostros, los de Julián, de Jesé y de Heidi…

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diciembre 20, 2016
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Hay rostros difíciles de olvidar. Es el caso de Heidi cuando nos comentó que su hijo pronto dejaría la casa y se iría para Yarumal. Ese es el problema doctor –dijo– que acá en el municipio no tenemos sino hasta noveno y como él me salió tan bueno para estudiar, quiere volverse mecánico y quizá después algo más. En sus ojos se ve esa amarga contradicción que es tan propia de los campesinos colombianos. El orgullo de la herencia y el dolor de la partida no querida.

Como si el talento y la capacidad fueran una especie de suerte infame, Heidi sabe que su vida sin Johny será muy diferente. Él es su responsabilidad, su compañía y apoyo. Se encarga de manejar la moto, de comprar la comida para Capitán – el enorme perro que tienen– de ordeñar, de arreglar las cosas y de jornalear. Mis vecinas me han dicho que no lo mande a estudiar porque me voy a quedar sin quién me ayude, pero yo no soy capaz. Por eso estoy ahorrando lo que me da el papá a ver si logro inscribirlo en el técnico. Es una decisión tomada. Y mientras tanto Heidi se aferra a su taza de tinto con los ojos clavados en el verde infinito de las montañas, como si la vida dependiera de eso. Ella sabe que pronto esta casa que ha cuidado tanto, esa con el jardín florido y la tapia pisada, nunca más será la misma.

Es también el rostro de don Jesé, que es uno de los 136 beneficiados por el subsidio para la compra entregados por la Agencia Nacional de Tierras la semana pasada. A Jesé me lo encontré pasmado en una silla Rimax con los ojos clavados en el suelo. Yo estoy tan feliz – me dijo– yo nunca he tenido nada mío y ahora tengo por fin la oportunidad. Yo tengo unos pequeños ahorros para hacerle mejoras a la casa, y poner un corral de pollos. Este puede ser un nuevo comienzo.

Lo que pasa es que la vereda en la que vivo, que es la que está abajo pasando esa loma, la mayoría de los predios están en la zona de afectación de la hidroeléctrica y por eso no voy a poder quedarme allá. Yo desde que pasé los papeles me puse a averiguar de las fincas y por ahí no se compra nada. Yo ya sé que para tener una finquita con todos los papeles me toca irme para Gurimán o para el mismo pueblo. Hay quienes dicen que si nos organizamos no nos sacan y que tarde o temprano la empresa va a ceder y nos va a dar algo mejor. Pero yo no quiero eso. Ni eso ni salir de mi casa. Es que han sido veinte años de cuidar esa cuadrita doctor.

 

“Desmovilizarse es dejar de movilizarse
y nosotros más que nunca
estamos dispuestos a movilizarnos por esta causa”, dice Subverso

 

Y está también el rostro de Julián Subverso, enviado de Pastor Alape para el proceso de sustitución. Nosotros no nos vamos a desmovilizar, dice, ante la mirada estupefacta de doscientas personas en el acto público en el que están Miguel Samper, director de la ANT, Vicente Román, quien fuera el comandante de las Farc de esa zona y delegados del Gobierno y las Naciones Unidas. Porque desmovilizarse es dejar de movilizarse y nosotros más que nunca estamos dispuestos a movilizarnos por esta causa. Lo que pasa es que ahora lo haremos solo con ideas. Nosotros, créannos, no los vamos a abandonar.

Julián es joven y apuesto. Tiene una prosa encendida y la estructura intacta de su pasado como estudiante de sociología de la universidad de Antioquia. Es un convencido de la lucha popular y de la pedagogía ciudadana. De la necesidad de cambiar las estructuras de producción y tenencia, pero, sobre todo, del proceso de paz. Ahí está el asunto Sergio: esta gente durante muchos años solo nos ha tenido a nosotros y ahora no sabe con quién contar, porque es claro que a las autoridades estos montes nunca le han importado. ¿O usted cree que toda esta coca llegó a sangre y fuego en contra de voluntad del Estado? No. Ella llegó con calma, como quien sabe que nadie mira en ese rincón de la casa. Nosotros Sergio estamos listos para cumplir… Pero, ¿y los otros?

Para llegar a Briceño se toma la carretera al mar desde Medellín y se asume la contingencia de abandonar el trazado principal tras pasar el alto de ventanas. Desde que se deja atrás esa carretera que conduce a Tarazá, el paisaje no puede ser más contradictorio. La riqueza enorme de las montañas y su potencial hídrico, con parajes que desafían la gravedad y la belleza, todos ellos enmarcados en la desolación, la falta de ayuda, el fango y la tristeza.

La decidida acción de un alcalde y su secretario de Paz por sacar adelante una región de la guerra, mientras todos en el Departamento y la nación esquivan la tarea de pavimentar una vía que se constituye en la diferencia entre día y la noche. Entre la oportunidad y la repetición de una historia conocida por todos. Porque en ausencia de condiciones para el desarrollo, la coca y los laboratorios florecerán. Con o sin Farc. Allá en Briceño están esos rostros. Esos, los de Julián, de Jesé y de Heidi. Como miles de Colombia, los rostros de la paz.

[email protected] / @yaestapinton

 

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