Un riachuelo humano fluyendo a 36°C

Un riachuelo humano fluyendo a 36°C

Crónica de la situación que se vive en la frontera que separa Colombia del país hermano Venezuela

Por: Ruben Cafu Agudelo
junio 30, 2017
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Un riachuelo humano fluyendo a 36°C

La jornada comienza desde muy temprano, los primeros en aparecer son los más necesitados, personas acompañadas de carretas, costales, cajas y un sinfín de carga de mercancía, un ritual diario parecido al de las hormigas arrieras, que luchan en contra de la selva húmeda para cortar las hojas y encaramarlas en su exoesqueleto terso que parece no soportar el peso de la sociedad que se encuentra llena de hongos.

La Parada, pueblo de nadie, pero que lo habita la dignidad de la existencia y supervivencia humana que encontró en estos valles al lado de la rivera del río Táchira una esperanza que ha vagado entre masacres y desplazamientos. A tan solo unos metros de Venezuela, este municipio se convierte en un atractivo especial para fundar una colonia de hormigas arrieras.

Las hormigas cortadoras de hojas tienen funciones muy específicas, el cuidado de su jardín de hongos es su principal función. La variedad siempre está presente, los considerados parásitos son eliminados automáticamente sin obstrucción de la ley y tratados como basura, pero los que sirven como alimento son cultivados y acompañados por toda la colonia, el círculo de vida de un espacio en la tierra distinto a todo. Junto a las hormigas, los seres humanos forman las sociedades animales más complejas del planeta.

El puente

Con 315 metros de largo, el puente Simón Bolívar se encuentra divido entre vallas de la guardia venezolana y policía migratoria colombiana. Esta frontera que fue la más importante de Latinoamérica hace unos años, hoy de ella solo se encuentra los residuos putrefactos de harina pan y olor vaporizado de la gasolina.

La difícil situación en la que se encuentran estos dos países hermanos, es reflejado en el rostro desesperados de muchos transeúntes que con miedos y ansiedad, cruzan este “paso humanitario” considerado así por los de corbata, los que deciden por nosotros y que cada 4 años se hacen llamar líderes.

El esquema de seguridad es intimidante, siempre buscan. Revolcando entre maletas viejas y otras que parecen bajadas de un avión de primera clase, ninguna se salva, no hay discriminación en el momento de las sorpresas. La mayoría de las personas van con su mirada abajo, sigilosas entre el timo de los que aprovechan su placa y los que no se quieren dejas pescar. Un riachuelo humano que diariamente se asemeja más a un torrente impetuoso que fluye a 36 grados centígrados.

Los niños no son ajenos a este mundo, últimamente se han convertido en los actores principales de una película de ficción, que sin prejuicios y siendo los más paganos, llegan a ser víctimas de la facilidad y de las promesas en dulces que no se cumplirán, pues el guardia los acabo de pillar y de esta condena no hay auxilio.

Los servicios no se hacen esperar, apenas se cruza la mitad del puente, ya en el lado venezolano, por tan solo unos pesos colombianos, acarreadores, la mayoría jóvenes entre los 20 y 30 años, se organizan para recibir a cada uno de sus clientes que vienen exhaustos por el peso del sol y de la carga. La venta de cigarros detallados, dulces, helados, agupanela fría acompañada de tequeños rellenos de queso y tortas de ahuyamas hechas por caceras que encuentras en su producto una salida económica.

Del otro lado

San Antonio del Táchira junto a Pedro María Ureña, son los municipios más cercanos a la ciudad de Cúcuta. La capital del Municipio Bolívar, por la que una vez paso en 1813 el Libertador en su campaña admirable y nombrada por él, la villa heroica, hoy se encuentra en las penumbras de una zona de contrabando, una economía diferencial ante su cambio de moneda y una indiferencia aterradora ante su presente.
Unos metros después de pasar la primera alcabala, la amabilidad y el comportamiento de sus pobladores recalcado por Simón Bolívar se hacen notar. Todo cambia, el ambiente deja de estar tenso para entrar en un mundo de sonidos bullosos pero que hacen parte de la atmósfera calurosa.

Los transportistas que a pesar de pagar la gasolina más económica del planeta, diariamente suben sus tarifas, los moto taxi conducen sin precaución entre avenidas principales y calles alternas, ellos son su propio orden, los taxis trabajan a medias y los locales comerciales no tienen un horario fijo, abren cuando pueden o quieren.

Los mercados o plazas que se montan improvisadas en las calles, ofrecen diferentes frutas y verduras, la espontaneidad del comercio es natural para todos los clientes que buscan oferta y economía, para llevar a su casa una buena y mejor alimentación, de esa que se habla tanto por los medios masivos y que se especula en cada noticia.

Venezuela es un país con una gastronomía especial. Las areperas en cada esquina, decoran el paisaje, bufes de carnes y ensaladas exhibidas en stand para que los clientes escojan su relleno, la calidad sigue vigente, una mezcla de sabores coloridos que amortiguan cualquier estomago exigente. Las morcillas, la pizza, las famosas hamburguesas “Reina” o “Diabla”, el infaltable jugo de naranja, todo esto los representa como un país, como la gran Venezuela que siempre se soñó.

La frontera sigue intentando sobrevivir a las mafias que le atormentan, que no le da un progreso seguro y que la han hundido en lo más profundo de las faldas de los andes. No se pierde la esperanza, la misma que le enseñó Gandhi al mundo “No debes perder fe en la humanidad. La humanidad es un océano; si algunas gotas son sucias, el océano no se vuelve sucio.”

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