Relatos de la nación: crónicas de un futuro anunciado

Relatos de la nación: crónicas de un futuro anunciado

"El día en que iba a morir, Colombia despertó como siempre, antes de que saliera el sol"

Por: Daniela Gutierrez Posso y Daniel Ospina Ramírez
junio 06, 2018
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Relatos de la nación: crónicas de un futuro anunciado
Foto: iStock

En su icónica obra (1) Gabriel García Márquez narra como todos en el pueblo sabían que a Santiago Nasar lo iban a matar. Impactados lo miraban al caminar, sin atreverse a su destino oportunamente advertir. El único aviso que ha Santiago pudo llegar fue una carta que bajo la puerta alguien se atrevió a arrojar. Como a Santiago todos vemos caminar, a esta Colombia maltratada que algún día espera alcanzar la paz, pero como con Santiago su futuro anunciado está, falta ver si a ella si le avisarán.

El día en que iba a morir, Colombia despertó como siempre, antes de que saliera el sol. Había soñado que atravesaba las más duras pruebas, llenas de holocaustos, masacres, guerras y hambrunas perpetuas, pero al final de todo, Colombia conquistaba la paz. Aún con un sueño tan explicito, sus hijos no lograron entrever el augurio que se escondía tras este sueño premonitor.

Colombia se levantó de la cama, se vistió con urnas y esperanzas, pero mientras caminaba por las calles de esa América Latina tan diversa, todos los demás países la miraban estupefactos. Ella sin percatarse los saludaba a todos y bendecía el día tan caluroso con el que amanecía. Antes de llegar a la plaza, esta joven país decidió entrar a visitar a su amigo Perú, ya en la puerta lo llamó por su nombre y este al escucharla no pensó dos veces en abrir y entrarla. Una vez adentro, mientras la familia de Perú la observaba atónita, Colombia se arrodilló en la sala para recoger los recuerdos de su pasado, una foto del palacio, las madres de los olvidados, la túnica de Camilo y el llanto de los desplazados.

Perú la miraba y con una sola seña le dijo a su familia que se esfumara. Le dirigió la palabra a su amiga joven y le preguntó de forma directa si sabía lo que en las elecciones le esperaba. Colombia impávida lo miró a los ojos, perdiendo el dominio de sí y con la cara pálida, respondió a su amigo:

—Tú sabrás si ellos tienen razón, o no— le dijo —pero te contaré un poco de mi pasado, para que veas lo que he transitado.

—Tengo apenas poco más de doscientos años, y en ellos la mayoría han sido muy opacos. Antes de mis cien viví el ultraje de ser violada por Reinos de antaño, después de mis cien continuó la Violencia, pero ya de mis hijos que se estaban matando, cerca de mis quince, osea, mis ciento cincuenta años, entre ellos se arreglaron pero dejaron al pueblo velando, al llegar a los ciento sesenta una nueva guerra se fue gestando, desde la muerte de Gaitán las montañas se fueron llenando, de unas guerrillas de campesinos indignados y a los que me gobiernan fueron cercando, en los ciento ochenta años, un nuevo flagelo se fue asomando, y muchas de mis zonas de coca se inundaron, su dinero a todos corrompió, de izquierda y derecha las manos amarró, en los noventa la guerrilla se creció y muchos municipios se tomó, pero antes de cumplir mis docientos, una nueva peste me invadió, con paramilitares la extrema derecha desterró, a millones de mis hijos que en las calles duermen hoy.

—Por si fuera poco, desde entonces— continuó diciéndole a su amigo Perú —mis hijos se demoraron hasta mis doscientos diez años para comenzar a cambiar el odio, a democratizar mi interior, aceptando que cada uno es diferente, pero todos deben convivir en paz dentro de mí, el mejor regalo que recibí a mis doscientos dieciséis años de vida republicana, fue saber que una de las guerrillas había logrado entenderse con un sector de la derecha para conquistar una parte de la paz, pero ahora sólo dos años después, estoy aquí, ¿me preguntas que si se lo que pasará en estas elecciones?

Colombia se levantó del suelo de la sala y guardando sus recuerdos miró a Perú a la cara y le dijo.

—Sí, lo tengo claro, muy claro, pero aún guardo la esperanza en los jóvenes, en los viejos jóvenes y los no tan viejos, en aquellos que como nuestro amigo Galeano están dispuestos a transformar la realidad aunque sea un poquito, para demostrar que esta realidad sí puede ser transformable...

Perú respiró, después del escozor que le causó su amiga Colombia, no habiendo espacio para más, le reitera explícitamente sus dos caminos posibles, continúa por el camino del reconocimiento de la diferencia o regresa a esos tiempos oscuros que han agobiado su juventud.

Colombia no respondió, solo asintió, se dio la vuelta y de nuevo salió. En la plaza todos los demás países se acomodaron, como si de un desfile se hubiese tratado, hasta Venezuela moribunda en un palco se había situado. Cuando le vieron la mirada todos supieron que su futuro ya estaba anunciado, en un segundo le gritaron, que ahí venían sus hijos preciados, que sin saberlo la estaban acuchillando. Ella confundida no alcanzó a escapar y en un acto de valentía detuvo con su mano el primer puñal, que con trampas quería asestar el golpe que al pasado la devolverá. Pasaron tres segundos que parecieron semanas, y una segunda puñalada le quisieron propinar, está por definirse con qué gravedad...

(1) Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez.

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