Relatos de cuarentena

Relatos de cuarentena

Un estudiante de comunicación social cuenta cómo ha vivido los días de crisis por cuenta del COVID-19. Crónica

Por: Andrés Fernando Carreño Viviescas
abril 20, 2020
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Relatos de cuarentena

Ahora sé que despertar en las mañanas entre cuatro paredes es una bendición y a pesar que estoy parcialmente privado de la libertad a causa de un virus, no es motivo para decaer; suelo pensar que mi casa se ha convertido en el juego más entretenido de todos los tiempos donde el objetivo principal es liberarme del encierro y el aburrimiento, completar las misiones más difíciles y responsables como barrer y trapear; cocinar sin quemarme, lavar y planchar o simplemente correr a mi habitación tras apagar las luces en la noche. Es un acto reiterativo, el hecho de que mi techo sea mi mejor amigo y las zonas de mi casa, los países por visitar. Salir de mi hogar es una ilusión, es añorar la vida que nos aquejaba tiempo atrás, quiero escribir, pero no sé cómo empezar…

Capítulo uno: me cogieron desprevenido

04 de febrero del 2020. Entraré en confianza para contarles cómo conocí al temible virus del que todas hablan en la actualidad. Era un martes, regresaba a clases dichoso después de trabajar fuertemente todas mis vacaciones para conseguir el dinero de la matrícula de mi universidad. Estaba feliz, como cuando a un niño le compran dulces o juguetes, respiraba libertad de nuevo, no recordaba la última vez que había salido de mi casa a otro sitio que no fuese mi lugar de trabajo, quería ver a los docentes impartir sus clases, pero tenía miedo de no estar preparado.

Recuerdo que, al llegar al salón de clase, me inquietó lo que estaba escrito en el viejo tablero "contextualización: coronavirus". Para ser estudiante de comunicación social admito que en esa ocasión no tenía idea de qué me estaban hablando y me preguntaba si mis compañeros habían leído sobre el tema, ¡qué vergüenza!

En el poco tiempo de clase que llevaba atento escuché a una compañera mencionar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado el pasado 30 de enero la emergencia de salud pública de interés internacional tras superar los 100 casos de muerte a causa del coronavirus en China. otra compañera dijo lo siguiente “hasta el día de hoy son 564 muertos a nivel mundial además son veinte los casos confirmados de coronavirus en el crucero Diamond Princess en Japón” estaba impresionado, acababa de oír acerca de un supuesto virus mortal de no sé dónde.

Por lo que notaba, todos habían leído noticias menos yo, mi ignorancia había llegado muy lejos así que me inventé una excusa para ir al baño. Cuando llegué, busqué información y encontré que el coronavirus ocasiona una enfermedad infecciosa que afecta gravemente el sistema respiratorio y es producida por un virus que no había sido detectado anteriormente por los seres humanos.

Investigué en internet y la primera palabra desconocida fue Wuhan, resulta que la ciudad es el epicentro del brote y cuenta aproximadamente con 11 millones de habitantes según datos del gobierno chino. Increíble, la grandiosa potencia mundial afectada por un virus incontrolable, qué podría esperarle entonces a mi Colombia amada si China con su eficiente sistema de salud no fue capaz de contenerlo y aun así logró construir un hospital en 11 días, ahora piensen ustedes cómo sería la misma situación en Colombia, con las EPS a punto de quebrar y con un sistema de salud poco confiable, estamos jodidos, pensaba irónicamente. Luego de salir del baño me fui para la casa, no quería regresar, entonces decidí que cuando tuviera tiempo, iba a consultar sobre la pandemia.

Capítulo dos: desempleado, pero bien informado

Pasaron alrededor de siete días para volver a escuchar una noticia al respecto, ahora con la sorpresa que el virus se llama COVID-19. Seguía sin darle mucha importancia, eran tiempos de indiferencia en nuestro país y de preocupación en otros.

Por ese tiempo visitaba a los negocios de mis colegas del pueblo, me encontraba desempleado y la única opción era pedirles apoyo económico, al mismo tiempo aprovechaba para recolectar productos y conformar una rifa que iba a beneficiar al Periódico Identidad Ribereña, del cual hasta la fecha soy publicista. Quisiera adelantarme y contarles por qué fue tan importante la recolección de los productos, pero me aguantaré, sigamos…

Me causaba gracia llegar a los negocios y que todos tuvieran algo en común para contarme, querían hablar acerca del COVID-19 pero yo no tenía demasiada información al respecto, así que me fui de tienda en tienda escuchando lo que los demás decían. Rápidamente se empezaba a observar el interés de algunas personas cuando se les escuchaba decir que en Estados Unidos ya había 34 casos confirmados de infección por coronavirus.

Tomé rápidamente la prensa que estaba encima de la barra, en el primer texto se podía leer los síntomas frecuentes que podrían padecer los infectados, fiebres altas, fatigas, dificultad para respirar, entre otras. Más abajo del documento se podía leer con determinación un cuadro de color amarillo que resaltaba la importancia de lavarse las manos, desinfectar con alcohol los objetos y hacer uso correcto del tapabocas y de los guantes además advertía sobre las formas de contagio, la más común era por medio de las goticas que caen luego de toser o estornudar, (al igual que el SARS o MERS). ¿Profético no? Todo parecía indicar que nuestro amigo COVID vendría a visitarnos prontamente. El 26 de febrero confirmaron el primer paciente con coronavirus en nuestro país, una mujer de 19 años que estudiaba en Milán, Italia.

Ya es hora de tomar cartas en el asunto.

Capítulo tres: se suspenden las clases

En la mañana del 15 de marzo tuve una pequeña discusión con el reloj despertador que no paraba de gritarme al oído que debía levantarme e ir a estudiar, yo me oponía explicándole que las clases presenciales se habían cancelado en todo el país para colegios públicos y privados. No debía levantarme, era cierto lo que decía. Según el presidente, Iván Duque Márquez, esta medida preventiva aplicaba para todas las instituciones las cuales debían empezar a buscar nuevas metodologías de estudio. Desde allí surgió la propuesta de ver las clases virtuales.

Por un lado, estaba feliz, nunca he sido del tipo de chicos que les gusta salir de su casa, además estudiar desde mi escritorio no era para nada desagradable, también había conseguido un trabajo de cobrador en una pizzería precisamente a unos metros del hospital San Rafael, donde según una enfermera que merodeaba el lugar, ya estaba adecuando una zona para posibles casos de coronavirus. ¿Creen que tengo suerte? Esperen que les cuente la otra parte de la historia.

Como era de esperarse las personas corrían a comprar los implementos de aseo y los productos de la canasta básica. Error, preveían un confinamiento como si no fuese a terminar… bueno, eso no lo sabemos todavía. Los productos empezaron a escasear en los principales supermercados del distrito, las tiendas de barrio se convirtieron en la mejor opción de compra, aunque las empresas empezaron a sentir el apretón de bolsillo y subieron los precios de algunos productos.

Aquí viene la parte difícil para mí, dormí esa noche solo para enterarme más tarde que el gobernador de Santander, Mauricio Aguilar declararía la emergencia sanitaria en el departamento, conforme al decreto 385 del 12 de marzo de 2020 además el alcalde de Barrancabermeja Alfonso Eljach aplicaría toque de queda después de las diez de la noche. Solo tenía una cosa que decir frente a lo que sucedía, #$&%/!?¡ llevaba apenas una semana trabajando y ahora no podía ir a trabajar, tampoco podía viajar porque debía cumplir mis deberes hasta el fin de semana. Mi vida era un chiste, tan solo me quedaba esperar.

Todo pasó tan rápido que no me di cuenta que había perdido algunas clases virtuales y que algunos chicos estaban recogiendo firmas para cancelar el semestre a lo que me negué rotundamente. Cómo es posible que estudiantes de comunicación social se limiten a las clases presenciales y no usen las herramientas virtuales para aprender, entendería a los estudiantes que ven clase presencial es como medicina veterinaria y zootecnia, ¿pero a comunicólogos? Por Dios. El Instituto Universitario de la Paz, UNIPAZ, al cual pertenezco, se pronunció finalmente, nuestro rector Óscar Orlando Porras Atencia, decidió continuar con las clases virtuales para el dolor de muchos, pero para el beneficio de otros. gracias, Porritas, no pensaba perder un semestre. En tu cara, coronavirus.

Cuarto capítulo: entre en estado de emergencia

El país estaba envuelto en una crisis, a partir del martes 17 de marzo empezaría a regir el artículo 116 que consistía en privarnos la libre circulación por las calles del distrito, solo podríamos salir a adquirir alimentos o productos farmacéuticos, ir al trabajo, desplazamiento al banco, a cargar de gasolina el auto (que por cierto no tengo) y a tareas como cuidar adultos mayores. No podría ir a los bares como acostumbraba a ir, ni a discotecas, ni a sitios que tuviera la palabra diversión en su razón social.

Durante ese martes tuve los pensamientos más aburridos de mis veintidós años de vida, me faltaba inspiración así que prendí el televisor para merodear entre las curiosidades cuando ¡oh sorpresa! Primer caso de COVID-19 en Bucaramanga, se acercaba y yo seguía con la casa patas pa’rriba, la visita no puede ser atendida sin tener al menos dónde hacer un arroz al vapor, un sándwich, un jugo o un cafecito.

Para no comprometerme con nadie más, decidí invertir en mi visita, compré una olla arrocera, una cafetera, una licuadora y una sandwichera; en mi opinión fue la mejor inversión, ahora tenía donde cocinar, pero no tenía dinero para comprar comida. ¿Se acuerdan los productos que me donaron? Si ve que sí eran importantes en la historia, evitaron que muriese de hambre durante un buen tiempo.

Recuerdo cuando mi mamá me llamaba y me decía “si se llega a complicar la situación coja el transporte y véngase para el pueblo, mijito” ahora sé que es vivir una cuarentena solitario. Los del pueblo para el pueblo, decía. Tomé la decisión el día 24 de marzo cuando el presidente expresaba en un comunicado la aplicación de la cuarentena total por un periodo de 19 días y con él, el cierre de las vías intermunicipales, ahora sí estaba melancólico.

Capítulo final: las ayudas solitarias

Para ser sincero ya no tenía ganas de nada, las donaciones de productos rápidamente se fueron acabando y empecé a sentir hambre, se venían los pagos de arriendo y servicios públicos. Necesitaba una luz que me iluminara, cerré los ojos y me empezó a mover el viento de la rosa de la virgen de Guadalupe, un mensaje a mi celular me indicaba que podría retirar próximamente Jóvenes en Acción, ah ese no era, ese lo usé cuando estudié en el Sena, eran las ayudas de Familias en Acción y de adulto mayor. Mi madre muy gentil y muy querida me regaló ese dinero para subsistir unos días, en ese instante volví a sentir ganas de seguir adelante a pesar que días después se especulara sobre un caso de COVID-19 en Barrancabermeja, no me importaba, me llené de fuerzas y con las palabras que me decía mi mamá todos los días por el chat, me fortalecía.

Vuelvo al principio. No sé si lo que hago está realmente bien, si estoy loco por creer que las paredes me hablan o cuerdo por saludar a los vecinos que nunca me hablaron durante la cuarentena. Si voy a escribir, escribiré sobre lo que verdaderamente siento, el coronavirus no debe detener nuestros propósitos. Aún quiero barrer, trapear, lavar y cocinar, también deseo recorre los países de mi casa y una vacuna encontrar para mi soledad. De algo estoy seguro, ahora se vive más bonito.

La despedida no puede faltar, para mí el virus es una reformación que era necesaria, observemos lo que ha cambiado, la salud se ha convertido en el centro de inversión para privilegiar la vida como lo menciona la constitución en uno de sus tantos artículos; los animales regresan al lugar que les pertenece, las flores crecen sin temor a ser pisadas y los humanos aprendemos a ser mejores personas haciendo a un lado el egoísmo, la misantropía, el interés personal, todo se a convertido en la utopía que nadie había querido contar; las noches son penumbrosas y aún sigo corriendo al apagar la luz que me perturbaba en las noches atrás. Salir de mi hogar sigue siendo una ilusión, añoro la vida que tanto me aquejaba, quiero escribir, pero no sé cómo terminar…

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