Quiénes están detrás de la organización gringa que planeó y ejecutó la fuga de María Corina Machado de Venezuela

Grey Bull Rescue, la fundación creada por el exmilitar Bryan Stern lideró una misión de 16 horas para llevar a la líder opositora hasta un avión rumbo a Oslo

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diciembre 12, 2025
Quiénes están detrás de la organización gringa que planeó y ejecutó la fuga de María Corina Machado de Venezuela

La recogieron en la oscuridad, en un punto sin nombre de la costa venezolana, donde el mar golpeaba con fuerza y el viento hacía difícil distinguir los rostros. La lancha esperaba sin luces, apenas una sombra sobre el agua turbulenta que se movía como si quisiera tragarla. María Corina Machado llegó con dos escoltas del equipo terrestre. Estaba cubierta con una capucha que la protegía más del reconocimiento que del frío. El operativo venía corriendo desde hacía horas, con rutas cortas por caminos secundarios y pausas que buscaban confundir a quienes la perseguían. Al verla acercarse, los hombres en la embarcación hicieron señas breves, casi automáticas, que indicaban que debía subir rápido. No había tiempo para medir nada: solo para avanzar.

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El motor arrancó sin estridencia y la lancha se alejó de la costa mientras una lluvia densa comenzaba a caer, mezclándose con el agua que levantaban las olas. A bordo, nadie hablaba. Para entonces, la operación acumulaba más de diez horas entre desplazamientos discretos por tierra, esperas controladas y verificación de rutas. Quedaba por delante el tramo más inestable, aquel en el que cualquier desviación mínima podía comprometer lo que llevaban preparando durante semanas. El equipo de Grey Bull Rescue Foundation sabía que cada minuto sobre ese mar oscuro aumentaba el riesgo. El clima había cambiado con brusquedad y convertía la navegación en una secuencia de golpes secos, cuerpos tensos y maniobras calculadas.

La lancha avanzaba siguiendo coordenadas que el piloto revisaba cada pocos segundos, concentrado en mantener un rumbo que evitara zonas de patrullaje o puntos donde la presencia de cualquier luz pudiera delatarlos. Machado permanecía en silencio, sostenida del borde para resistir el movimiento. En su mochila llevaba lo mínimo necesario, una especie de recordatorio de que había dejado atrás meses de clandestinidad en los que cada desplazamiento había sido una decisión de vida o muerte. Ahora, en la mitad del mar Caribe, la posibilidad de salida dependía de que el clima no empeorara y de que el tiempo jugara a favor.

La travesía debía concluir en un punto alejado de la costa donde otro segmento del equipo la recogería para llevarla hasta Curazao. Ese era solo uno de los eslabones de la operación que ellos llamaban Dinamita Dorada, una misión que exigía una secuencia limpia entre tierra, mar y aire. Allí no había improvisación. La ruta se había diseñado pensando en un entorno vigilado por fuerzas que podían detectarlos con cualquier señal errática. El mar nocturno ayudaba a ocultarse, pero también hacía más vulnerables a los que viajaban sobre una lancha pequeña, mojada hasta los huesos y expuesta a los caprichos del oleaje.

Grey Bull Rescue no era una organización improvisada. Su origen se remontaba a Tampa, donde Bryan Stern, un veterano de las Fuerzas Especiales estadounidenses, había construido una fundación destinada a operar en lo que él llamaba el espacio gris. Ese territorio donde los gobiernos no llegaban o llegaban tarde, y donde las personas quedaban atrapadas esperando una evacuación que casi nunca aparecía. Stern había pasado años en zonas de guerra, en operaciones de emergencia, en misiones donde la diferencia entre salida o encierro permanente dependía de minutos. Cuando dejó el uniforme, decidió que no quería dejar atrás esa capacidad de extraer personas de lugares imposibles. Con un grupo pequeño de veteranos, expertos en logística y personal entrenado para operar en riesgo extremo, creó Grey Bull Rescue Foundation.

Desde entonces, habían trabajado en más de setenta países. Rescataron a miles de personas en escenarios que iban desde ciudades tomadas por grupos armados hasta fronteras cerradas por conflictos repentinos. Para ellos, cada operación era una ecuación con múltiples variables en movimiento: clima, vigilancia, rutas alternativas, fallas imprevistas. Por eso, Dinamita Dorada se convirtió en una misión distinta. No por la visibilidad del personaje, sino por el nivel de atención que generaba cualquier movimiento alrededor de ella. Machado era una figura perseguida por el régimen, vigilada por servicios de inteligencia, señalada como una amenaza política. Sacarla del país implicaba evadir múltiples capas de control.

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El equipo que desplegaron para la extracción combinaba experiencia marítima y capacidad para moverse sin ruido en zonas terrestres. Primero aseguraron los puntos de desplazamiento interno, coordinando cambios de vehículo y tiempos exactos para minimizar la exposición. Luego, el grupo en el Caribe preparó la lancha para una navegación prolongada, sabiendo que las condiciones climáticas serían adversas. No se trataba de buscar el mejor clima, sino el que hiciera más difícil que cualquier radar pudiera distinguirlos en la superficie del agua.

El cruce marítimo se prolongó entre golpes de mar y ráfagas de lluvia que caían como si el cielo quisiera borrar su rastro. La lancha avanzaba en saltos, en una secuencia donde el cansancio se acumulaba en las piernas y los brazos de quienes intentaban mantener la estabilidad. Era un viaje que no ofrecía pausas. La prioridad era llegar al punto de encuentro sin ser detectados, sin desviaciones, sin errores. Cuando por fin alcanzaron la zona prevista, la costa de Curazao apareció como un horizonte menos amenazante. Allí los esperaba otro fragmento del equipo, encargado de completar la salida hacia un punto seguro donde podría tomar el vuelo que la llevaría a Oslo.

En total, la operación superó las dieciséis horas. Desde el primer movimiento en tierra hasta el momento en que la vieron subir al avión, cada integrante de Grey Bull sabía que habían ejecutado una de sus misiones más largas, tensas y simbólicas. En Tampa, la extracción se registró como la operación número 800 de la fundación. Para ellos no significaba celebraciones ni relatos heroicos. Significaba confirmar que su trabajo seguía siendo necesario, que todavía existían personas atrapadas en espacios donde nadie más podía llegar.

María Corina Machado apareció en Oslo horas después. Había atravesado el Caribe en una noche que parecía interminable, había dejado atrás la clandestinidad y había llegado a recibir un premio que, para muchos, simbolizaba la resistencia de un país entero. Grey Bull Rescue volvió a la discreción que siempre los acompañó. Sabían que, mientras existiera el espacio gris, su trabajo seguiría siendo ese: entrar, sacar, desaparecer. Y esperar la próxima llamada.

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