¿Quién vigilará a los vigilantes?

¿Quién vigilará a los vigilantes?

El problema central en el ejercicio del poder parece resumirse en: "la ocasión hace al ladrón". Entonces qué pasa cuando el guardián no es capaz de guardarse a sí mismo

Por: Martin Eduardo Botero
enero 29, 2018
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¿Quién vigilará a los vigilantes?

Hoy más que nunca la sociedad civil tiene un interés legítimo en formular la pregunta del poeta romano Juvenal: quis custodiet ipsos custodes? En otras versiones ¿quién guardará a los guardianes?, ¿quién vigilará a los propios vigilantes?, who watches the watchmen? y similares. En previsión de las próximas elecciones presidenciales y políticas, en particular en lo referente al problema de la corrupción política.

El problema central en el ejercicio del poder parece ser el viejo dicho de que "la ocasión hace al ladrón". Pero cuando el ladrón ha sido elegido y lo que se roba es el dinero de los votantes, la cosa se complica aún más. Al daño generado por el deplorable acto de robo también se agrega el insulto. Ante la voracidad insaciable de los corruptos y el despojo del Estado vía la corrupción, todavía permanece abierta la pregunta: ¿quién garantiza la honestidad de las decisiones de quién gestiona y coordina?, ¿quién controla la responsabilidad del ladrón cuando fue elegido por los votantes?, ¿quién protegerá a los gobernados de los gobernantes?, ¿ante quién responde los entes de control que vigilan?

En este contexto, resulta paradójico constatar que es el “guardián que se guarda a sí mismo”. Ante quién responde Banco de la República, Corte Constitucional, Corte Suprema de Justicia, Superintendencia de Notariado y Registro, Departamento Nacional de Planeación, Departamento Administrativo de la Función Pública o Bolsa de Valores de Colombia, por citar solo algunos ejemplos. El escenario es amplio, articulado y complejo. Por lo tanto, hay que admitir lacónicamente que las autoridades se colocan de manera indiscutible por encima de cualquier verificación operacional, así sea de esa política, pero que sin embargo coincide sustancialmente con la renovación periódica de posiciones que se llevan a cabo de modo puramente autorreferencial y en concertación entre los círculos parlamentarios, ministeriales y presidenciales estrechos. Aunque el hombre trata de encontrar soluciones innovadoras, el paisaje parece complicarse. Los sujetos se multiplican. Los procedimientos están estratificados. Cada vez que se produzca un nuevo nombramiento de entes de control que vigilan, los potencialmente amparados se sienten obligados a preguntar quién los resguardará de la acción de los entes de control que vigilan.

Los gobernantes toman su legitimidad del voto popular, pero también de la autoridad moral de sus miembros; una autoridad moral que permitirá a los ciudadanos aceptar los grandes sacrificios económicos (definidos como "impresionantes" por las agencias internacionales) que impone la actual crisis económica, financiera y social en los presupuestos nacionales (una deuda de cerca de 120.000 millones de dólares). Se ha dicho que "Moralizar realmente significa expulsar a la política de la gestión de los negocios y la economía".

Me viene muchas veces a mi mente esa frase, según la cual "no hay mejor autoridad que el ejemplo". El país, especialmente en este momento, especialmente bajo la presión mediática y una serie casi interminable de escándalos de corrupción siempre nuevos, tiene una extrema necesidad de autoridad representada por muchos pequeños (buenos) ejemplos. Antes de continuar exprimiendo a los ciudadanos con impuestos adicionales, lo que deprime aún más la economía, es necesario advertir un mínimo de moralidad dentro de la Administración Publica y en particular dentro del Gobierno.

La pregunta:

Volviendo al tema en cuestión, las democracias modernas han intentado buscar respuesta a esta pregunta, y responder a esta necesidad creciente. El método elegido se basa en dos procedimientos complementarios que van en la dirección de salvaguardar el derecho de los ciudadanos a la responsabilidad política y justo ejercicio del poder, a saber, la división de poderes y el establecimiento de organismos de control. Separar el poder legislativo tanto del ejecutivo como del judicial representó un paso decisivo en esta dirección. De hecho, al no poder evitar totalmente la contaminación entre intereses privados y servicios públicos, se decidió poner uno en contra del otro. El equilibrio, las ciencias nos enseñan, no describe una situación de estasis sino la dinámica resultante de fuerzas iguales y opuestas. ¿Pero quién controla las tres funciones tradicionales del Estado?

A la luz de los acontecimientos actuales, es legítimo preguntar qué es la transparencia y si es una condición necesaria o suficiente. Estamos plenamente de acuerdo cuando se dice que “la transparencia de los datos sin objetivos y estrategias corre el riesgo de parecerse más a una astuta falta grave de responsabilidad pública que no a la apertura del diálogo entre contralor y controlado o representante y representado”.

El término accountability (rendición de cuentas) significa en el campo político un aspecto inseparable del proceso de delegación. Incluye una evaluación del electorado, y posiblemente una sanción, sobre las acciones de los políticos. La rendición de cuentas es un elemento esencial y constituyente de un orden político democrático. En este orden de ideas, las instituciones que tienen el poder de influir en la vida y el bienestar de la comunidad deben estar abiertas al escrutinio de los ciudadanos y a todas las relaciones entre los ciudadanos y sus representantes, sea cual sea el nivel de esta representación (Paolo Sassetti). Por otro lado, la transparencia y la responsabilidad no son que dos mitades del mismo círculo relacional virtuoso. Cuando el "custodio" activa el primero, el "custodiado" responde con el segundo. "Las reglas y los instrumentos con los que los" custodiados "pueden protegerse, controlando a los" custodios "generalmente son establecidos por estos últimos. ¿Quién garantiza que esto no suceda para garantizar la impunidad de quienes cometen errores en lugar del derecho de quienes invierten en formación?

Y con realismo, como ya se ha dicho repetidamente: “En un mundo perfecto, el 'custodio' custodia a sí mismo usando el controlador como instrumento. Monitoreando el trabajo. Señalando irregularidades. Dependiendo de organismos sancionadores. En un mundo menos perfecto, la ética juega un papel fundamental. Un elemento totalmente individual, difícil de cuantificar, pero tan necesario. En un mundo perfecto, la ley funciona. En un mundo imperfecto confiamos en la justicia del individuo. Parecería una contradicción en términos. No lo sería si los dos aspectos, la norma y la ética, se consideraran complementarios, nunca alternativos”.

Post scriptum:

Estoy seguro de que después de los eventos de corrupción que han ocurrido en los últimos meses, los ciudadanos están indignados porque se les piden sacrificios mientras que el mundo en torno a la política parece estar exento de este esfuerzo.

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