Quién vence a la derecha

Quién vence a la derecha

Ninguna de las fuerzas puede por sí misma pasar a la segunda vuelta con un contrincante de ese tamaño ideológico, a menos de que hagan algo

Por: Melissa Hincapié
marzo 15, 2018
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Quién vence a la derecha
Foto: AP /Fernando Vergara

El fortalecimiento del uribismo en las elecciones del 11 de marzo, que ingenuamente creíamos entre chistes, iría en declive, nos pone en aprietos para las presidenciales. Que el Centro Democrático abriera su lista al voto preferente para estas elecciones, no fue gratuito. La política personalista que en las últimas candidaturas se fortaleció con el voto no preferente en una figura sin precedentes: el partido político que construye su maquinaria ideológica en base a la representación que encarna un personaje; nos dice hoy, que creíamos que ya no podían lesionar más instituciones jurídicas, que sí que pueden y que esa reforma constitucional del 2003 al sistema electoral, les va a servir de todas las formas posibles: Hoy el uribismo amenaza con asentar la dirección de las próximas legislaturas en el Congreso por ser la lista con más votos en el país y probablemente a Uribe en su cabeza. Si todavía pensábamos que Uribe era el “expresidente”, ahora nos va a quedar muy claro que su pretensión es gobernar y legislar, todo al tiempo, sea cual fuere el lugar donde se siente. El gobierno por interpuesta persona, que tanto ha intentado para el país, ya tiene las condiciones para que no le “traicionen”, a él ídolo de altares para todos sus simpatizantes, pues su partido ya está constituido y fortalecido, como no lo estaba en el 2010, lo cual significa que la base que lo respalda ya no es una amorfa o dispersa.

Ese panorama, despejado a pesar del desorden que instauró la falta de tarjetones para las consultas, nos pone a los demás sectores del país de cara a decisiones muy difíciles de tomar por afinidades ideológicas y posturas políticas desavenidas. Votar Petro a las presidenciales, a pesar de la cercanía que muchas posturas de izquierda tengamos con esa postulación, es paradójicamente, votar por otros tantos años de represión a la izquierda, minoritaria en el país (la relación derecha-izquierda es muy desproporcionada en favor de la primera, hegemónica). Votar por la Coalición Colombia, es repetir también las votaciones presidenciales del 2010, donde Mockus enfrentado al aparataje ideológico del uribismo, encarnado aquella vez en Juan Manuel Santos, perdió abismalmente esas elecciones. Las cifras indican que el liberalismo no está tan debilitado, a pesar de las diferencias internas en ese partido y que solo quien se una a la campaña de Humberto De la Calle, puede lograr equiparar las fuerzas con el uribismo, tal como lo logró en 2014 la alianza de Santos con otros sectores políticos. Ninguna de estas fuerzas puede por sí misma pasar a la segunda vuelta con un contrincante del tamaño ideológico de la derechización histórica que ha vivido Colombia.

Desglosaré lo anterior:

1) La unidad que logró la postulación de Petro es una conquista democrática sin precedentes para la izquierda colombiana. Nadie podría afirmar ya, que fue su narcisismo el que lo lanzó a esa candidatura, pues ha reunido todas las voces que dejaba por fuera la opción conciliatoria de centro y que nos condenaba a no seguir existiendo para el país: que hace 4 años Aída Avella logrará pasar por sí misma el umbral electoral, era impensable, por ejemplo, a pesar de la importancia para la paz del posconflicto que tiene la representación del silenciamiento que vivieron los líderes de la UP, por la violencia de derecha que sigue constituyendo a este país; pero la reunión de todas esas apuestas en la candidatura de un líder de izquierda, hizo posible que hoy esas figuras existan para la política colombiana, no como una concesión maniquea. Sin embargo, paradójicamente, votar por Petro para las presidenciales, adolece de cualquier sentido pragmático, por mucho que detestemos votar por “el menos malo”, no hacerlo en esta ocasión que pasará a la historia del país definitivamente; es sumir esa conquista nuevamente, en la imposibilidad de perdurar en el tiempo por la inmediatez política de la izquierda, pues es conceder a la ultraderecha las vías para seguir reprimiendo la oposición.

2) No es gratuito que surjan todo tipo de comparaciones entre los llamados a no polarizar el país, que hace el centro, con las alianzas de élites que surgieron a mitad del siglo XX y que concentraron en el Frente Nacional una apuesta hegemónica que dejaba por fuera cualquier forma de oposición, ni las comparaciones entre un líder como Gaitán y Petro (guardando las distancias). Ciertamente, esa posición de centro, es siempre una de derecha, pues las posibilidades que tiene la Coalición Colombia de llegar a la presidencia por sí sola, son las mismas que tuvo Mockus enfrentándose a Santos en las elecciones de 2010. Que el Partido Verde haya doblado sus votos en el Senado, arrastrados por los que consiguió Mockus, solo da cuenta del debilitamiento de ese partido en 2014, cuando Mockus decidió renunciar, en aras a sus diferencias con Peñalosa, que era entonces candidato presidencial; no en realidad de un crecimiento expansivo de ese partido, por lo cual, las posibilidades de Fajardo de enfrentarse solo en primera vuelta con la maquinaria de derecha, son igual que las de Petro: quiméricas. Es una posición de derecha, porque promueve la división de la izquierda y asegura, implícitamente, la llegada a la presidencia de la ultraderecha. Tampoco el pragmatismo en política es la opción más sensata si se deshistoriza la realidad del país.

3) Sin embargo, la analogía histórica desfallece cuando se compara el Frente Nacional como pacto de élites, con los Acuerdos de Paz entre el gobierno y la guerrilla de las Farc. Las Farc no son ninguna élite política, lo sabido lo refrendan los resultados que obtuvieron el domingo pasado. Defender la implementación del posconflicto, tal como quedó consignado en los acuerdos, es defender la construcción de mecanismos democráticos para la existencia política de la izquierda (reprimida, violentada, exterminada, como enemigo político en toda la historia colombiana). Eso que se enfrenta, es todo el lastre que la historia de derechización de este país, ha hecho pesar sobre la izquierda: los líderes sociales, sindicales y políticos asesinados, el fortalecimiento del paramilitarismo, la desigualdad social, etc., que aún en abstracto, significa enfrentar la generación de condiciones para el fortalecimiento de la izquierda y su unidad, al menos en lo esencial compartido. Las únicas posibilidades de enfrentar esa maquinaria, las ofrece una alianza política con De la Calle, pues los resultados al Congreso, demostraron que el Partido Liberal, no es uno débil, logrando 15 curules en el Senado y las mismas que el Centro Democrático en la Cámara: 35 (muchas más que las de Colombia Humana, el Polo y los Verdes juntas); pero evidenciando que aún ese partido no tiene posibilidades de enfrentar por sí mismo toda la fuerza de la centro derecha y la ultraderecha, que aún separadas tienen mayor electorado que cualquier apuesta alternativa o de izquierda.

El tuit de Navarro Wolff, que invita a recordar el Artículo 7º de la Ley 1475, implica que esa unidad solo puede darse uniendo las fuerzas de la Coalición Colombia a la campaña de De la Calle, a menos que los salarios de Gustavo Bolívar alcanzaran para costear los gastos de la consulta, que posibilitaran una gran unidad. Pero más allá de esa imposibilidad, lo importante sería votar por las condiciones de posibilidad de que lo logrado por Petro para el Congreso no sea en vano y al contrario, aprovechar los años venideros, en provecho de un gobierno menos represivo que el del otro centro, el que centraliza las formas democráticas para su gobierno unipersonal; con el propósito de fortalecer la unidad democrática de izquierda a la que le ha dado vida la candidatura de Petro.

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