¿Quién va a morir por no vacunarnos?
Opinión

¿Quién va a morir por no vacunarnos?

Por:
febrero 20, 2015
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En la hipocondría social que nos aqueja (todo es enfermedad, alguien tiene siempre la culpa y el “sistema de salud” debe curarnos) es difícil seguir la avalancha de noticias sobre brotes epidémicos reales o exagerados: Ébola, Chikungunya y ahora sarampión en Disneylandia.  Pero sobre estos recientes casos en California podemos hacernos algunas preguntas y aprender algunas cositas. Ya en el momento de escribir esta columna se reportan en Chicago cinco nuevos casos de sarampión en menores de un año que no pueden ser vacunados por su edad y se investiga si están relacionados con los casos de la lejana costa oeste de EE. UU. (The Washington Post, 6 de febrero, 2015). De seguro hoy alguna familia irá a El Dorado a recibir con algarabía, besos y abrazos a un pariente de Chicago o alguna familia llegará de sus vacaciones en Disneylandia. El peligro de nuevos focos en Colombia no está tan lejano.

Lo primero que se pregunta uno es como aparecen brotes de sarampión en un país desarrollado y rico donde hace pocos años se hablaba de eliminar esa enfermedad. Además los casos recientes ocurren en el sur de California, una región con muy buen nivel cultural y económico. Quizás se debe a que En algunas escuelas de las zonas más pudientes del sur de California el número de alumnos no vacunados supera el 50 %” (“¿Por qué son los ricos más propensos a no vacunar a sus hijos?”, BBC Mundo, 3 de febrero, 2015)  Estas personas están muy al tanto de todo lo que se publica en redes virtuales creyendo a pie juntillas la peligrosa propaganda, no se puede llamar de otra forma, en contra de la vacunación.

Todo eso comenzó en 1998 tras la publicación en The Lancet  de una espuria asociación entre el autismo y la vacuna tripe  viral para sarampión, rubeola y paperas. A Andrew Wakefield, autor de aquel artículo repudiado hoy por la reconocida revista, se le retiró tras una cuidadosa investigación la licencia para practicar medicina en el Reino Unido.  Pero muchas personas siguen creyendo con fe ciega que las vacunas producen múltiples enfermedades a pesar de la evidencia científica que certifica su seguridad, aunque ocurran como en toda intervención terapéutica algunas excepcionales complicaciones.

Generalmente evito discutir el tema en estas columnas y en reuniones sociales porque es increíble el nivel de agresividad e histeria (no puedo usar otro término) de los enemigos de las vacunas. ¿Qué quedó de lo de las niñas de Carmen de Bolívar el año pasado?  Problemas legales y poco más, pero hay quienes siguen afirmando que la vacuna contra el VPH es la culpable a pesar de estudios técnicos (“Caso de niñas del Carmen de Bolívar desplomó vacunación contra el VPH. Cayó 58 %” El Tiempo, 14/02/2015)

Hoy quisiera preguntarme no qué puede pasarle a quienes se vacunan sino ¿quiénes mueren si no nos vacunamos contra el sarampión? Porque conseguir “inmunidad de rebaño” o sea protección para toda la población, vacunada o no, por la gran proporción de sujetos inmunes al sarampión y otras enfermedades virales no es fácil.  Si un 90 % de la población tiene tras la vacuna anticuerpos eficaces contra la infección esta se controla porque el número de personas que puede adquirirla es bajo (el 10 % no vacunado) y la transmisión se hace muy difícil.  Pero si una tercera parte o la mitad de los posibles enfermos (como en algunos condados de California) no ha recibido la vacuna la epidemia puede diseminarse. Entonces al vacunarnos nos protegemos no sólo nosotros sino también a los demás, por eso las vacunas son medidas casi obligatorias de salud pública. El individuo no vacunado puede sufrir la enfermedad y peor aún transmitirla.

Ahora, un niño previamente sano no vacunado que haya adquirido el sarampión en Disneylandia probablemente no tendrá más problemas que un gran malestar y el molestoso brote eruptivo.  Sus padres lo habrán llevado al parque de diversiones y le habrán pagado la entrada (aproximadamente 180.000 pesos diarios) por lo tanto no creo que sea un niño pobre y malnutrido. Pero si a la salida o días después se detiene la familia a comprar frutas o flores a otra familia, “hispana”, quizás migrante ilegal, desprotegida, no bien nutrida y el virus salta a ese grupo familiar el problema será distinto. El sarampión puede ser una enfermedad letal en un paciente inmunocomprometido por otras enfermedades o desnutrición. Acabó con millones de indígenas durante la colonización de América y más recientemente en el Amazonas. Recuerdo en mi internado y año rural neumonías sarampionosas mortales en pacientes pediátricos.

En resumen, ¿quién va a morir por no mantenernos vacunados contra el sarampión? Probablemente un niño pobre, descuidado por el sistema y sus conciudadanos que no mantienen sus vacunas al día, y no ha ido a Disneylandia.

 

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