¿Quién será “el elegido” en 2018?

¿Quién será “el elegido” en 2018?

"En casi todas partes las elecciones uninominales, como son las presidenciales, los electores se definen entre dos posturas: más de lo mismo o algo distinto"

Por: Javier Loaiza
julio 24, 2017
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¿Quién será “el elegido” en 2018?
¿Quién será elegido presidente de Colombia en 2018? es la pregunta que muchos hoy se hacen, sobre todo con la proliferación de candidatos. Es una de las distorsiones de este precario sistema democrático en que los ciudadanos asumen que habrá un elegido, no un electo, es decir que le corresponde a tal o cual porque tiene la “maquinaria” necesaria. La pregunta debería ser: ¿a quién vamos a elegir?

El sistema electoral manipulado determina que los electores decidan entre quienes tengan más publicidad, se logren posicionar mejor en las encuestas y tengan mayor apoyo de dirigentes locales y regionales o compren los votos suficientes, si es que no hay fraude en el conteo de votos.

Como hace diecinueve años en las últimas cinco elecciones, también en esta, el tema clave serán las Farc. Por ello, lo que pareciera avizorarse es que en mayo se presente un cabeza a cabeza entre tres candidatos: uno que represente el Acuerdo, otro que lidere la oposición al Acuerdo y, el exvicepresidente de Santos, Germán Vargas Lleras. El resto de candidatos, por buenos programas y loables intenciones que tengan, se deberán contentar con posicionarse para el futuro, construir base política para el congreso o servir de adorno de la fiesta.

“Como hace diecinueve años y en las últimas cinco elecciones, también en esta, el tema clave y subyacente que defina el resultado serán las Farc”

Por el Acuerdo, Humberto De la Calle, como ningún otro garantiza a los firmantes mantener y profundizar lo acordado. En el Teatro Colón, cuando se dio la quinta firma del acuerdo, el jefe de las Farc, fue claro en decir necesitan un gobierno de transición que sea garantía para las partes. Nadie mejor que De la Calle, garantiza a las Farc sus expectativas, le cumple a Santos el sueño de mantener vivo el Acuerdo, y le representa al expresidente liberal Cesar Gaviria tener a uno de sus mejores alfiles –fue su vicepresidente—. El resto, los de la U.,  y del Partido Liberal, aunque por ahora aparecieran mejor en encuestas que De la Calle, no parecen tener suficiente combustible y fuerza para mantenerse y crecer.

Por la oposición al Acuerdo, se definiría entre los del Centro Democrático y los Conservadores. En el uribismo el mejor posicionado es el senador Iván Duque, aunque con reservas por importantes sectores de ese partido que lo ven con sospecha por no repetir automáticamente las expresiones del expresidente y tratar de posicionarse además del tema de seguridad y oposición al Acuerdo, con temas económicos y de desarrollo. Si Uribe no interviene, la mejor carta sería el senador Duque. Los demás precandidatos no han despegado después del retiro de Oscar Iván Zuluaga por las acusaciones de dineros de Odebrecht en la campaña de 2014.

La anunciada alianza entre los expresidentes Pastrana y Uribe para las próximas elecciones, se esperaría que así como habría una carta de CD, se debería definir con otra del conservatismo. De esta tolda, nadie mejor que Marta Lucía Ramírez ha hecho méritos. A pesar de la oposición de sus copartidarios congresistas, se impuso en la Convención de 2013. Hizo su campaña prácticamente sin apoyo de buena parte de la dirigencia azul, y obtuvo la tercera votación en las presidenciales de mayo 2014, con cerca de dos millones de votos. Después, durante estos cuatro años, ha estado activa  visitando pueblos y ciudades, y se convirtió en una de las protagonistas de la campaña por el NO del plebiscito.

Marta Lucía no parece tener competidor entre quienes han manifestado interés en la figuración conservadora. Ni el exprocurador Ordóñez con su apuesta de corte religioso, ni el congresista Barguil.

Si fuera una decisión abierta entre Iván Duque por Centro Democrático (uribismo) y Marta Lucía Ramírez (conservatismo), nada de raro que la, además, exministra de defensa de Uribe se alzara con la papeleta de este bloque, e incluso que pudiéramos tener por primera vez una mujer en la presidencia.

El exvicepresidente de Santos, Germán Vargas Lleras por su parte, se desmarcó del Acuerdo, pero no se alineó con los del NO. Se quedó en el limbo. Parece que juega a ser tercería en la polarización, con una base electoral inicial de alrededor de un millón de votos de su partido Cambio Radical,  y un grupo de dirigentes regionales y locales que le apostarían para conseguir buen resultado en las elecciones de congreso. Además, se dice que tiene una mucha financiación, y el convencimiento suficiente, dado su temperamento, de ser capaz de derrotar a quien se le ponga en el camino.

“No parece haber quién gane en primera vuelta que requiere más del 50% de los votos”

En esas condiciones, no parece haber quién gane en primera vuelta que requiere más del 50% de los votos. La segunda vuelta podría terminar tan reñida como la votación del plebiscito entre los candidatos del Acuerdo y de la Oposición al Acuerdo y, quien gane, lo haría por muy pocos votos. De pasar a segunda vuelta la candidatura de Oposición, arrancaría con una apuesta de primera vuelta de una votación probable de alrededor de 5,7 millones, aportada por 3,8 millones de votos del uribismo (lo que obtuvo Oscar Iván Zuluada en Mayo de 2014) y los dos millones de votos conservadores en cabeza de Marta Lucía Ramírez.

Si quienes pasaran a segunda vuelta fueran las candidaturas de oposición al Acuerdo y Vargas Lleras, este debería convencer a sus antiguos copartidarios liberales y amigos de la U., de ser lo suficientemente confiable para recibir su apoyo y ganar.

En cambio, de pasar a segunda vuelta el candidato del Acuerdo y Vargas Lleras, muy probablemente el presidente sería el del Acuerdo, pues reuniría además de los votos liberales y de la U, toda la votación de los distintos sectores de la Izquierda, de manera similar a como se aliaron las fuerzas en la segunda vuelta presidencial de 2014, excepto los conservadores. Eso le representaría un voto duro inicial de aproximadamente 5,6 millones de electores de la U., liberales, del Polo, Verdes y Opción Ciudadana. Para dar la pelea Vargas Lleras debería conseguir los votos de la oposición, lo que parece hoy bastante difícil.

En casi todas partes las elecciones uninominales, como son las presidenciales, los electores se definen entre dos posturas: más de lo mismo o algo distinto, siempre y cuando el proceso electoral sea relativamente libre, competitivo y transparente. Así, el candidato del gobierno no tendría la más mínima oportunidad, pues la popularidad de Santos ni siquiera llega al 20%, aunque el Acuerdo con las Farc genera muchas expectativas y polarización como se vio en el plebiscito de octubre de 2016 en el que, a pesar de la alta desaprobación del gobierno, el Sí al Acuerdo perdió por apenas un poco más de 50.000 votos.

“En Colombia electoralmente pasan cosas extrañas como la reelección de Santos en 2014.”

En Colombia electoralmente pasan cosas extrañas como la reelección de Santos en 2014. Durante casi un año previo a la primera vuelta en las encuestas la intención de no votar por la reelección creció desde alrededor del 30% hasta pasar del 60% en semanas previas a las elecciones. Esa tendencia consistente se confirmó el 25 de mayo en el segundo puesto de Santos, con 25,69% de los votos, un total de 3.301.815 electores a favor. Lo sorpresivo es que en apenas tres semanas multiplica la votación por 2,4 llegando al 50,95%, caso prácticamente único en el mundo.

Como lo planteé en mi libro La Farsa electoral, sigue pendiente una explicación. ¿Tuvo que ver el dinero que se denunció sobre la llamada “mermelada” nombre que se dio a los llamados cupos indicativos de partidas presupuestales, que fueron asignados a congresistas amigos del gobierno por valor superior mil trescientos millones de dólares, más de cuatro billones de pesos?

Tampoco se explicó ni cuantificó la sobrecarga mediática y publicitaria de la campaña presidencial, descomunal, al mejor estilo chavista en una campaña polarizante que calificó a los adversarios de “amigos de la guerra”. No se publican datos de gastos y recursos del Estado que usó la campaña Santos en esas tres semanas. Ahora el Consejo Nacional Electoral abre causa a la campaña de Oscar Iván Zuluaga por los dinero de la constructora Odebrecht y, al tiempo, archiva la investigación contra la campaña Santos a pesar de la confesión pública del tesorero de recibir casi medio millón de dólares para la impresión de afiches.

También pudieron influir las amenazas de procesos judiciales y rumores detenciones a la familia del candidato opositor, por parte del Fiscal General, por “filtraciones”, de supuestas prácticas ilegales de la campaña opositora mediante la utilización de un hacker para intervenir las comunicaciones de los delegados del gobierno en el proceso de La Habana con las FARC que, al final, los jueces acaban de determinar que no había méritos para encausar a Zuluaga y su campaña.

Así pues, el juego está abierto y, de aquí a diez meses, las cosas pueden variar sustancialmente.

 

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