¿Quién le teme a Navarro Wolff?

¿Quién le teme a Navarro Wolff?

Con la llegada de Claudia López al escenario, se vuelve a agitar el cotarro que había sentido una buena sacudida con la escogencia de Ángela Garzón como candidata del CD

Por: Carlos Escobar
marzo 18, 2019
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¿Quién le teme a Navarro Wolff?
Foto: Twitter @navarrowolff

Las elecciones para la alcaldía de Bogotá están como para alquilar balcón. El hecho de que la candidata menos derechista hubiera resultado un palo en medio de los radicales uribistas y furiosos derechistas puso un poco patas arriba el panorama electoral en Bogotá, pero el aterrizaje medio forzoso de Claudia López para competir con Antonio Navarro por el aval del Partido Verde alborota nuevamente el escenario.

La tranquilidad y estilo pausado de Navarro que parecía ir a la fija con su nadadito de perro, se complica ahora porque ya no se ve tan claro que en este caso aplique el adagio popular de que perro viejo late echado. Aunque el exministro tiene a su favor que es un representante real de lo que se conoce como centroizquierda y Bogotá durante las últimas dos décadas ha mostrado que tiene especial predilección por esta tendencia política, las bulliciosas barras bravas que prefieren el radicalismo conceptual y la agresividad verbal pueden ver en Claudia López una salida vehemente que despierta alguna taquilla frente a los desaciertos del alcalde Enrique Peñalosa.

Sin embargo, en medio de los ritmos pendulares de la política y de las ambiciones personales que no se ausentan en Bogotá será determinante el papel que juegue el exalcalde Gustavo Petro, quien aparentemente tiene un grado alto de favorabilidad en la capital. Claro que en el caso de Navarro puede irónicamente resultar mejor que no reciba este apoyo porque puede terminar como el abrazo del oso. Curiosamente los bogotanos que se sensibilizan ante el lenguaje clasista y extremista y que siguen a Petro prefieren más el temperamento aguerrido de Claudia que el del antiguo secretario de Gobierno de Petro. Navarro se caracteriza más por ser moderado y conciliador que beligerante.

Los bogotanos ven en Antonio Navarro un señor serio, un amnistiado de los que se le nota que se arrepintió realmente de haber pertenecido a una organización guerrillera y un demócrata que ha demostrado con creces que la lucha armada fue un error histórico en el que cayeron algunos hombres inspirados en la buena voluntad y en la solidaridad con los pobres, pero que sabe que hicieron mucho daño en casos particulares y generaron mucho dolor en las víctimas. Después de su reincorporación a la vida civil, Navarro fue un buen ministro de Salud, un senador ejemplar con una de las mejores votaciones y posteriormente fue alcalde de Pasto y luego gobernador de Nariño.

Cuando estuvo al frente de la administración de Pasto se ganó el premio como mejor alcalde de Colombia. Y como gobernador fue notorio por el apoyó que le dió a la seguridad democrática del entonces presidente Álvaro Uribe. En Nariño rigió los destinos del departamento con altos índices de eficiencia. Si algo tiene Navarro frente a sus contenedores por la alcaldía de Bogotá es la experiencia. Y como decía un comercial de hace algunos años, la experiencia no se improvisa. Navarro ha gobernado con éxito en los niveles municipal y departamental y ha sido aspirante presidencial en más de una ocasión.

Navarro tiene claro que las administraciones de sus antiguos aliados como Lucho Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro le quedaron debiendo eficiencia a Bogotá. Lamenta la polarización en que han sumido a la capital entre los petristas y los peñalosistas y cree que hay que retomar lo bueno de cada administración para construir sobre lo construido. Por eso ha dicho que continuaría con el proyecto del metro elevado de Peñalosa, por lo cual ya Petro se decidió por Claudia López ante el fracaso estruendoso de su candidato Hollman Morris por abusos contra mujeres.

No obstante, los cálculos de Petro van más allá de los propios intereses de los bogotanos. Él sabe más que nadie que la alcaldía de la capital es una tarima presidencial y que la propia campaña es una vitrina nacional. Por eso prefiere que Claudia sea la alcalde. De esta manera sería un importante rival menos para la presidencia del 2022. Se pensaría que eso mismo le interesaría a Sergio Fajardo pero ese no es el caso. Fajardo sabe que mejor un alcalde eficiente que polarizador y que si Navarro gana en Bogotá sería más con el apoyo de los fajardistas y de la gente de centro. Por esa vía Navarro se convertiría en una importante fuerza electoral en Bogotá para Fajardo.

En ese escenario también se nota claramente que Claudia López no está muy interesada en la alcaldía aunque en ocasiones acaricia la idea, en cuanto trampolín para la presidencia. De hecho, ella no refleja mucho estudio ni mucho conocimiento en los temas de la ciudad. Incluso algunos afirman que ella es consciente de que Navarro le ganaría la medición dentro del Partido Verde pero que ella, al igual que lo hizo con la campaña anticorrupción, lo que busca es mantener presencia y vigencia electoral de cara a las presidenciales del 2022. Ella le teme a Navarro.

Por esta razón Claudia López no se le ha querido medir a ningún debate con Navarro. Ella sabe que la vuelve papilla. Y los bogotanos de centro prefieren a alguien con conocimiento antes que con capacidad para vociferar o generar odios. La candidata verde puede sufrir el mismo síndrome de Petro, de ser reconocido como excelente senador pero al mismo tiempo como pésimo administrador. A Claudia la reconocen como excelente senadora pero le temen en los cargos administrativos. Ella tiene poca experiencia en esta materia y su efímero paso por la Acción Social cuando Enrique Peñalosa resultó cuestionado por favoritismos a la hora de ejecutar contratos.

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