En los últimos días, dos mujeres han sido las protagonistas de la noticia: María Corina Machado y Zulma Guzmán. La primera es la heroína y la segunda, la villana.
María Corina es la mujer que deslumbró al mundo. Más que por haber recibido el Premio Nobel de la Paz, por su historia, que buena parte del mundo ha venido a conocer a raíz de la entrega de este galardón.
Los colombianos no estamos en ese sector de la humanidad, porque hemos sido testigos directos de la lucha, tan titánica como desigual, que esta mujer berraca ha librado contra la más ignominiosa de las tiranías.
Sin más armas que su carisma, su valentía, su honestidad y su ángel ha enfrentado a un régimen tiránico que se adueñó de Venezuela y que controla el Congreso, el Ejército, el presupuesto la Justicia.
Lo controla todo menos el corazón de los venezolanos. Ese ese lo conquistó María Corina y quizás en ello radica el éxito de esta mujer única. Dentro de 50 años todos la recordarán mientras el nombre de sus perseguidores habrá quedado en el olvido. Ella ya ganó el veredicto de la historia.
La odisea que vivió para poder llegar a Oslo a recibir el galardón es apenas una anécdota frente a lo que ha debido padecer por oponerse a la dictadura de Maduro, Cabello y Padrino .
Le suspendieron sus derechos políticos, le quitaron la nacionalidad, le mataron a sus amigos, le quitaron el pasaporte, su familia tuvo que marchar hacia el exilio. Y desde que gestó el triunfo de Edmundo González en las elecciones del año pasado, vive en la clandestinidad. Perdió hasta su libertad.
Ninguna de esas medidas ha logrado doblegarla. Al contrario, la han hecho crecer en el corazón de los venezolanos. No me cabe duda de que si pudiera presentar en unas elecciones presidenciales, obtendría, al menos, el 90% de los votos.
A pesar de lo desigual de esa lucha, María Corina la va ganando. Y está a punto de lograr la victoria final, que se producirá cuando se derrumbe la tiranía. Lo que ocurrirá más temprano que tarde.
No exagero al decir que María Corina Machado en este momento es la mujer más valiosa no solo de Venezuela sino de toda Latinoamérica. A la altura de Policarpa Salavarrieta y de otras que han dejado impreso su nombre en la historia por no claudicar ante los tiranos
Los patéticos esfuerzos que han hecho los dirigentes y las bodegas de izquierda por demeritarla han tenido el misme efecto que la despiada persecución desatada por el régimen de Maduro en su contra: la han engrandecido. Ténganlo claro: cualquier adjetivo malintencionado queda aplastado por la dimensión de la lucha de esta mujer.
Ahora pasemos a hablar de la villana: Zulma Guzmán, de la otra mujer que habla toda Colombia. Esta es la señora que, según la Fiscalía, envenenó a dos niñas con unas frambuesas achocolatadas impregnadas con talio, que hizo llegar a la casa de su examante.
Doña Zulma, de acuerdo con la información que posee el ente judicial, no toleró que su amante Juan De Bedout la abandonara y decidió vengarse de una forma tan sutil como letal.
Ella, de la forma más maquiavélica, entendió que la retaliación sería más efectiva y más dolorosa para el objeto de su odio si atacaba a su a familia que atentando contra él mismo.
Y con toda la paciencia del mundo se dedicó a materializar su terrible venganza.
¿Y qué tiene que ver una calculadora asesina con una heroína? Mucho. Ambas poseen una capacidad exclusiva de las mujeres: la decisión, perseverancia y la paciencia para materializar sus obsesiones.
La diferencia entre ambas es la calidad de esas obsesiones
La de María Corina es la más noble: liberar a sus compatriotas del yugo de una tiranía atroz. La de Zulma, la más terrible, tomar venganza del hombre que se atrevió a dejarla.
Al revisar el caso de estas dos mujeres, recuerdo el sabio consejo que en alguna ocasión me dio Rodrigo Lloreda Caicedo, cuando, producto de la intemperancia de la juventud, tuve la mala idea de escribir una columna en contra de una dama.
Lloreda me llamó a su oficina y con la calma que poseía me dijo: “Nunca pelee con una mujer. A usted esa pelea se le olvida mañana, ella no la borra nunca de su memoria”. Cuánta razón tenía Lloreda, la experiencia me ha de mostrado que el rencor femenino no caduca.
Los que deben tener muy claro ese rasgo característica femenino en este momento son Nicolás Maduro y Juan de Bedout a quienes les cayó la fatalidad por subestimar la memoria, la capacidad de lucha y la constancia que solo ellas tienen.
Del mismo autor: La diferencia entre ambas es la calidad de esas obsesiones
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