Un mal recuerdo es lo que les quedó a los 150 mil espectadores perjudicados por el fracaso del Jamming Festival 2022. La Superintendencia de Industria y Comercio encontró responsables a los organizadores del Festival, entre ellos a Alejandro Casallas y los multó. Es un final dramático e infeliz frente a las expectativas desatadas en torno al surgimiento y desarrollo de ese espectáculo.
Un sueño llamado Jamming
En 2004, el odontólogo Alejandro Casallas y su esposa la diseñadora gráfica Paula Moreno fundaron el Bar Casa Babylon, ubicado en la Calle 49 # 7-27 en Bogotá. Casallas escuchaba reggae desde los 13 años y Moreno estaba encantada con la música proveniente del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
Con gran entusiasmo e ilusión, ambos buscaron abrir un espacio para el reggae y la música afro en la capital. Casallas se enfocó en el bar, la organización de eventos y muy poco en revisar dientes.
En 2011, Casallas y Moreno lograron contactar a Damián, un hijo de Bob Marley, con renombre mundial como su padre. La tarea no fue fácil ni barata porque el cantante no quería asistir y pidió 200 mil dólares, equivalente a $ 839.676.388 pesos, por el show en Bogotá.
Después de ese concierto y el impulso que les dio la acogida que recibió Damián Marley, el odontólogo y la diseñadora decidieron apostar por un espectáculo más grande concentrado en la música reggae.
El reggae es un género originario de Jamaica. Uno de sus intérpretes más famosos es Bob Marley. Las letras y ritmos son expresiones de la cultura rastafari y jamaiquina. Sus mensajes enfatizan la unión con la naturaleza, el desarrollo de la conciencia humana y sus notas llegaron hasta Cundinamarca.
En 2012 se realizó la primera edición del Jamming en el Castillo Marroquín. Los llamados fueron: Sizzla Kalonji, Barrington Levi, Los Cafres, Godwana, Alerta Kamarada, Systema Solar, Ras Jahonnan & Natural Selection, Los Elefantes, Profetas y el Colectivo Casa Babylon. Por los artistas invitados al show, los amantes del reggae recibieron bien el Jamming y los interesados compraron la boleta por internet o de forma presencial en Casa Babylon.
Si bien las dos primeras ediciones convocaron multitudes, financieramente los resultados fueron regulares. En 2014 se alcanzó el punto de equilibrio. Las ganancias, según los organizadores, al fin superaron las pérdidas.
En 2016 comenzó la costumbre de prometer la presentación de artistas con los que no tenían un compromiso real en sus agendas, pues la idea era atraer público y no necesariamente, cumplir la promesa. Para esa fecha, Paula Moreno ya no hacía parte de la organización del Jamming Festival.
Un caso reconocido de incumplimiento ocurrió con la anunciada presentación de Snoop Dog, un rapero de Estados Unidos, que salió a desmentir su presencia. Otro ejemplo de esa práctica fue el cantante Matisyahu, quien tampoco interpretó ninguna canción. Con esas promesas vacías, comenzaron a rodar las dudas sobre la seriedad de los organizadores.
Otros síntomas de que algo no estaba bien fueron la lucha desatada con Sayco por temas relacionados con derechos de autor y las quejas sobre la organización, la escasa cantidad de baños y los exagerados precios de las botellas de agua.
Para la edición 2020 ya no solo programaron reggae, sino que ampliaron los invitados a artistas de otros géneros, pero el Jamming se canceló por la pandemia. Tras la declaración de emergencia sanitaria, quedaron prohibidos los eventos y reuniones masivas para evitar riesgo de contagio del COVID-19. Bajo esa lógica se canceló la Filbo y durante dos años se tuvieron que reprogramar los conciertos.
El fallido Festival de 2022
Para el regreso, anunciaron algunos cambios. Escogieron a Ibagué como plaza para los conciertos, las fechas serían 19, 20 y 21 de marzo. La presentación de Don Omar, Guayacán Orquesta, Wilfredo Vargas, Los Tigres del Norte, entre otros, ilustraban los cambios en el Festival.
Las dificultades comenzaron de forma sutil. Algunos de los grupos anunciados comenzaron a cancelar su presentación. No obstante, los organizadores juraron que todo estaba en orden y el 16 de marzo publicaron que “La organización del Jamming Festival está trabajando arduamente en el montaje y la producción necesaria para el desarrollo del festival programado para el próximo sábado 19, domingo 20 y lunes festivo 21 de marzo”.
Otra manera de dar tranquilidad fue mostrar la instalación de las tarimas, los obreros trabajando en el sitio y la confirmación de algunos de los cantantes invitados. Cuando faltaba un día, el 18 de marzo, se anunció la cancelación del Jamming Festival. Se estimó un total de 58.000 boletas vendidas y las reacciones fueron diversas.
En unos casos, los asistentes recurrieron al humor como forma de digerir la pérdida de su dinero. Los obreros exigieron el pago de las tarimas instaladas y otros involucrados se presentaron a la casa Babylon para buscar respuestas.
Al comienzo, la protesta fue pacífica y en buenos términos, pero en horas, todo se complicó. En el aire quedó la acusación de estafa y robo. Para rematar, los organizadores no aparecieron y de Alejandro Casallas no quedó rastro.

Las autoridades decidieron realizar una investigación. La auditoría contable encontró que Buena Vibra no tenía el músculo financiero para respaldar la organización del Jamming Festival. Intentaron pagar todo con el dinero de las boletas, pero como no llegaron al punto de equilibrio, no podía hacerse el espectáculo, o por lo menos, eso mostraron los números.
Han pasado tres años y sobre el dinero de los clientes nadie sabe quién va a responder o cuánto se podrá recuperar. Por el incumplimiento y la no realización de lo que se esperaba que fuera un evento importante no solo los asistentes perdieron, el comercio, los hoteles y restaurantes de la capital del Tolima tuvieron perjuicios millonarios.
En 2025, la Superintendencia de Industria y Comercio, que sigue las órdenes de Cielo Rusinque, determinó en primera instancia que Buena Vibra, donde aparece Alejandro Casallas, debe pagar una multa por $ 487.771.648 por la vulneración de los derechos de los consumidores y las irregularidades presentadas con el Jamming Festival 2022.
La SIC encontró fallas al haber suministrado información confusa, insuficiente, inoportuna e imprecisa sobre los músicos. Además, no hubo información oportuna sobre el evento y según el organismo de control, se utilizaron cláusulas abusivas en la venta de las boletas.
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