A raíz de la declaración pública del padre Alberto José Linero, perteneciente a la comunidad religiosa de los Eudistas, en la que comunicaba a toda la feligresía colombiana y a sus numerosos seguidores su decisión de abandonar para siempre el ejercicio del sacerdocio católico en el que había permanecido por más de 35 años para "vivir de otra manera", según sus propias palabras, se ha suscitado toda suerte de comentarios. Unos son serios y respetuosos, pero otros no tanto. De hecho, involucran a la institución del celibato, esa práctica obligatoria, según la cual, los ministros católicos deben permanecer solteros, y sin "conocimiento de mujer" para poder entregarse de tiempo completo al servicio de Dios, puesto que tener esposa e hijos podría "distraerlos" del cumplimiento de su sagrado deber.
En otras confesiones religiosas no menos importantes que la católica romana, como la anglicana, que en Estados Unidos y otras partes del mundo recibe el nombre de Iglesia Episcopal, el celibato no es tan riguroso y es, más bien, de carácter voluntario, por lo que el conflicto entre la "tentación de la carne" y el ejercicio de la vocación sacerdotal no se vive y se experimenta de otra manera.