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El mar está picado

Por:
noviembre 30, 2017
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Hagamos el examen al revés, en su dimensión de riesgo. Cuando escribo estas letras todo o, al parecer todo, se encuentra en apretado riesgo, especialmente en lo que tiene que ver con la implementación del Acuerdo de Paz del Colón y a un año de haber sido suscrito. El símil que ponen del vaso medio lleno o medio vacío no convence; especialmente cuando el mismo mecanismo de implementación, no solo se ha tratado de aplicar a muchos contextos, bien lejos de su finalidad, sino porque lo que era implementable, se encuentra en grandes y graves discusiones en el Congreso.

Y, si ello es así, vamos a la realidad del momento, del momento electoral y, como que toda la implementación así vista queda en un grande proyecto, en un proyecto político y con las aguas tan picadas que impiden navegar.

Miren ustedes: el mecanismo del denominado fast track, cómoda forma de lograr de manera rápida la implementación del Acuerdo, pasó primero por los contextos de una refrendación bien que discutible, al cabo de la cual, la gente se sintió defraudada; se logra que el Congreso de mayorías de la denominada Unidad Nacional, dé luz a los mecanismos; pero no solo eso, según la misma Corte Constitucional, en el control constitucional advirtió: “(…) que al excluirse la exigencia del aval previo del gobierno, por lo menos en relación con las modificaciones introducidas por el congreso a los proyectos de ley que se cursen mediante el fast track, queda, en todo caso, habilitada la posibilidad del gobierno de objetar estas modificaciones, lo cual representa un medio alternativo que de forma suficiente permite al ejecutivo ejercer sus competencias para preservar la fidelidad al Acuerdo sin desnaturalizar la capacidad deliberativa y decisoria del Congreso de la República”; es decir, que al dejar al Congreso de la República con la propia competencia para discutir y debatir las iniciativas, la fidelidad le corresponde al Gobierno y, ello suena lógico pues fue el Sujeto de Derecho que suscribió el contenido del Acuerdo con las ya fenecidas, creo, Farc-EP.

Pero el tiempo, que corre sin cuartel, está por culminar, de manera que se está solicitando extender el lapso del mecanismo: “Se acabó el tiempo. Este 30 de noviembre se cumple la vigencia del "fast track", por lo que muchos proyectos de ley y actos legislativos que buscaban implementar puntos del acuerdo tendrán que ser radicados nuevamente, pero esta vez por la vía ordinaria”; y, allí mismo, se vaticina que: “A duras penas, y si hay voluntad, pasarán las iniciativas de las 16 nuevas circunscripciones de paz, la reforma política y la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz, que se discuten esta semana en el Congreso”; raro; el inexorable paso del tiempo, lleva a que sea por lo menos rara tanta euforia inicial para que hoy haya mucha decepción.

Decepción hasta en el campo de una de las ‘p’artes: “Andrés París, miembro de la dirección de la Farc, aseguró que ese grupo no puede permitir “que se denomine justicia especial para la paz (JEP) o reforma política algo que no pactaron con nosotros”. Dijo que “a veces es mejor que se caigan esas cosas en vez de aprobarlas como vienen quedando”. ¿Qué dirán las víctimas?

 

 Nos preguntamos, a quién se le ocurre
una tal reforma política en época preelectoral

 

Pero no solo está en riesgo la denominada Jurisdicción Especial para Paz –que pasará a conciliación-, sino también la reforma política, pero, nos preguntamos, a quién se le ocurre una tal reforma política en época preelectoral: “Definitivamente, modificar las reglas de un juego que ya comenzó no facilita la construcción de las mejores alternativas de largo plazo para la democracia. La paz era una oportunidad de oro para hacer las transformaciones consideradas necesarias que hasta el momento el Congreso no ha querido hacer. (…)”.

Y el riesgo, por la misma forma de redistribución de las fuerzas políticas y, la configuración de asientos para determinadas expresiones y posturas dentro de lo que fue la negociación, hacen impensable el logro bondadoso de la posibilidad democrática, que ve, más como una imposición que como una sana conclusión.

El mar está picado, no se puede navegar; y, todo, como en una obra inconclusa queda para un proyecto político que se hará evidente en la próxima contienda electoral: el riesgo sigue ¡y de qué manera!

 

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