Profesor Fajardo, "este es el momento de consolidar el cambio y la paz"

Profesor Fajardo, "este es el momento de consolidar el cambio y la paz"

Carta abierta al candidato de la Coalición Colombia

Por: Maureén Maya
mayo 31, 2018
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Profesor Fajardo,
Foto: Twitter @AntanasMockus

“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones” —Winston Churchill.

Apreciado profesor Sergio Fajardo:

Reciba un afectuoso saludo y mi más sincero reconocimiento por esa gesta política, en la que logró, a punta de coraje, amor, conciencia y convicción, que la ciudadanía se pensara de una forma más sana en relación con el acontecer político y se asumiera como sujeto de derecho con la capacidad para transformar, incidir, creer y soñar. Sin duda la suya, más que una campaña política, fue una lección de humanidad, ética, decencia y cultura ciudadana para Colombia.

Estimado profesor, no le escribo, como muchas personas de seguro lo están haciendo, para pedirle, exigirle o suplicarle que apoyé sin resquemores, de manera clara y enfática, la candidatura de Gustavo Petro a la presidencia de la república de Colombia en segunda vuelta. Tampoco para pedirle que convoque a esos cuatro millones quinientos ochenta y nueve mil seiscientos noventa y seis ciudadanos que votaron por su propuesta y a quienes hacen parte activa de la Coalición por Colombia (Alianza Verde, Polo Democrático y Compromiso Ciudadano), para que en nombre de la unidad, la paz y la educación como prioridad, voten por la Colombia Humana.

No. Le estoy escribiendo porque como millones de colombianos y colombianas conozco su compromiso con la educación, la justicia, la paz y la democracia; confío en su conciencia y solvencia ética, en su juicio, sentido de la responsabilidad y criterio, y por ello tengo la certeza de que sabrá anteponer a las diferencias personales y políticas, esa visión de país en la que es posible construir esperanza y generar opciones de desarrollo humano para todos y todas sin exclusiones. Colombia no soporta más mentiras ni más violencia ni más corrupción, ni alianzas oportunistas, ni quiere ver como naufragamos en la mezquindad, la avaricia y la ambición de las castas políticas que nos han gobernado durante siglos. Los colombianos queremos que nuestro país recupere su estatura histórica y moral, que se defiendan todas las riquezas de las que goza pero que estas también puedan ser disfrutadas por todos los habitantes de esta maravillosa tierra. Esta carta es por tanto una invitación para que, haciendo uso de su buen juicio, haga una valoración reflexiva, como catedrático, matemático, ciudadano y líder político, sobre lo que usted representa y simboliza, y sobre el reto que nos plantea esta compleja coyuntura electoral.

Este es el momento de consolidar el cambio y la paz, no lo dude; es el momento de la historia en el cual se define lo que seremos y haremos como pueblo en en las próximas décadas; y es también una oportunidad para ser profundamente coherentes y generosos, para asumir, sin temores ni vacilaciones, la defensa de valores esenciales, sobre los que justamente se fundamenta su accionar político. Hoy más que nunca es imperativo actuar con grandeza, como almas grandes y libres, pensar como estadistas con capacidad para vislumbrar el futuro y trabajar unidos considerando un bien mayor, que no puede ser distinto a  garantizar que Colombia sea, por fin, un país con derechos y libertades, con justicia y equidad, con profundas opciones democráticas y reales oportunidades de crecimiento humano, social y espiritual para todos sus ciudadanos.

Merecemos un país justo y solidario, en el que a ningún niño se le niegue el derecho a la educación, a gozar de un hogar amoroso y un techo decoroso; un país en el que el trabajo sea base para la riqueza y no el alarde de un sistema esclavista que anula los talentos y los sueños de nuestros compatriotas; un país en el que todos tengamos derecho a una educación de calidad, a un servicio médico eficaz independiente de si contamos con los recursos para pagarlo o no; un país en el que podamos desarrollarnos como seres humanos integrales, y en el que sea posible reconciliarnos desde el corazón, abrazarnos en la diferencia y dirimir los desacuerdos a partir la palabra y la argumentación racional. Queremos un país en el que se valore nuestra infinita riqueza natural, se potencie una economía sostenible y responsable con el medio ambiente, se respete la vida y se asuma como nuestro bien más preciado, se valore la diversidad y en el que, finalmente, se garantice la plena realización del Estado Social de Derecho que promulga nuestra Constitución.

Entender el momento histórico y actuar como un genuino demócrata comprometido con la defensa de la vida y las más altas premisas que permiten la armónica convivencia y el avance de los pueblos hacia su propio desarrollo y comprensión humana, es lo que hoy demandamos de usted y de la Coalición Colombia.  Dejar “en libertad” a los votantes es un pleonasmo y no es opción, pues el artículo 258 de nuestra Carta Política establece que “el voto es un derecho y un deber ciudadano” que se debe ejercer sin coacción alguna,  y como ciudadanos colombianos somos libres de elegir. “Dejar en libertad” a las bases partidistas significa renunciar al deber histórico de salvaguardar la paz y la democracia, y entregar el país al uribismo.  Hoy nuestro llamado es a la coherencia; a construir un gobierno de coalición y de unidad democrática que sepa conducir este proceso de transición y logre afianzar los soportes sociales, humanos, políticos, económicos y culturales que se requieren para consolidar una verdadera era de paz en Colombia.

Si, una gran Coalición Democrática que no consiste en pensar, como se lee en redes sociales, en darle "algo" a Fajardo o en garantizar su inclusión en el nuevo gobierno. No, porque no se trata de caer en la repartija burocrática ni en el vulgar clientelismo. Se trata de entender el momento histórico, el hecho incontrovertible de que estamos ante un proceso de transición y evidente transformación que nos obliga —siendo consecuentes— a profundizar esta vía de cambio, apartándonos para siempre de las sucias prácticas tradicionales del acaecer político.

En esta nueva Colombia que anhela nacer, se rompe el viejo paradigma que fusiona la palabra "poder con negocio", "adhesión con beneficio personal", y se apela a la capacidad crítica y reflexiva para actuar a conciencia y privilegiar una opción sensata y decorosa que brinde beneficio a las mayorías nacionales e imponga  valores humanos, principios éticos y responsabilidades históricas. El presente nos convoca a pensar en las futuras generaciones y no en las próximas elecciones, parafraseando a Winston Churchill, y a forjar una gran coalición democrática de gobierno, que no solo cuestione el presidencialismo que se potencia desde el norte, sino que sea capaz de asegurar el surgimiento de una nueva política y de una nueva manera de gobernar.

Sabemos bien que el Centro Democrático adolece de las condiciones morales que se requieren para conducir un país que se encuentra en claro proceso de transformación, y que su objetivo en la jefatura del Estado es perpetuar un modelo económico y social violento, depredador, corrupto y peligroso, en el que todo vale y todo es susceptible de ser negociado, incluso el decoro ciudadano y la responsabilidad institucional. Sabemos que cuando los miembros de esa fuerza política afirman que se opondrán a la JEP y harán unas modificaciones a los Acuerdos de Paz, están encubriendo su real intención de hacerlos trizas como afirmaron encendidamente antes de considerar que tal confesión supondría un alto costo electoral.  Ellos no quieren la paz, desprecian la justicia y la democracia, desconocen el valor y la dignidad de nuestro aguerrido pueblo colombiano, se lucran de su  dolor y de su miseria física y moral, y confunden poder con tiranía, por lo que se creen inmunes al accionar de la justicia y de la ley.

La coherencia no está en mantener una posición pública a ultranza; eso se llama tozudez. La coherencia es una relación lógica entre el discurso y la realidad, que se fundamenta en principios éticos y es capaz de valorar el momento histórico para no caer en contradicción. La coherencia no distorsiona la realidad ni se sustrae de ella —ni obvia su condición cambiante— para mantener una posición contraria a los postulados que la motivan. Son las convicciones profundas de un demócrata las que exigen coherencia.

En alguna pieza promocional de su campaña usted dijo: “no cerramos puertas, hacemos una política diferente, persona por persona… y entre todos vamos a cuidar a Colombia, con la fuerza de la esperanza”.

Respetado profesor eso mismo es lo que le propongo con esta carta: proteger a Colombia. Ya nos dirá entonces, desde su accionar consciente y consecuente,  si de verdad estamos ante una nueva política y el renacer de un país desde los escombros; si es cierto que llegó el tiempo de la gente, de sembrar futuro, de abrir nuestras alas a un nuevo amanecer, si podemos creer en la fuerza de la esperanza y en la posibilidad de hacer realidad el cambio que necesita nuestra gente; o si por el contrario debemos postergar otros cien años este anhelo de paz para regresar al oscurantismo de la violencia, la venganza, el odio, la corrupción, el miedo, la guerra y la derrota.

Nuestra única opción para avanzar hacia esa Colombia de paz, justicia, progreso y dignidad que queremos, y que usted defiende, es actuar con valor, gallardía y conciencia de país.  Hoy debemos decidir entre prolongar la existencia de un estado profundamente inequitativo, violento y desigual o sumar fuerzas e ideas a un proyecto político que se sintoniza con la vida, con la esperanza y con el cambio.

No se trata solamente de elegir a un presidente que gobernara los próximos cuatro años, tampoco se trata de determinar si gusta o no su carácter, si cae mal o bien, si tiene muchos defectos o pocas virtudes; no, se trata de identificar afinidades y prioridades en un proyecto común, de dimensionar el momento histórico y actuar con grandeza y responsabilidad ciudadana, anteponiendo a toda suerte de especulaciones y consideraciones subjetivas, el modelo de país que queremos y podemos construir unidos. Hoy tenemos que disipar el miedo, elegir entre avanzar o retroceder, saber a ciencia cierta si nos abrimos a la esperanza con fundamentos o si claudicamos en nuestro anhelo; conscientes de que en la historia un paso político errado representa un siglo de retroceso.

Confío en usted.

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