¿Por qué un universitario votará por Fajardo?

¿Por qué un universitario votará por Fajardo?

"Tiene la capacidad de construir y conciliar. En una contienda electoral como la actual no se trata solo de ser el más carismático para ganar y ya"

Por: Daniel Mauricio Díaz Rueda
mayo 22, 2018
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¿Por qué un universitario votará por Fajardo?
Foto: Claudia Rubio / El Tiempo

Soy un orgulloso egresado de la Universidad Nacional de Colombia, al que la vida le está dando la oportunidad de seguir estudiando un posgrado (becado por la UN, como en el pregrado), que da fe de que la educación pública y de calidad (y ojalá gratuita) es posible a pesar de todo, al que le importa su país, que sabe que no todo está perdido y que todavía cree en el ejercicio libre del voto.

En el trasegar de la vida universitaria he tenido la oportunidad dada mi profesión de forestal, de conocer diversas partes de mi país con sus contextos y realidades, urbanas y rurales, en donde he aprendido, entre muchas cosas, que la riqueza del país no se limita meramente a lo biológico, sino también a múltiples aspectos como lo cultural, lo geográfico, y las formas de ser y pensar de sus gentes, entre muchos otros. Esto último me ha llevado a interiorizar el hecho de que por ser y pensar diferente unos con otros, no tenemos el derecho de agredir ni de ofender al que no piense como yo, por las razones que sean. También me ha permitido comprender que generalizar no es un hábito ni sano ni justo, esto por ejemplo, cuando asumimos que por antonomasia una persona que nació en el seno de una familia acomodada —como Fajardo — sea necesariamente de derecha (y que esta condición, si así lo fuera en su caso, tenga que ser en sí algo cuestionable), ni que un estudiante de universidad pública —como yo— tenga que idolatrar a Ernesto Guevara (sin por esto desconocer el aporte histórico que el Che en su momento hubiera podido hacer).

Esto también me hizo recordar la ocasión en que en plena clase de ciencias sociales del colegio donde estudié en mi natal Barrancabermeja, un profesor (de evidente inclinación izquierdista) nos cuestionaba a los estudiantes sobre nuestra orientación política, que si era de izquierda o de derecha. Al increparme a mí y al no saber qué responder, en medio de mi inocencia, y dado el apartidismo político que sigo teniendo, dije “yo como que más bien soy del centro”. Luego de su risa burlona nos soltó la siguiente premisa: “Uno no puede ser de centro porque se lo llevan los carros de un lado y del otro, o se es de derecha o se es de izquierda”. Este episodio me quedó rondando en la cabeza, hasta que llegué a comprobar que según mi parecer ese profesor estaba errado, porque se pueden plantear matices y caminos diferentes, con otros principios, que se puede ser sincrético y valorar las bondades del modelo zurdo y del diestro por igual, y que muy a su pesar, si existe el centro, posición en la que por cierto ahora algunos tratan de refugiarse para cautivar (más) incautos.

Dicho esto, y ante el devenir de la actual y convulsa campaña para la presidencia de Colombia (como “es natural” cada cuatro años), marcada por el fanatismo, la desinformación, el odio visceral y la crispación, y luego de haber explorado de los presidenciables sus perfiles, aptitudes, credenciales que los avalan, propuestas, y la casi infinita e incontenible cantidad de notas, videos y memes (tratando de balancear las múltiples fuentes), he tenido las siguientes reflexiones sobre por quien pienso votar y por qué, decisión que quisiera compartir de manera pública, humilde, respetuosa y argumentada.

Para mí es claro que Germán Vargas e Iván Duque (y Jorge Antonio Trujillo, el pastor poco conocido) representan el continuismo de la corruptela guerrerista, marrullera, clientelista y cínica que ha sobrellevado Colombia en las últimas décadas (solo hay que ver quienes los rodean y quienes se les van subiendo o bajando del bus a conveniencia). Humberto de la Calle, aunque es una opción muy interesante, lastimosamente no creo que tenga posibilidades, a pesar de ser quizás de los más aptos de toda la baraja. Por su parte, Sergio Fajardo y Gustavo Petro representan, cada quien a su manera, lo que yo quisiera ver en el ejecutivo colombiano, pero como no hubo posibilidad de la tan anhelada (y aparentemente inviable) alianza entre ambos y De La Calle, y hay que decidirse por uno, esbozo aquí algunas razones por las que mi voto será por el profesor:

1. Porque tiene una vida académica y profesional admirable (y real), que incluyen múltiples experiencias como docente universitario y reconocimientos como doctorados honoris causa, como funcionario laureado de entidades públicas como el Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia, y administraciones públicas de gran relevancia como la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia, en las que fue destacado por su labor y que, acéptenlo unos o no, (y si bien no hizo de Medellín ni de Antioquia, en las que viví por ocho años, un edén perfecto —lo cual es imposible—), puso a la ciudad en una senda de administraciones que la tienen hoy como referente mundial en materia de innovación y liderazgo, incluso por encima de Bogotá, y que le dan experiencia y confiabilidad a la hora de gobernar. ¡Sabe que lo que hay que hacer y cómo hacerlo!

2. Porque aunque no es perfecto (como nadie lo es), con su actitud, su trayectoria y la coherencia de sus acciones, me inspira confianza y creo en su persona, aunque no metería las manos al fuego por él (como si ha manifestado Duque que lo haría por Uribe), y seré crítico con lo que tenga que serlo en su eventual mandato. Su prudencia al hablar, que a mi ver suele ser confundida con tibieza, hace que no esté prometiendo cosas imposibles ni populistas para caer en la gracia de las masas, a las que terminaría incumpliéndoles por lo irrealizable que pudiera ser su discurso, aprovechándose del impulso que le da el ser “diferente”. Es común que los politiqueros y los populistas digan lo que la gente quiere oír para llegar al poder y luego se olviden de lo que prometieron, actitud que no es difícil de ejemplificar con el tristemente célebre caso del reelegido presidente Juan Manuel Santos y la placa de mármol que nunca firmó.

3. Porque junto con Compromiso Ciudadano y la Coalición Colombia (producto de un trabajo juicioso y no de una conveniencia coyuntural de último momento) ha logrado coordinar a un equipo de personas admirables, aptas, serias y decentes como Claudia López (la abanderada de la lucha anticorrupción) y Jorge Robledo (el múltiples veces mejor senador de Colombia), los dos fiscales más implacables que algún candidato pudiera tener a la hora de tener que actuar con transparencia. Esto sin olvidar a notables como el recién electo senador Antanas Mockus (el emotivo adalid de la cultura ciudadana), entre muchos otros, que sin duda respaldarán y fortalecerán su labor como cabeza del gobierno. Además, tiene el apoyo de artistas, intelectuales, profesores y personas de loable reputación, que le dejan una buena calificación a la hora de medirlo con la conocida consigna de “dime con quién andas y te diré quién eres”.

4. Porque ha hecho de la educación su principal bandera, sabiendo que una sociedad educada propenderá por ser legal y tener cultura ciudadana, por buscar el bienestar social, por estudiar y proteger su riqueza cultural y biodiversa, por tener un sistema judicial y de salud más robusto y eficiente, entre muchas otras cosas, construyendo paso a paso, y como lo precisaba un columnista en una de las notas que leí, “anteponiendo las razones sobre las pasiones, como lo saben hacer los académicos”. Además porque con su equipo ha construido un programa de gobierno serio, objetivo, sensato y plausible de acuerdo a la realidad política y económica del país. No por nada su propuesta económica ha sido reconocida por múltiples medios como una de las más adecuadas según las condiciones actuales de la banca nacional, y su propuesta ambiental valorada y aprobada por científicos de las ciencias naturales en lo que a deforestación y restauración ecológica respecta; estos pudiéndose ver como “reconocimientos” a pesar de la tibieza que le endilgan. ¿Se gobierna con oratoria y soberbia o con propuestas realizables?

5. Porque tiene la capacidad de construir y conciliar. En una contienda electoral como la actual no se trata solo de ser el más carismático para ganar y ya. Por lo polarizado que está el ambiente político colombiano (producto entre otras cosas, por el acuerdo de paz con las Farc que nos dividió —más— entre los del sí y los del no), un eventual gobierno de Fajardo tendría más aptitudes para congregar, conciliar y trabajar por un proyecto común y positivo de país. Estuvo visto en la administración de Petro en Bogotá (cuestionada por algunos como “improvisada y desastrosa”, y alabada por otros particularmente en materia social) que sus detractores políticos entorpecieron muchos de sus proyectos viables y necesarios para la ciudad, lo que seguramente se exacerbaría en el nivel nacional con las fuerzas de ultraderecha (aún muy poderosas y lideradas por el Centro Democrático y su ralea circundante), torpedeando toda su administración y quedándose corto con todo lo que ha prometido, muy urgente y necesario por cierto (aunque inviable en algunos aspectos, tal como lo ha propuesto). Quizás no debiera ser así, es una triste y cruda realidad que considero debemos tener en cuenta los electores para decidir el voto. La reconciliación se construye con confianza, diálogo, escucha y no a la fuerza ni impuesta por ley, y a su vez combatiendo la corrupción con firmeza, objetividad y sin revanchismo. Nuevamente, ¡No se trata solo de ganar!, y si de segundas vueltas se trata, con relativa seguridad Fajardo tendría mayor capacidad para reunir el voto de opinión, que la que tendría Petro, dada su imagen aún “enlodada” por su pasado beligerante, que muchos (adultos “conservadores” sobre todo) no quieren aceptar, “olvidar” —y “perdonar”, si es que es el caso—.

6. Porque estoy seguro que aunque Fajardo no podrá resolver en cuatro años todo el histórico desbarajuste acumulado por décadas, lo hará bien. Porque no se asume como jefe autoproclamado y profético, sino como un eslabón de una serie de gobiernos transformadores (como lo hizo en Medellín) que darían la oportunidad a líderes con ideas frescas, necesarias e innovadoras, como el mismo Petro. Dicho de otra manera, Colombia aún no está preparada para un gobierno de Petro, aunque las propuestas ambientales que plantea (vistas algunas de manera errada como populistas por algunos) sean apremiantes y necesarias. Considero que primero hay que reorientar y fortalecer la economía y la política para poder entrar en esa línea “progresista”, tarea que desempeñaría mejor un Fajardo con aprobación de diferentes sectores sociales y con un poco más de fuerza y apoyo en el Senado.

7. Porque aunque como joven me suelo dejar llevar por la emoción que representa Fajardo y la esperanza que representa de un mejor futuro y un cambio, y me enervan las difamaciones ruines y politiqueras que le lanzan, prefiero y trato siempre de “controlarla” con buenas dosis de razón y sensatez. Tratando de evitar cosas como el engrandecimiento exagerado de sus logros y pretendiendo minimizar sus errores, y haciendo lo opuesto con los adversarios. Porque el ejercicio de ser voluntario virtual de la Coalición Colombia me ha enseñado que se puede discutir con base en argumentos, aunque a veces caiga en el fastidioso, típico y desgastante “dime y te diré”. También aprendí que hay que ser coherentes, incluso desde la manera en que se hace campaña, a pesar de que algunos con los que compartimos la afinidad por Fajardo, usen los mismos medios ruines y cuestionables para conseguir el fin común de que el profe y su equipo lleguen al poder.

8. Porque entre estas y otras razones, mi voto en primera (y ojalá en segunda) será por Sergio Fajardo y Claudia López, con #LaFuerzaDeLaEsperanza intacta y restaurada, como la de hace ocho años y sabiendo que #SePuede.

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