¿Por qué somos tan caspas?

¿Por qué somos tan caspas?

¿Por qué pasamos de la idolatría al desprecio, a la estigmatización, al irrespeto e incluso a poner en peligro la integridad y vida de nuestros ídolos?

Por: Diana van Gompel de Romero
julio 30, 2021
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¿Por qué somos tan caspas?

A mi amiga Lucía le encanta la expresión “sube como palma y baja como coco”. Y los colombianos somos expertos en el tema. “El mundo da muchas vueltas, hoy estás arriba, mañana quién sabe”.

Visto desde la orilla positiva, Colombia cuenta con un amplio inventario de ídolos en todos los ámbitos del arte, de la música, del deporte, y de la literatura que nos han brindado momentos de júbilo, de orgullo patrio, de dejarnos sin aliento y hasta de delirio masivo.

Sin embargo, de un momento a otro pasamos de la idolatría al desprecio, a la estigmatización, al irrespeto e incluso hasta poner peligro la integridad y vida de nuestros ídolos.

Fernando Botero es el primer artista vivo que expone sus obras en el Museo Nacional de China en Beijing y en Medellín vandalizan sus obras.

Leo hoy, con inmenso orgullo, que Mariana Pajón ha logrado medalla de plata en Tokio, pero también me entero, con dolor, que ha sido amenazada por aparecer en una fotografía con Popeye. ¡A partir de ahora en Colombia dime con quién te retratas y te diré quién eres! ¡Ojo los uribistas y los petristas que aparecen en muchas selfies comprometedoras!

Los comentaristas deportivos se deleitan y se relamen con los goles de James, pero no lo defienden cuando es irrespetado por un DT resentido, sabrá Dios por qué razón. ¿Algún trauma de su niñez? Los hinchas idolatran a su equipo y se convierten en vándalos cuando pierde.

Alcanzamos el primer Premio Nobel de nuestra historia y una loca lo manda para el infierno. Wow, logramos otro Nobel y la mitad enajenada de los colombianos grita “no, no, no, no” emulando a Manzanero.

Regalamos pequeñas chivas como recuerdo de nuestras artesanías pero repudiamos las de verdad cargadas de conciudadanos. Adoramos a Nieves, nuestra negrita hermosa, ¿pero nos alegraríamos si nuestro hijo la invitara a salir?

Ni hablar de Shakira, Juanes, J. Balvin que cuelgan de un péndulo constante de adoración y odio, tristemente alimentado por los medios que se lucran de sus propios blancos.

Y todos nuestros héroes de la historia ninguneados por aquellos sabios que eliminaron la historia de los salones de clase, virtuales y presenciales.

¿Será  que esa dualidad que llevamos en la sangre, en nuestro ADN mezclado de taitas ancestrales con vándalos viajeros, nos limita para ser más asertivos y poder expresarnos sin atentar contra los demás?

Vivimos en un lugar del planeta donde la naturaleza sonríe desde los cuatro puntos cardenales, un país que bien podría ser el famoso paraíso que cuenta la leyenda, donde el espacio es amplio y caben todos pero donde jugamos a vivir en el borde transitando entre la comodidad y el caos, la opulencia y la miseria, la gula gourmet y el hambre, el amor y el odio, el abrazo y la patada, la bandera y el caos.

¿Por qué somos tan “caspas”? ¡Vacunémonos también contra esta variante!

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