¿Por qué los colombianos detestan a Juan Manuel Santos?
Opinión

¿Por qué los colombianos detestan a Juan Manuel Santos?

Por más que se esfuerce, Santos no puede derribar la barrera que lo aleja de los colombianos

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agosto 25, 2016
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El odio a Juan Manuel Santos se remonta a la época que tenía barba. Era el hijo de una élite odiosa, el delfín que había que ahogar. Fue el odioso ministro de Hacienda de Pastrana que implementó a principios de este siglo La Tercera Vía, modelo económico que alcahueteó la perversa unión de lo público con lo privado, primer eslabón para venderlo todo, hasta Isagén.

Si Santos le ganó con holgura las elecciones a Mockus fue porque tenía detrás el 78 % de favorabilidad que ostentaba Uribe en el 2010. La sombra del expresidente le sirvió para limpiar su imagen con los colombianos que adoraron logros maravillosos como los falsos positivos que ocurrieron mientras era ministro de Defensa. Cuando cometió el error de darle abrazos a Hugo Chávez, de sentarse a dialogar con las Farc, el mismo pueblo  lo volvió a aborrecer y lo llamó traidor. El 27 % de popularidad que lo acompaña es el reflejo de la poca simpatía que despierta la imagen de Santos y sobre todo de sus palabras.

Lo de ayer fue maravilloso. En 48 horas los equipos negociadores del gobierno y las Farc acordaron los puntos de amnistía y curules en el Congreso, último escollo para un acuerdo casi definitivo. Si Santos no hubiera cometido el error de convocar un plebiscito cuando nadie se lo había pedido, estaríamos celebrando una paz verdadera, inamovible e inmodificable como una montaña. Ahora dependemos de la mayoría, de la estúpida y asesina mayoría colombiana, la misma mayoría que eligió a Uribe y que le aplaudió el haber permitido que los gringos llenaran nuestras selvas con sus bases militares, la misma mayoría que celebró la visita de Salvatore Mancuso al Congreso, la mayoría que votará No porque cree que es mejor gastarse la plata en bombardeos y no en reparar a las víctimas, en educarnos, en empezar a salir del hueco moral en el que nos metimos cuando empezamos a creer que Pablo Escobar era un filántropo que se distraía, sanamente, haciendo explotar aviones de Avianca.

 

La paz no la quiere nadie
porque el que la tiene no sabe cómo venderla

 

Trato de ser optimista, trato de pensar en que el alto porcentaje de gente que estaba escéptica con el proceso se va a unir a las filas del Sí al saber que el acuerdo final está prácticamente cerrado. Pero veo a Santos dirigirse al país y aunque le debamos el empeño de haber persistido en un objetivo en el que fracasaron siete presidentes, el de negociar con el grupo guerrillero más antiguo y poderoso del continente, entiendo por qué los uribistas lo detestan. Es increíble que un tipo con la sagacidad política de Juan Manuel Santos parezca un idiota en televisión. Es incapaz de hacer que la gente lo escuche, que entienda que el proceso de paz es lo mejor que le ha pasado a este país, que Obama lo apoya y la mayoría de presidentes europeos también. Por más que se esfuerce Santos no puede derribar la barrera que lo aleja de los colombianos. Ni siquiera fue capaz de hacer un logo del Sí que genere empatía, que le provoque a uno poner en el estado de Facebook y no ese vómito colorido que evoca a la horrenda palomita de la paz que se inventó Belisario Betancur. La paz no tiene un jingle, un comercial, una imagen. La paz no la quiere nadie porque el que la tiene no sabe cómo venderla.

Ese es el peligro que le quede a un pueblo analfabeta la posibilidad de elegir la conclusión de un conflicto. Sobre todo si en la otra orilla está Álvaro Uribe Vélez, el político más hábil de la historia reciente de Colombia. De acá a finales de octubre, fecha en la que se supone se llevará a cabo el plebiscito, el líder del Centro Democrático aprovechará cada detención de sus discípulos, así sean justos como el caso de Andrés Felipe Arias, cada trino desafiante de Jesús Santrich, cada edificio que se le caiga a la Universidad Nacional, cada promesa rota de un mentiroso patológico como parece ser Juan Manuel Santos.

Ahora el No ganaría con holgura. Si esto ocurre sería una mancha que nadie podría borrar de nuestra historia. La culpa de que esto ocurra no recaerá en Uribe sino en la incapacidad de Santos, en la falta de carisma de Santos, en el odio que los colombianos le tienen, desde hace más de 30 años a Juan Manuel Santos.

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