¿Por qué Bolsonaro?

¿Por qué Bolsonaro?

Análisis del inesperado triunfo de un candidato montado en la ola de la antipolítica y una ideología derechista que piensa poner patas arriba al Brasil

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noviembre 02, 2018
¿Por qué Bolsonaro?

La reciente victoria del candidato antisistema y de ideología derechista Jair Bolsonaro en las recientes elecciones presidenciales brasileñas vuelve a poner sobre la mesa y en el foco la grave crisis que aqueja a la democracia tradicional en el continente. Y la agonía de un sistema político que es incapaz de atender a las demandas de unas sociedades en profunda recesión social y económica. Pero el asunto también está claramente ligado a la corrupción, quizá el principal problema de las jóvenes democracias latinoamericanas, cada día más desacreditadas por el pésimo manejo de los recursos por parte de sus gobernantes. Por no hablar del descarado latrocinio que ejercen algunos de sus mandatarios, como pasa en casi todos los países de América Latina.

 Bolsonaro ha sido elegido no por méritos propios, como quizá piensen algunos, sino por los deméritos de otros y por el hastío de una sociedad cansada de presenciar escándalo tras sin escándalo sin que nadie ponga coto a tanto despropósito. La clase política tradicional de Brasil está totalmente desacreditada. Dilma Rousseff, la última presidenta elegida democráticamente, fue destituida por el legislativo por asuntos de turbio y oscuro recuerdo, pero sobre todo por su implicación en sonados escándalos de corrupción relacionados con la empresa petrolera brasileña Petrobras. Pero su antecesor, el mítico Lula, también se vio implicado en el mismo escándalo y otros casos, lo que le llevaron a su detención en el año  2016, situación que todavía persiste y que le ha impedido ser el candidato presidencial en estas elecciones, habiendo cedido a Fernando Haddad el testigo para ser el candidato del Partido de los Trabajadores brasileño. Haddad pagó duramente el descrédito que heredaba su formación y fue  derrotado contudemente por Bolsonaro, que obtuvo más del 55% de los votos frente al 44% obtenido por el izquierdista.

 De la misma forma, el  presidente saliente, el controvertido político Michel Temer, está siendo investigado desde hace dos años por estar implicado en varias tramas de corrupción nunca aclaradas. Su popularidad está por los suelos y los brasileños recelan abiertamente de su capacidad para estar al frente de la máxima magistratura del país. Así fue posible que la gente se decantara por el cambio y quiera pasar página de una de las épocas más aciagas de la historia de Brasil.

 VOTO URBANO POR BOLSONARO, MIENTRAS LA IZQUIERDA RETROCEDE EN LAS GRANDES CIUDADES

Resulta realmente significato que el voto joven, más formado, urbano y con estudios se decantó claramente por Bolsonaro, en claro detrimento del candidato izquierdista; en ciudades como Río de Janeiro y Sao Paulo, por ejemplo, el voto en favor de Bolsonaro superó a la media nacional e incluso llegó, en algunos distritos, a superar más del 65% en favor del candidato ultra. En el otro extremo, el candidato izquierdista ganó en las zonas rurales y en las áreas más atrasadas y menos formadas del país, como si se pudiera sostener que a mayor información menor caudal de votos para la izquierda. O la izquierda liderada por el Partido de los Trabajadores se refunda e inicia un profundo proceso de renovación o acabará agonizando irreversiblemente en una sociedad que da muestras de agotamiento ante una clase política absolutamente corrompida.

 “Lo cierto es que la imagen de ‘hombre fuerte’ que promete ‘ley y orden’ en el atribulado país parece haber convencido por lo menos a la mitad de un electorado polarizado políticamente, enfrascado en una guerra cultural contra la igualdad de género y sexual, que detesta a los partidos políticos tradicionales y se siente inseguro en una sociedad violenta. Son, en su mayoría, hombres de raza blanca, mayoritariamente evangélicos y con educación universitaria que se unieron en su rechazo a Luiz Ignácio Lula da Silva y su Partido de los Trabajadores”, señalaba el analista Sergio Muñoz.

 La pregunta es qué ocurrirá a partir de ahora en Brasil. Si bien las causas del éxito político están claras, tras haber vivido unos años de infarto en que los mitos acababan en la cárcel a tenor de sus malos manejos, como fue el caso de Lula, tampoco está claro que el nuevo presidente vaya a tenor éxito en el corto plazo, sobre todo debido a la complejidad de la crisis brasileña. La economía muestra signos de estar saliendo de la recesión, pero con un tímido crecimiento tras años de datos negativos, y la seguridad está batiendo todos los récords, sobre en lo relativo al número de homicidios al año. En el 2017, según datos del Foro Brasileño de Seguridad Pública, hubo 63.000 homicidios en el país, una cifra superior -29 homicidios por cada 100.000 habitantes- a la tasa de Colombia (25) aunque por debajo de la del enfermo crónico del continente, Venezuela (casi 60).

 La inseguridad, que es percibida por muchos brasileños como el primer problema del país, también ha influido mucho en favor de Bolsonaro, ya que el ahora presidente centró una buena parte de su campaña en atajar este asunto al coste que sea, mientras el candidato izquierdista no supo atender esta sensibilidad y construyó un discurso retórico que no conectó con las preocupaciones del electorado brasileño.

 Pero hay más problemas.  “Del desolador panorama de problemas que enfrenta este país destaco dos íntimamente relacionados. En lo económico, el sistema de pensiones es un desastre porque es excesivamente generoso y carece de los fondos necesarios para sostenerlo. No hay límite de edad para el retiro y sus beneficios son incomparablemente más generosos que en el resto de los países del área, aunque el sistema beneficia más a los ricos que a los pobres y la demografía está en su contra. La población mayor de 65 años se triplicará para el 2050”, señala el columnista ya citado Sergio Muñoz.

 El problema político radicaría en que no cuenta con la suficiente mayoría en el legislativo para llevar adelante su programa y tendría que lidiar con una mayoría claramente adversa, situada a la izquierda, que seguramente no le apoyaría. Por ahora, el Partido de los Trabajadores, que más le valdría dedicarse a un serio cuestionamiento interno e iniciar su modernización política, ha sacado el hacha de guerra y ha anunciado que comenzará su andadura en la oposición con una dura contestación social y callejera al nuevo gobernante. La marginalización de la izquierda y su tendencia al autismo con respecto a la sociedad brasileña anuncian una larga travesía del desierto para las fuerzas progresistas brasileñas. ¿Será así?

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