Poniéndolo suavamente: por una paz sin tumbas.

Poniéndolo suavamente: por una paz sin tumbas.

Por: Alejandro Becerra
abril 17, 2015
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Personalmente le he cogido miedo a hablar del proceso de paz. Le he cogido miedo porque no termino de entender que tipo de paz está buscando la sociedad Colombiana. Le he cogido miedo porque no entiendo como quieren encontrar esa paz que tanto tiende el país a desear. Se supone que queremos una paz en la cual no haya un despeje de territorio, ergo el proceso de diálogos se sacó del país incluso siendo apoyado por gobiernos externos que al representar modelos ideológicos diversos podrían mostrarse como garantes y facilitadores de la buena fe de las dos partes. Si bien ha tomado tiempo llegar a la conclusión del proceso, este ha sido un proceso de paz que se ha demorado poco comparado con otros. No por ello quiere decir el proceso se esté haciendo mal, ni que se esté entregando el país. Al menos, no lo veo así. De una u otra forma, el conflicto armado ha podido mantenerse por más de medio siglo, cobrando más de 6,000,000 de víctimas desde 1984. De una u otra forma en el país no hemos podido reconciliar las diferentes visiones y modelos de país que alguna vez nos llevaron a tener opiniones divergentes y diferenciadas; opiniones aparentemente irreconciliables mientras no se entienda que el otro también sigue las leyes de la física: "una acción acarrea una reacción proporcional"; opiniones irreconciliables si todas las facciones de la sociedad no intentan hacerlo; opiniones irreconciliables si no llegamos a un perdón.
Personalmente, me han dicho más de una vez que yo por creer que en Colombia necesitamos un modelo de desarrollo incluyente, eficiente y eficaz a la hora de erradicar la pobreza, y por creer que la representación política de nuestra democracia en el país muchas veces es un eufemismo para la dinámica que esconde nuestra Republica Bananera; estoy justificando las acciones farianas y elenas a la hora de tomar las armas y alzarse contra el establecimiento. Pero no es así. Citando algún cartel que apareció en el Congreso yo no me voy a tragar ese "sapo". A su vez, tengo que decir que reconozco el dolor que representa ver a colombianos caer en una guerra que nos ha tocado porque no hemos podido comprender nuestro país. A mi me duele cuando cae un soldado del Ejercito Nacional. A mi me duele, porque los veo como héroes y porque admiro absurdamente su labor. Y también me duele que la guerra nos quite vidas nacionales todos los días. Me duele porque vienen de bando y bando, Colombianos de nacimiento.
Siguiendo con el título, que viene de un libro de Christopher Hitchens; la política que rodea el proceso de paz y la oposición política e ideológica hay que "hablarla suavemente". Esto viene a ser así porque dentro del modelo discursivo que tiene el debate, las ofensas, las burlas y las calificaciones peyorativas son cosas comunes de lado y lado.
Sí bien cuando Hitchens usaba el término de forma irónica para criticar el no poder discutir la fe y el dogma después del 9/11, yo me pregunto qué sería del debate si pusiéramos las cosas en unos términos más civilizados, y conciliadores. Esto pensando en que el fin de una guerra puede llegar de diferentes formas: Por medio de una paz negativa, y una positiva:
La negativa es la paz que consigue el estado cuando asegura su seguridad por medio del uso de la fuerza, dejando a un lado los conflictos sociales, culturales y económicos que normalmente son causales de guerras.
La positiva es una paz que llega por el dialogo, entendiendo que existen diferencias que tenemos entre nuestra sociedad, pero que a su vez podemos poseer tolerancia y entendimiento entre las facciones que conforman nuestro tejido social.
Colombia tiene que reconciliarse con Colombia y con todos los Colombianos, ya sean los que residen en el país, o los que estamos por fuera. Tenemos que buscar un punto en el cual escuchemos el uno al otro y encontremos que el dolor de esta guerra no sólo es de cada uno, sino de todos. Tenemos que construir sobre la sangre derramada, para que en el futuro no haya más sangre y no tengamos que llorar por nuestros connacionales. Tenemos que hacerlo, porque el mayor fin de un ciudadano es la búsqueda de la paz y la prosperidad. No más "paz en su tumba", construyamos una paz SIN tumbas.

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