Petro y la paz total: ¿Incluirá a todos los colombianos o se quedará en eslogan de campaña?

Petro y la paz total: ¿Incluirá a todos los colombianos o se quedará en eslogan de campaña?

Colombia necesita un presidente cuyos lazos no estén atados a tejemanejes que han llevado a la bancarrota y a la corrupción ¿Complacerá a los políticos o al pueblo?

Por: Martin Eduardo Botero
agosto 31, 2022
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Petro y la paz total: ¿Incluirá a todos los colombianos o se quedará en eslogan de campaña?
Foto: Leonel Cordero

A mi entender, para el Presidente Petro sería un error histórico, político y jurídico olvidarse de Colombia, simplemente por el temor de enfrentarse a la indiferencia o al rechazo de los partidos, la represalia y las exigencias de las milicias, los insurgentes y las bandas de delincuentes.

Tengo que decir que esto me preocupa enormemente, porque espero que el gobierno resuelva los problemas a los que se enfrenta la Colombia. Ahora, la Colombia necesita un presidente cuyos lazos no estén atados a esos tejemanejes que nos han llevado a la bancarrota, a la corrupción, a las maniobras que hacen imposible legislar a favor del pueblo, porque la politiquería impide el cambio. Ya no tenemos necesidad de representantes elegidos por el pueblo para hacer la adecuada mezcla de políticas.

La triste realidad es que los derechos humanos y la llamada Paz Total no van a aportar por sí solos las soluciones políticas necesarias a los verdaderos retos del desarrollo sostenible de los próximos cuatro años.

Señor presidente, creo que hoy la Colombia, como todos nuestros ciudadanos, se enfrenta hoy a un dilema: o bien avanzamos en la creación de una verdadera democracia o bien nos convertimos en un país anclado en el letargo socialista.

Estamos de acuerdo en que es verdad que su llamado gobierno del cambio se enfrenta a los temas más difíciles del país y los retos a los que se enfrenta son sobrecogedores.

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El Gobierno afronta diferentes problemas que abarcan desde la marejada de descontento entre el público hasta la existencia de un fuerte y generalizado escepticismo de la sociedad civil y los ciudadanos, desde la falta de credibilidad y conexión con los ciudadanos hasta tomar medidas para solucionar el propio funcionamiento del sistema económico y revertir de manera importante la situación en el país.

La presidencia también se enfrenta al tremendo problema de tener que sanear las finanzas públicas y consolidar la democracia, restablecer la cohesión social y aplicar un programa completo de reformas estructurales con el fin de que la respuesta a los ciudadanos sea clara, concreta e inmediata y, al mismo tiempo, de encontrar la mejor manera de resolver las elevadas y persistentes tasas de desempleo entre los jóvenes y los problemas medioambientales, las dificultades administrativas y burocráticas y el envejecimiento de la población, incluida las nuevas necesidades que se siguen presentando.

Esta cuestión posiblemente técnica que estamos examinando guarda relación con el problema de la política gubernamental y sus programas.

Pues bien, tras pasar dos semanas, el gobierno demuestra que persisten las deficiencias en la planificación y gestión del proyecto país y se repiten los errores dentro del aparato público, que parecen constituir una reacción improvisada a distintas situaciones, a medida que se presentan, en lugar de ser el resultado de la previsión de los posibles problemas, la preparación para toda una serie de imprevistos y la consideración de las necesidades estratégicas a largo plazo.

Asimismo, el Gobierno afronta problemas generales de cualificación y formación en puestos de liderazgo y se ve ralentizado por una serie de obstáculos, como, por ejemplo, la inexperiencia, la falta de cuidado y la mala preparación profesional de los ministros y funcionarios para participar de los a menudo pesados procesos de coordinación o, incluso, cierta falta de adaptación a las necesidades reales, la insuficiente capacidad en materia de gestión y la falta de conocimientos.

Sin embargo, en el preciso momento en que son necesarias mayores capacidades para la acción, hay una falta de confianza tanto en el conocimiento sobre estos desafíos como en su propia capacidad para enfrentarlos se corre el riesgo de una reacción contraria por parte del electorado.

El verdadero desafío consiste en encontrar la manera de sustituir un modo de actuar improvisado, a veces selectivo y condicionado de una política de "compromiso” como denominador común, por unos arreglos más planificados, coherentes y confiables.

En mi opinión, para que este esfuerzo no quede en mera palabrería, esta política gubernamental debería girar en torno a uno de los principios subyacentes de que toda política de ética y conducta sería que los ministros, congresistas y funcionarios no actúen de manera a no poder justificar sus actos ante el público y que las evaluaciones para la paz total tienen que ser respaldadas por otras medidas, como las que garantizan el control del territorio y la defensa de la soberanía, el fortalecimiento del servicio de justicia y la atención del Estado en zonas deprimidas y de violencia.

Que la independencia del poder judicial de toda influencia política no solo se respeta sino que también se mejora, y retirar las normas que resulten superfluas.

Legislar mejor no es solo una cuestión de Paz, sino también de ciudadanía, tener una visión más general, equilibrada y realista de los distintos problemas que persisten, y esto es un paso muy positivo.

Esperamos con interés el día en el que las aspiraciones nacionales legítimas del pueblo y las esperanzas de la comunidad den lugar a esfuerzos tangibles que allanen el camino hacia la paz, la independencia y la soberanía para el pueblo.

Los congresistas, a quienes se encomienda la responsabilidad de supervisar el desempeño del ejecutivo, de representar en todo momento al pueblo y de legislar, pueden contribuir de forma decisiva a que la crisis se gestione respetando los límites de un espacio y un diálogo políticos.

A pesar de los pronunciamientos verbales, el verdadero resultado de la estrategia de mejora del entorno legislativo para «legislar mejor» sobre las pequeñas y medianas empresas es insignificante, especialmente en cuanto a la reducción de las cargas administrativas.

Lo que se necesita es un verdadero cambio radical de paradigma en la vida de los hombres y las mujeres, también de la actitud de 'todo sigue igual'. Y más que reglas, lo que se necesita es un cambio de mentalidad y de dirección estratégica impartida por el Gobierno, de un salto cualitativo, de un verdadero cambio cultural. En el gobierno se necesita un cambio del clima interno.

Señor Presidente, cuando un gobierno abandona sus responsabilidades, el oportunismo ejercido por quienes están en cargos de autoridad, el caos y la corrupción se instalan, sentenciando nuestros descendientes a un futuro difícil. El gobierno que abandona su pueblo es como el soldado que abandona a sus compañeros en medio del combate.

La Historia nos enseña que un Estado que abandona a sus pueblos, sus comunidades rurales, sus ciudades, sus familias y granjas, o que abandona a su suerte a las pequeñas empresas y los inversores privados lo acaba pagando tarde o temprano. Si se atribuyen el mérito de que todo va bien y culpan a otros de todo lo que va mal, tarde o temprano sus ciudadanos van a descubrir su juego.

Espero que en la Colombia creemos una voluntad común para atender las necesidades y asegurar el bienestar económico y social de los ciudadanos, que sea capaz de cambiar para realizar sus propios ideales y de las naciones que están peor que nosotros, pero, por otro lado, no queremos que la Colombia cree un nuevo muro, una nueva muralla.

Creemos en esta Colombia nuestra y, por eso mismo, tiene que haber voluntad política de liderar esta Colombia nuestra, esta Colombia, hacia un futuro brillante.

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