Petro está solo
Opinión

Petro está solo

El gran problema de Petro es su soledad y no existe riesgo más grande para un poderoso que sentirse solo

Por:
marzo 06, 2018
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No tengo miedo de Petro. Por eso no comparto —ni compartiré— la línea editorial de varios periodistas y medios de comunicación, que con el ánimo de salvaguardar ciertos intereses económicos y políticos —bastante obvios— han convertido al candidato en la encarnación exacta del mal y han tergiversado cualquiera de sus propuestas —incluyendo la necesaria transformación social de Colombia en la que coincide con varios candidatos no tan “radicales” — en el abrebocas de nuestro supuesto fatal destino a “convertirnos en Venezuela”. Tampoco estoy de acuerdo en que apoyar al líder de izquierda se estigmatice y enjuicie como hacerse parte de una dañina polarización. Aunque entre muchos, la mencionada estrategia de difamación ha probado su éxito, no estoy dispuesto a seguir el juego macabro de enfermar la verdad con una epidemia sanguinolenta de miedo.

Miedo. Desde que tengo uso de razón, en Colombia, inocular el miedo ha sido la fórmula de los oscuros  dirigentes —y escasos dueños del país— para incidir en el voto de las mayorías, sometidas de siempre a información falsa y mutilada: primero la lucha bipartidista, luego el terror soviético comunista, luego los narcos y las Farc y ahora el supuesto avance del socialismo del siglo XXI: sin duda, hoy en día, el miedo más epidérmico que se ciñe sobre nosotros. El modelo chavista ha probado su atrocidad ante el mundo entero —y por supuesto ante Colombia— y para aquellos que aún tratan —ciegamente— de defenderlo basta que miren el inhumano desplazamiento forzado de cientos de miles de venezolanos a nuestro país. No queda mucho por discutir con esa evidencia.

Y Petro lo sabe. Dudo que sea su intención seguir el absurdo e irresponsable ejemplo de los últimos veinte años del vecino país y sus tiranos, quienes lo han llevado a las conocidas crisis sociales, económicas y humanitarias y en definitiva lo aislaron del resto del mundo. No obstante, para muchos, la pasada militancia de Petro en el M-19 y su pensamiento de izquierda, hacen que sea una tragedia anunciada que al elegirlo —o siquiera establecer un diálogo con sus ideas—- nos convirtamos por arte de magia en Venezuela. Ese miedo, simplemente, no lo acepto, pero muchos sí. Cuando se repiten las fábulas del “comunismo” en los principales micrófonos del país, se multiplica el temor colectivo que conlleva a que muchos salgan en desbandada a votar por los rostros hegemónicos —y probadamente ineptos— que no persiguen otra cosa que continuar en el poder y seguir dando vía libre a los malestares que nos aquejan. Privilegiamos con nuestro voto a quienes han sido nuestros verdugos. Por miedo.

A pesar de estar de acuerdo con varios de las propuestas de Petro: desde poner fin a las guerras visibles e invisibles del país hasta la protección radical del medio ambiente, siento que no está en capacidad de asumir la dirigencia del país. No votaré por él. No me gustó la forma en que ejerció la alcaldía de Bogotá, a sabiendas de la fuerte oposición que le hicieron los medios de comunicación y ciertos sectores económicos. No me gustó ver desenvolver su personalidad de gobernante ante la predecible realidad que indicaba que ellos, los de siempre, harían todo lo posible por que su mandato fuera un desastre. Y aunque no lo fue —hubo ciertos avances en lo social— en varios aspectos, por la inmensa soledad de Petro, la ciudad se estancó.

En efecto, el gran problema de Petro es su soledad y no existe riesgo más grande para un poderoso que sentirse solo. Los solitarios en el poder se vuelven desconfiados y sospechosos de los demás. Por eso insisten en caprichos irrealizables y quimeras que solo son posibles en la más conspicua imaginación. Se apiadan de malas compañías y se acercan a quienes solo saben hacer y hacerse daño: los otros solitarios poderosos. Pierden la capacidad de llegar a acuerdos y son sometidos —casi siempre arrodillados— por su vanidad. Un poderoso no se debe permitir estar solo. Es demasiado peligroso para un Estado de Derecho. Muchos dirán que tiene una base popular que lo apoya, pero mucho me temo que más que apoyarlo, basa en exceso las esperanzas de un nuevo país, un mejor futuro, en un solo personaje. Somos adictos a los caudillos, son nuestro vicio. Basta ver cómo, hoy por hoy, hacer una crítica en contra de Petro es someterse a lapidaciones de todo tipo. Un político, un líder, por definición, debe poder ser cuestionado y criticado, sobre todo por quienes han depositado su confianza en él. Aún no queremos aprender la lección.

 

 

Si una alianza entre Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y Gustavo Petro
llegase a concretarse,
sería el escenario más favorable para la democracia colombiana

 

Aunque suene obvio toda soledad se supera con buena compañía y a pesar de que parezca inútil, es mi deber insistir en que si una alianza entre Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y Gustavo Petro llegase a concretarse, sería el escenario más favorable para la democracia colombiana, si se sumara esa unión —con base en equilibrios y concesiones de protagonismos— al propósito común de avanzar hacia una verdadera concepción de futuro y de país. Ojalá los líderes que menciono lo volvieran a intentar. Por ellos y por Colombia.

De paso, no sobraría que esta coalición se oponga de forma enfática a las dos propuestas políticas (Centro Democrático y Cambio Radical) que quieren hacer reincidir al país en su terrible historia circular y de paso consolidar un proyecto criminal de Estado amparado en la corrupción, la indolencia y la vejación de la verdad, todo lo que —paradójicamente— dio origen al éxito y prolongación en el poder del insaciable megalómano Hugo Chávez.

@CamiloFidel

 

 

 

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