Periodismo: una mirada desde el amor

Periodismo: una mirada desde el amor

"Desde que abrí mis ojos sentí que yo nací para esto y que el camino que tomé era el que me llevaría a una de mis historias más contundentes"

Por: Karen Vera Ángel
junio 17, 2020
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Periodismo: una mirada desde el amor
Foto: Pixabay

Siempre existe un hilo rojo del destino, ese que nos tiene fijados para estar juntos así no entendamos la manera de cómo hacerlo, así la persona no sea la correcta, así no te imagines que alguien que está por ahí respirando llegará a cambiar tu vida, a revivirla o a hundirla.

Desde que estaba en el vientre de mi mamá sentí que las palabras mueven el mundo, sentí que, a pesar de ser una mujer supremamente silenciosa, siempre vivía en un universo paralelo en mi cerebro en el que me imaginaba protagonizar en una pantalla. Desde que abrí mis ojos sentí que yo nací para esto y que el camino que tomé era el que me llevaría a una de mis historias periodísticas más contundentes. La mirada del periodismo desde el amor.

Amor palabra que siento desde niña amor por mis padres, amor por mis amigos, amor respiré y respiro, tal vez uno de los motores que más fuerte empujan el mundo. Amor que me llevó a abrir mis puertas a unos cuantos hombres que me enseñaron a ver que el amor sin admiración no es nada.

William mi primer novio vio que dibujé mi futuro siendo periodista para una tarea y se burló como si lo que contara solo fuera un chiste flojo, hoy recuerdo en una cena a Jhonattan mi siguiente novio, quien en una reunión de ingenieros irónicamente dijo “es periodista” como si fuera una desfachatez presentar a una mujer con esos ideales. Así seguí abrazándome a mi idea en esta manada de aniquiladores de sueños. Como de profesores, porque si hay una falencia que tiene el periodismo, es la educación calificativa que te anula y que no explota tu talento, al contrario, te ve como un negocio al que le deben hablar, pero no fomentar. Detrás de las miradas de fracaso de algunos docentes y calificativos con forma de pedrada estaban las manos llenas de amor de mis papás cargadas de fe, las trasnochadas de mi mamá y que nadie veía, sus horas extras, sus créditos con bancos, el conteo de monedas exactas de mi papá para darme lo del diario, cosas con las que solo yo cargaba en silencio, yo era la ficha por la que apostaron ellos dos, para verme surgir, haciendo lo que ellos no pudieron, vivir de lo que soñaban ser.

Llegar a los medios, ese era mi objetivo y me lo repetía cada vez que pasaba en el TransMilenio con mis copias en la mano mientras mis ojos observaban el imponente símbolo de aquel canal de televisión que le abre la puerta a unos pocos. En la universidad no fui la más destacada, pero en temas de investigación y periodismo de televisión me llevaba los aplausos. Me senté horas en la salida de un canal para mendigar entrevistas y digo mendigar, porque tu oficio depende del estado de animo de otros, de su sonrisa o de su desprecio.

Así fue como sigilosamente el periodismo me llevó a tocar muchas puertas, a marcar muchos teléfonos a los que insistentemente pedía entrevistas, lo más emocionante fue cuando entré al máster de emisión donde yo tenía las llaves en las manos, en las que mi equipo, la presentadora y la producción, dependían de mis decisiones. Conocí hombres encantadores y a mi gran amor que con valentía e independencia hoy le muestra al país mediante pruebas y largas trasnochadas que el poder hace de las suyas mientras nosotros dormimos.

Todo cambia cuando entras a uno de los medios más imponentes del país y, si me preguntan, pues sí existe la rosca. Las decisiones son tomadas por los que están arriba, quienes con un chat deciden sobre la vida o destino de otros. Cuando tu diseño de sonrisa importa más que tu investigación, donde tu rostro perfilado pesa más que tus palabras, donde tu credibilidad siempre está a prueba, tal vez no eres tan brillante o tal vez no eres lo suficientemente llamativa para entrevistar al presidente. No eres muy bonito para salir.

Cuando el show empieza al arrancar la emisión y detrás de la pantalla eres el ejercito que mueve el discurso que tu jefe muestra y nadie ve. Eres la voz detrás de la cámara, eres quien sufre si no salen bien las cosas y te las llevas a la casa para analizar la incompetencia por la que nuevamente te ganaste un regaño, te vas con el sin sabor de que debes aguantar y aguantar, pero esto no es una crítica, es una realidad que deben afrontar los estudiantes de periodismo. Deben entender que esta es una escuela que forja el carácter, que te sacude de la vanidad y te hace más competente. De ahí nació mi pasión por este cuento, porque en medio de personas buenas, brillantes y malas, me senté y di vuelta para volver a ver a estos hombres del pasado para decirles que si lo logré y que a lo mejor no llego aún donde quiero, pero sus ironías fueron la gasolina para no abandonar el carro que me trajo hasta este camino.

En medio del COVID-19 hay muchas familias que no saben qué hacer para seguir apoyando la educación de sus hijos, pero yo les digo, no teman que si aman lo que hacen, si admiran a sus soñadores, que si le apuestan sus fichas como mis padres apostaron por mí. Todo se regresará de la manera correcta. Nadie les puede cortar las alas, nadie es tan grande para decir que abandonen, solo ustedes definen hasta donde y cuando pueden llegar.

Colegas, les correspondió nacer en un país en el que siempre hay de qué hablar, ustedes pueden transformar el mundo desde la silla y un computador desde sus casas, como lo hace el hombre que amo y admiro, el que sin un peso en el bolsillo, le abre los ojos a un país y a una nueva generación.

Como dijo Benedetti:

No te rindas, por favor no cedas,

aunque el frío queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se ponga y se calle el viento,

aun hay fuego en tu alma,

aun hay vida en tus sueños,

porque cada día es un comienzo,

porque ésta es la hora y el mejor momento,

porque no estás sola,

porque yo te quiero. 

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