Perder para saber
Opinión

Perder para saber

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marzo 07, 2015
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A mí me llama mucho la atención la relación del ser humano con la tecnología. Hemos creado una diosa que decide el rumbo de nuestras vidas; de nuestras relaciones con otros y con la naturaleza (algunos personajes bastante influyentes de nuestra sociedad moderna han manifestado su preocupación al respecto). Esta diosa, como otros dioses más antiguos, es incuestionable: si tantos creen en ella, entonces debe ser buena. El/la que no cree en ella o no la adora como otros, sufre las consecuencias (y si no intenten desconectarse de Twitter, Facebook, Instagram, email, celular, carros privados, etc. para que “pierdan la cabeza”). Ya casi nadie lee el librito que supuestamente explica cómo funciona (especialmente los más jóvenes), y muchos de los que lo hacen, lo hacen de una manera muy poco crítica. Muchos otros leen solo las partes donde habla de los beneficios y de las funciones más llamativas, e ignoran deliberadamente las secciones que dan pistas sobre los peligros de su uso sin medida. Pocos cuestionan las decisiones y comportamientos de las organizaciones encargadas de su producción y distribución, y que administran todas las comunicaciones a través de sus múltiples representantes en sus unidades de atención al cliente. Muchos le agradecen por las cosas buenas, pero nunca le recriminan las malas.

En lo personal, constantemente enfrento dilemas relacionados con la tecnología moderna: dilemas éticos, morales, de igualdad económica, de justicia intergeneracional, de justicia interespecie, de destrucción ambiental… y muchos se quedan sin resolver. Me confunden tantos fetiches tecnológicos (que algunos llaman muy modernamente gadgets),  desechables y sin un objetivo mayor que alejarnos de la naturaleza, volvernos más perezosos y/o enfermarnos (lo cual parece ser un símbolo de status en las sociedades modernas). Es más, muchas veces es difícil discernir entre una simple broma y un producto comercial. Para la muestra un botón: este robot le da a uno tomates mientras trota. Sí, tomates. En esta lista hay otros ejemplos, entre ellos un lanzador eléctrico de aviones de papel, un candelabro que muestra mensajes SMS, un bronceador de pies y unos zapatos con aire acondicionado. ¿Más ejemplos? Dedíquenle unos minutos a surfear por las tan populares páginas chinas de compras descontroladas y sin sentido. Pero dejemos esta discusión para otra columna.

Sería bastante injusto decir que la tecnología per se es mala, y no es esto lo que yo quiero decir. Para nada. De hecho, quise dedicar esta columna a esa tecnología que en vez de alejarnos de nuestra naturaleza, nos acerca a ella de nuevo, nos devuelve lo que hemos perdido. Damos tantas cosas por hechas, como si nadie ni nada pudiera quitárnoslas. Todos conocemos ese dicho de “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, y somos conscientes de la verdad que esconde. Tal vez precisamente ese es el problema: que hay que perder para saber. Nadie quiere perder, ¿nadie quiere saber?

Pero yo creo que perder no es la única forma de saber (y apreciar) lo que se tiene. Estoy convencido de que la felicidad y el bienestar de los otros, son también la felicidad y el bienestar nuestros. Porque somos hijos, hermanos, amigos, ciudadanos, compatriotas, hombres y mujeres, seres humanos. Seres.

Últimamente me he tropezado con unos videos que me han movido bastante. Todos están relacionados con esa tecnología de la que hablo. Todos muestran gente que ha perdido, o nunca ha tenido algo que muchos damos por hecho. Y lo ha recuperado u obtenido gracias a la tecnología. Nunca dejaron de ser humanos, pero estoy seguro de que ahora sienten serlo aún más:

  • Una chica que escucha por primera vez en 29 años.
  • Un bebé que escucha a su mamá, probablemente por primera vez.
  • Una madre que ve por primera vez a su hijo (no sólo porque este acaba de nacer, sino porque antes no podía hacerlo).
  • Un hombre que ve por primera vez en veinte años (incluyendo a algunas personas que sólo conocía por su voz).
  • Un hombre que recupera muchas de las funciones que perdió junto con su brazo derecho.
  • Una princesa que nunca dejó de sonreír (paciencia, lo mejor llega en el minuto 1:50).
  • Colaboración y tecnología le devuelven la mano a este niño.

 

Seguiré luchando por resolver mis dilemas con respecto a esta diosa, que trabaja de formas tan misteriosas. Digamos por ahora que soy un seguidor bastante crítico, uno que duda de que sólo tenga buenas intenciones. Un seguidor que no ha olvidado que ella no es más que una creación humana, y que como tal refleja muchas de las debilidades de sus creadores. Un seguidor que espera que la creación no se vuelva aún más en contra de sus creadores.

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