Películas que todo defensor de la libertad debería ver

Películas que todo defensor de la libertad debería ver

Cinco filmes que muestran los peligros de las ideologías y los totalitarismos

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
julio 23, 2021
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Películas que todo defensor de la libertad debería ver

“El cine es un espejo pintado” (Ettore Scola, director de cine italiano).

Cuando de cine se trata es fundamental entender que, además de ser un excelente medio para comunicar ideas, también es un arte que está cargado de simbolismo y de mensajes más allá de lo que la historia que se cuenta deja ver. Hoy comparto con ustedes cinco breves reseñas de películas que muestran los peligros de las ideologías y los totalitarismos: tres de ficción, una basada en hechos reales y un impactante documental que nos demuestra que a veces la realidad puede ser más asombrosa que la vida misma.

1984 – Director: Michael Radford – Estreno: 1984. (Otra versión 1984 film para TV. Dirigido por Rudolph Cartier – Estreno 1954)

Esta historia, adaptación de la impactante obra 1984 de George Orwell, se cuenta entre mis favoritas. A pesar de no ser una película con efectos especiales impactantes o cargada con escenas de acción, logra atrapar al espectador con una historia cargada de imágenes que muestran un opresivo paisaje distópico de una ciudad de Londres arrasada por la guerra llena de escombros y miseria. El personaje principal Wiston Smith (Jhon Hurt) narra, en primera persona, a través de su diario, las vicisitudes a que se ve expuesto al vivir bajo un régimen totalitario controlado por una oscura maquinaria definida como el Insog (Socialismo Inglés). Bajo la mirada escrutadora del omnipresente “Gran Hermano”, la vida de las personas está controlada por televisores bidireccionales y grabadoras ocultas que vigilan que nadie se desvíe de las consignas establecidas por los prohombres que controlan el “partido interior”; a saber, “la guerra es la paz”, “la libertad es la esclavitud” y “la ignorancia es la fuerza”.

Los tonos oscuros y fríos de la película ayudan a hacer más opresiva la atmósfera que, en un determinado momento, cambian a unos verdes y azules que muestran al personaje en un ambiente completamente opuesto al represivo mundo en que se ve obligado a vivir, es un instante donde logra sentir algo que, a excepción a lo que debe expresarse por el “Gran Hermano” y el partido, está absolutamente prohibido, el Amor a otro ser. El film, a diferencia de la obra literaria, omite cierta información, pero no por eso deja de ser interesante la puesta en escena. Como la idea es incitar al lector a ver la película y, por supuesto, a leer el libro, los invito a que la vean y lleguen a sus propias conclusiones respecto a los paralelismos que se muestran entre la vida en la extinta URSS (especialmente durante el tenebroso periodo liderado por Stalin) y la dramática visión que se expone en 1984.

Brazil – Director: Terry Gilliam – Estreno: 1985.

Si la visión de 1984 era de un totalitarismo socialista, la de la genial Brazil (si, con Z) es la surrealista visión de un mundo (al parecer perfecto) plagado de burocracia desgastante donde para solicitar cualquier cosa se deben llenar cientos de formatos y requerimientos por cuadriplicado o más, es la visión del fascismo puro. Al igual que en 1984 existe una fuerza gubernamental represiva que “elimina” a los individuos que se oponen al sistema.

El personaje principal de la película, Sam Lowry, interpretado por el actor Jonathan Pryce, es un burócrata más que se ve obligado a entregar un recibo a la viuda de uno de estos “desaparecidos” por las autoridades que, y se muestra al inicio del film, es producto de un terrible error tipográfico. Hay escenas que están cargadas de un impactante simbolismo, especialmente aquellas donde el protagonista sueña, y una, que es la más crítica del film respecto al monstruo burocrático, donde uno de los personajes desaparece, literalmente, devorado por papeles.

En Brazil, los colores son vividos y el ambiente es opresivo, pero a diferencia de 1984 se muestra como los burócratas de alto nivel viven en un ambiente lleno de riqueza y, la clase media y baja, en habitáculos limitados en el espacio y por supuesto cargados de impuestos que los limitan en lo económico; basta ver el automóvil que conduce Sam Lowry para comprender cuan limitados están los burócratas de bajo nivel. El tono de comedia de la película nos muestra (no olvidemos que la comedia inteligente en el fondo es crítica social) con mucho acierto el mercantilismo exacerbado, la burocracia asfixiante y, nuevamente, las trágicas consecuencias de los totalitarismos. Si 1984 era una crítica abierta al socialismo, Brazil nos expone con brutalidad las consecuencias de la ultraderecha y el Fascismo.

Land of the Blind (En tierra de ciegos) – Director: Robert Edwards – Estreno: 2006

Si hablamos de simbolismo, esta película está plagada de ellos.  El protagonista, interpretado por Ralph Fiennes, como el Capitán Joe (sin apellido) narra, como un escritor y en primera persona, el ascenso al poder de un líder populista, Jhon Thorne, interpretado por el genial Donald Sutherland, sobre una dinastía totalitaria (tipo monarquía) representada por Maximilian II (papel asignado al actor Tom Hollander).

En un viaje alucinante se conduce al espectador por temas como el fundamentalismo, el socialismo, el fascismo, las monarquías y las democracias populistas. Se tocan temas como la homosexualidad, el transexualismo, la tortura, el adoctrinamiento, la sumisión de la mujer, la doble moral y la manipulación mediática. Se hacen referencias a películas como la ya descrita 1984 o a situaciones como la relatada en la siguiente película a comentar Los gritos del silencio respecto a la desintegración intelectual promovida por Pol Pot en Camboya, o la escena donde el infame Maximilian II ordena que a su “enemigo” político, Thorne, se le trate con “extremo perjuicio” aludiendo a la orden recibida por el personaje principal, el capitán Willard, de la extraordinaria Apocalipsis Ahora de Francis Ford Copolla. Hay escenas, además, que muestran fragmentos de la vida real ocurridos en guerras y protestas en diferentes partes del mundo.

En este film se hace referencia a dictadores de toda calaña, desde Trujillo el infame tirano dominicano, hasta al mismo Fidel Castro el extinto déspota cubano. La escena a lo Paul Marat o la sutil referencia al seguidor de Hitler, Rudolph Hess, hacen de esta obra cinematográfica un interesante documento que critica de manera contundente a cualquier ideología o totalitarismo, que, como diría el lenguaje popular, “no deja títere con cabeza”.

The Killing Fields (Los gritos del silencio) – Director: Roland Joffé – Estreno: 1984

A los 17 años de edad me encontré en una oscura sala de cine viendo este testimonio de la intolerancia política y del total desprecio de la vida humana nacido de la toma del poder en Camboya por parte de los Jemeres Rojos, la guerrilla liderada por el sanguinario Pol Pot. En aquel momento el socialismo era tan desconocido para mí que, pues no contaba con la formación política necesaria, y solo atine a ver las consecuencias de la maldad humana en su máxima expresión.

Este film narra la odisea de Dith Pran (interpretado por el Dr. Haing S. Ngor quien ganó el Oscar a mejor actor de reparto por esta película) para huir de Camboya después de la llegada al poder de los comunistas que, como muestra de su fanatismo y crueldad, condenaron a la población de esa nación a un genocidio despiadado que intentaba borrar por completo de la “memoria” y de la “historia” cualquier vestigio de lo que había sido esa nación antes de ellos.  Esta película muestra, a veces con imágenes que parecen de un documental, como, al final, las víctimas de la lucha por el poder, terminan siendo pasto de regímenes aún más crueles que aquellos por los que los supuestos “revolucionarios” se excusan para matar, saquear y destruir su entorno.  La escena en la que van prisioneros en la tanqueta muestra como el periodista Sydney Schanberg (interpretado por Sam Waterston) desmigaja una de las flores recogidas por él en las calles de Phnom Penh durante la celebración del fin de la guerra, al descubrir cómo era la realidad, al vislumbrar el próximo reinado del mal que impondrían los “revolucionarios”.

Es un film conmovedor, pero, al mismo tiempo, desgarrador por la fuerza de su mensaje contra la guerra y los totalitarismos. Baste decir que el actor Haing S. Ngor también era un refugiado camboyano, que, tristemente fue alcanzado por la violencia y resulto asesinado en la ciudad de Los Ángeles el 26 de febrero de 1996 en circunstancias hasta hoy no esclarecidas y con teorías que van desde el simple robo hasta el crimen político.

The Act of Killing (El acto de matar) – Director: Joshua Oppenheimer – Estreno: 2012.

Esta es una de las pocas producciones fílmicas que he visto con verdadera repugnancia (no por su calidad artística) sino por el descarado relato que hacen los protagonistas (Anwar Congo, Herman Koto, Adi Zulkadry, entre otros) respecto a los crímenes de lesa humanidad que cometieron contra los más de medio millón de simpatizantes o miembros del Partido Comunista Indonesio (1965-1966). En el documental, cargado de simbolismo, pero también de escenas testimoniales extremadamente gráficas, se cuenta como en Indonesia se ha impuesto un grupo político de ultra derecha que no tuvo el menor empacho para asesinar a cualquier representante de la izquierda. Se observa cómo viven los verdugos y como disfrutan de lujos y comodidades los grandes líderes políticos que organizaron la matanza.

En ciertas escenas los verdugos se disfrazan como aquellos a quienes asesinaron y narran las atrocidades cometidas, pero lo hacen con tranquilidad, sin mostrar algo de arrepentimiento; sintiendo un orgullo desmedido por sus acciones. Muestran coreografías de baile, escenas teatralizadas, entrevistas y también el estilo de vida de victimarios y autores intelectuales de crímenes contra la humanidad. Para dar una idea sería como ver un documental donde los comandantes de los campos de concentración nazis o de los gulags soviéticos contaran entre risas y chanzas como asesinaban a sus víctimas.

Joshua Oppenheimer, el director, les da a los asesinos la oportunidad de organizar, coreografiar y, en cierto modo, de dirigir partes fundamentales del documental.  Hay una escena donde uno de los verdugos le dice al director que la “utilicen esta parte para mostrar lo crueles que podemos llegar a ser” y añade “y podemos ser peores”.  Otras donde uno de ellos ensaya sus gestos frente al espejo teniendo como fondo un discurso de Barack Obama, pues se propone a postularse para un cargo público (recordando, por supuesto,  las poses ensayadas de Adolfo Hitler previas a sus verborreas nazis en Nuremberg o Munich).

Es así como el arte cinematográfico, desde la fantasía o a través de la más desgarradora realidad, nos permite visualizar los alcances de la maldad humana, pero, a menudo, también puede ayudarnos a establecer posiciones críticas que nos ayudaran a avanzar un poco más en la eterna búsqueda del respeto a la vida y al derecho de pensar diferente.

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